tag:blogger.com,1999:blog-89775388215014072542024-03-12T20:07:45.889-06:00Sincronía por Lilia Morales y MoriNovela de Fantasía y Ciencia Ficción por entregas para la Red.liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.comBlogger33125tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-40064152275273785412013-01-05T14:14:00.007-06:002021-05-05T14:03:54.899-05:00ATRÁS QUEDABA DÖSEN (capítulo 33) <div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjkk5en0gBaO67vSCLKPChsIpGDP3cu9xJWDBhpm4uyyLlnZuABF-EQCRuQW-mxMi01JJgqGjCQzu0Rt_uLogeLrI8Y0ISQmoDkH5kh0pYIztPkxCgs_q0PSHNK8mX8R-C4e6b6tcufLZ4/s397/a-7-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="397" data-original-width="397" height="366" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjkk5en0gBaO67vSCLKPChsIpGDP3cu9xJWDBhpm4uyyLlnZuABF-EQCRuQW-mxMi01JJgqGjCQzu0Rt_uLogeLrI8Y0ISQmoDkH5kh0pYIztPkxCgs_q0PSHNK8mX8R-C4e6b6tcufLZ4/w366-h366/a-7-1.jpg" width="366" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>
<span style="color: white;"><br />
<strong><span>LA LUZ DEL SOL SE APAGÓ</span></strong></span><br />
<br />
Sophia Brahe preparaba un remedio espagírico con plantas que ella y Kima habían recogido del huerto. La joven mallorquín no perdía de vista los pasos necesarios en la elaboración del reconstituyente, del cual, la incansable horticultora, astrónoma y alquimista hermana de Tycho Brahe, esperaba obtener superiores propiedades terapéuticas del medicamento. El laboratorio de alquimia comenzaba a emitir el olor de la planta viva cortada en pequeños trozos a mano. Todo estaba perfectamente dispuesto en el laboratorio para dividir en sus componentes básicos el “azufre”, “mercurio” y la “sal” filosóficos, de cada una de las hortalizas a las que más tarde se les desecharían todas las sustancias inútiles.<br />
<br />
Sophia acomodaba los utensilios de destilación en el fuego para extraer los aceites esenciales. Mediante la emisión del vapor obtendría el “azufre”. Posteriormente la fermentación del resto de la planta y la destilación del alcohol producido darían lugar a la fase del “mercurio”. La extracción de los componentes minerales de las cenizas calcinadas de las plantas, constituiría la “sal”. La dilución de los aceites esenciales en el alcohol y después la disolución de las sales minerales daría lugar a la poción final.<br />
<br />
Parecía sencillo pero a Kima le pareció que seguramente una parte misteriosa y mágica estaría implícita en todo el proceso. Ambas mujeres pasaron varios días completamente aisladas en el laboratorio durante la elaboración de la pócima, a tal grado que ni siquiera Kima se percató de la ausencia de su esposo Juanjo Vivot. Un día más relajadas, en su habitación, la joven mallorquín le mostró a Sophia el estuche de las perlas que el Magister Prinio Corella le obsequiara a Melissa. Con gran cuidado Kima retiró la tela que cubría la caja de fina madera de ébano, con gran parsimonia abrió el estuche, liberó delicadamente el compartimento donde se encontraban ordenadas por su color las insólitas perlas que descansaban sobre un paño de terciopelo muy oscuro, inmediatamente retiró el separador del compartimiento opuesto, cerró la caja y se la entregó a Sophia.<br />
<br />
Tal como se lo había explicado Kima, Sophia movió con un suave vaivén el estuche escuchando con cierta curiosidad el sonido que hacían las perlas en su interior. Después de hecho esto, Kima tomó la caja teniendo precaución de no mover las perlas del nuevo lugar que habían adquirido. Abrió el estuche y colocó el separador para sostener las perlas en su sitio. Inmediatamente se las mostró a Sophia. En ese instante, la luz del sol que entraba por las ventanas del jardín interior se apagó, una ráfaga de viento helado penetró hasta el interior de la habitación agitando las hojas de los libros y desperdigando todos los papeles que se encontraban sobre un escritorio. Las plantas del invernadero hacían un ruido insoportable agitándose unas contra otras. Algunas estanterías cayeron al suelo ocasionando graves destrozos.<br />
<br />
Kima abrazó a Sophia, ambas sintieron con tal fuerza la borrasca que fueron a parar a una esquina del único muro que permanecía aún en pie. El techo se había desprendido y volaban por los aires las gruesas paredes del Uraniborg. La neblina de polvo hería sus ojos y no les permitía ver nada a su alrededor. El olor a tierra húmeda penetraba en cada uno de los poros de su piel cuando sintieron que había comenzado a llover. La gente corría por todas partes recogiendo cualquier cosa que pudiera serle útil para resguardarse, otros simplemente eran salteadores que hurtaban sin pena los objetos de valor. Sophia estaba horrorizada, un terrible dolor le punzaba en la cabeza mutilándola con un ruido rítmico, profundo e insistente.<br />
<br />
Un criado apremiaba tocando la puerta de la habitación cada vez con más fuerza. Por fin ambas lograron salir del sopor pudiendo incorporarse, Sophia abrió la puerta mientas Kima permaneció a distancia sin poder escuchar lo que brevemente conversaron. ¡Debes irte! Le dijo sin más. La esposa de Juanjo Vivot empacó sus pertenencias, cuatro horas después las mujeres se despedían. En el acceso de servicio del centro de investigación astronómica un carruaje recogió a la joven mallorquín que se sorprendió de ver en el interior del coche a su sirvienta Fennia.<br />
<br />
Después de casi dos semanas sufriendo un sinnúmero de vicisitudes durante el viaje desde la isla danesa de Hven, Kima y su sirvienta se encontraban a tan sólo unas horas de la ciudad de Leipzig. El camino le resultaba tan tortuoso como todas las interrogantes que se acumulaban en sus pensamientos. Hacía más de tres semanas que no tenía comunicación con su esposo desde su repentina desaparición la Noche de Gala, donde se habían visto por última vez en el salón principal del Uraniborg. Sophia había sido muy cautelosa. Tanto para arreglar el viaje en absoluto secreto, como en la silenciosa actitud respecto a cualquier información que pudiera aclararle lo ocurrido aquel día. “Él tendrá que explicarte muchas cosas” fueron sus últimas palabras cuando se despidieron. <br />
<br />
Trató de dormir ignorando el monótono trotar de los caballos y los saltos repentinos que de cuando en cuando se sentían con brusquedad al pasar el carruaje sobre las continuas abolladuras del camino. Con el sopor de la tarde llegaron al pórtico de la estación de viajes Ausflug. Fennia la ayudó a bajar del coche, se sentía terriblemente triste y abandonada. Miró a la multitud que se congregaba en los alrededores tratando de reconocer a Juanjo. Solo una veintena de comerciantes criptojudíos y algunas mujeres con niños, se arremolinaban en espera de ascender a los coches que pronto saldrían hacia Hamburgo.<br />
<br />
Se sintió devastada en el mismo punto de partida donde hacia poco tiempo, tanto ella como Juanjo su esposo y Guillermo Doménech, habían finiquitado los planes para recuperar el enigmático manuscrito de Gadea. Qué lejos estaba de pensar siquiera que el preciado documento se encontraba ya en manos de un famoso alquimista checo, llamado Jacobus Horcicky de Tepenecz quién por conducto del emperador Rodolfo II intentaba realizar su traducción. Sumamente afligida se sentó en una banca a esperar que algo sucediera. Señora Kima… Señora Kima Vivot, escuchó un par de veces que alguien la nombraba. Volteó sorprendida. Era un mozo bastante joven que le indicaba un carruaje que la llevaría al encuentro de su esposo.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL LAGO MARKKLEEBERG</span></strong> <br />
<br />
El cochero a paso lento del trote de los caballos, se internó por un camino de tierra en tan mal estado que hubo necesidad de cerrar las ventanas para evitar ahogarse con el polvo. Por fortuna una hilera de árboles corría paralela al camino dándole una agradable sensación de frescura a la tarde que comenzaba a declinar. La luna los seguía iluminando el rústico sendero que en un momento dado, se fue aproximando a la orilla de un tranquilo lago, donde justo al centro, el majestuoso astro se había detenido. Minutos más tarde, entre la oscura arboleda que se veía en las inmediaciones, destacaba una pequeña edificación de cuyas ventanas escapaba la luz mortecina de las velas.<br />
<br />
Los caballos relincharon cuando el cochero jaló las riendas para que se frenaran. Dösen era una antigua posada que en sus tiempos de gloria había albergado a los caminantes que transitaban por el viejo camino, desde las proximidades del lago Markkleeberg hasta Leipzig. Los propietarios, un matrimonio ya mayor, recibieron a las mujeres. Kima fue conducida a la habitación de Juanjo, tocó varias veces y al no recibir respuesta abrió la puerta. Vio a su marido profundamente dormido bocabajo, en una cama tan desprolija y rodeado de tal desorden que sintió verdadera pena por el hombre.<br />
<br />
Lo tocó varias veces para despertarlo, cuando Juanjo se incorporó, se sobresaltó al ver a Kima. Se abrazaron y lloraron como niños, las palabras en ese momento salían sobrando, al fin estaban juntos nuevamente. Sin percatarse ellos, en ese momento entró Doménech haciendo gala de celebraciones. Retiró la ropa amontonada de una mesa y colocó algunas viandas, copas y unas botellas de vino. Bebieron sin medida hasta el amanecer. Apenas entraban tímidos los primeros rayos del sol por la ventana cuando despertó kima. Una terrible punzada le cortaba la cabeza, estaba sola y completamente desnuda. Se levantó con cierta dificultad, apenas si pudo caminar hasta la ventana. Vio a lo lejos, en el muelle del lago dos siluetas que correteaban una tras de otra completamente desnudas, no lo dudó ni un instante, eran Juanjo y su inseparable amigo Guillermo Doménech. No pudo más, cayó repentinamente de bruces en el suelo.<br />
<br />
Una semana después se recuperaba bajo los cuidados solícitos de Fennia. En mal momento, por una notificación urgente se enteró de la grave enfermedad que tenía al borde de la muerte a su padre el ilustre artista e impresor Antonello Guinelli. Tres semanas más tarde partirían ambas mujeres al pueblo de Almagro, ubicado en la Ciudad Real de las tierras de Castilla la Mancha donde se encontraba la antigua propiedad de su abuelo Georg Ancarola, quién había muerto cinco meses atrás. La propiedad la había heredado su madre y toda la familia se había ido a radicar a la hacienda del difunto. Juanjo Vivot acordó reunirse con su esposa meses más tarde. El cartógrafo recientemente se había comprometido con gente del gobierno para la elaboración de algunos mapas de la región. Juanjo Vivot jamás regresaría a España.<br />
<br />
Atrás quedaba Dösen con su posada hundida en la espesura de los árboles. El recuerdo de Juanjo agitando su mano fue una premonición ineludible, nunca pudo recordarlo de otra manera menos dolorosa. <br />
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LEER EL CAPÍTULO 34<br />
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liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-37031028794827469092012-12-28T15:26:00.000-06:002013-01-05T14:33:16.963-06:00URANIBORG (capítulo 32) <div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4VSwtJ37AAMDeSGKfvaj0n36I1u0xi19YXyD8qEj4-nD704aGAINA6uhnIzKYoqYv0eHSkrOeCWgFBvHgVAqky5y7SfPc-h2eeqpYBC2kk3emdl0oZNzrneLKRtvJQielxVBezXxmMxo/s1600/c-42.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4VSwtJ37AAMDeSGKfvaj0n36I1u0xi19YXyD8qEj4-nD704aGAINA6uhnIzKYoqYv0eHSkrOeCWgFBvHgVAqky5y7SfPc-h2eeqpYBC2kk3emdl0oZNzrneLKRtvJQielxVBezXxmMxo/s400/c-42.jpg" width="400" /></a></div>
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<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL CASTILLO DE LAS ESTRELLAS</span></strong><br />
<br />
La noche iluminada por los astros del firmamento invitaba a su apacible contemplación, porque los puntos luminosos del manto del cielo se podían observar a simple vista. Venus dominaba el espacio celeste con su majestuosa luz mientras Sophia señalaba al planeta con su mano derecha, haciendo observaciones y relatos que kima escuchaba con auténtico interés.<br />
<br />
Ambas mujeres hacían un recorrido por las inmediaciones del Uraniborg en las proximidades del Stjerneborg, mejor conocido como “Castillo de las Estrellas”. Esta edificación muy parecida a la disposición básica del Uraniborg, se caracterizaba por estar construida al nivel del suelo y se encontraba dedicada exclusivamente a la investigación astronómica. Tycho Brahe había dispuesto la construcción del segundo observatorio ya que el Uraniborg no era lo bastante estable para los instrumentos de precisión que se veían afectados frecuentemente por el viento. Una impresionante pared de grandes arcadas abiertas cercaba totalmente la construcción.<br />
<br />
Ellas observaban el ir y venir de los astrónomos que se internaban en cualquiera de los cinco fosos subterráneos de donde salían los obturadores de los aparatos de observación. Una bóveda rotaba entre los edificios construida sobre los hoyos de un instrumento. Kima pensó que Juanjo, tal vez se encontraría en ese momento en el Hypocaustum, la sala central de la plaza, junto a Tycho y otros estudiantes observando el cielo.<br />
<br />
En el otro extremo de la isla, en una lóbrega taberna apartada de la pequeña zona de pescadores, Guillermo Doménech supervisaba a la luz de las velas, a un grupo de siete copistas que se daban a la tarea expedita de reproducir el manuscrito de Gadea, erróneamente atribuido al Magister Prinio Corella. Ese mismo año, en 1590, Kelley ajeno a la suerte del manuscrito que él tuvo a bien deshacerse por 600 ducados, de manos del Emperador Rodolfo II, recibía de la misma mano del propio Emperador un título nobiliario, el Eques auratus, equivalente al Sir inglés. No obstante el gusto no le habría de durar mucho tiempo, ya que más tarde el intrépido alquimista, sería arrojado a las mazmorras del castillo de Krivoklát.<br />
<br />
Las estafas de Kelley habían llegado demasiado lejos. Su actuación más asombrosa fue cuando vertió una gota de un aceite color carmesí sobre medio kilo de mercurio supuestamente para transmutarlo en oro. Una muerte grotesca habría de esperarle intentando escapar mediante una escalera que él mismo elaboró con la ropa de su propia cama.
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL PASADIZO DE LA MAZMORRA</span></strong><br />
<br />
Aparecían los primeros rayos del sol cuando Doménech se internaba sigilosamente al sótano del Uraniborg. La pequeña biblioteca anexa al laboratorio de alquimia de Tycho Brahe era el recóndito lugar que el astrónomo le había asignado para descifrar el enigmático manuscrito, del cual ni una sola palabra nadie había podido desentrañar. El afamado políglota, erudito y estudioso de heráldica, se disponía a intercambiar la obra recientemente falsificada cuando escucho pasos apresurados que venían de la escalera que conducía al sótano.<br />
<br />
Con gran nerviosismo colocó sobre la mesa de trabajo el original del manuscrito y conservó la copia bajo la amplia camisa blanca que tenía ajustada a su cintura. Los pasos cada vez más sonoros se intensificaron en la escalera de piedra escasamente iluminada por un par de antorchas impregnadas de aceite. Retumbaban con fuerza en el breve corredor las pisadas y las voces agitadas de varios hombres. Violentamente se abrió la pesada puerta de madera dejando al descubierto el formidable cuerpo de dos sujetos, que se abalanzaron con inaudita fuerza sobre Guillermo Doménech.<br />
<br />
A empujones, sin que él forcejeara para nada, fue conducido a otro extremo del sótano a lo largo de un estrecho pasillo, hasta llegar a un vestíbulo que remataba en la embocadura de unas escaleras que bajaban un poco más de cuatro metros. El pasadizo se bifurcaba en una húmeda mazmorra con dos celdas escasamente iluminadas. Penetraron en una de ellas donde fue arrojado con violencia al suelo. Justo a los pies de Tycho Brahe. El mismo enigmático personaje que a la edad de veintiséis años había observado una supernova en la constelación de Cassiopeia. Descubrimiento de suma importancia en su época, que de inmediato lo había convertido en un respetado astrónomo.<br />
<br />
Guillermo Doménech levantó la vista hasta que sus ojos alcanzaron el rostro inmutable del científico, que hacía tan sólo unas semanas le había prometido una importante compensación, por desentrañar el enigmático contenido del manuscrito que le había confiado nada menos que el Emperador Rodolfo II. Cuando el astrónomo le solicitó al supuesto experto en el arte de la criptografía, los resultados obtenidos mediante la práctica de ciertos códigos y claves secretas, con los que en teoría y con relativa facilidad, el políglota llegaría al fondo del contenido de la incomprensible obra. Éste enmudeció.<br />
<br />
Tycho Brahe enfurecido le atinó con tal fuerza una patada al indefenso hombre, que fue a dar contra unos cacharros que contenían suciedades con restos de comida putrefacta y agua inmunda. Doménech desde su lamentable y dolorosa posición alcanzó a ver en la penumbra al sujeto con el que se había entrevistado meses atrás en el interior del recinto del Castillo de Praga. El muy miserable había tomado la paga escondida en un pequeño envoltorio, a cambio de conseguirle siete copistas, los que habrían de concentrarse en una taberna de la isla danesa de Hven, en fecha acordada oportunamente.
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">LOS NAIPES SIMBÓLICOS DEL UNIVERSO</span></strong><br />
<br />
Los planes de los osados mallorquines empezaban a quedar al descubierto. Juanjo Vivot y Kima ignorantes de la suerte de su amigo, se vestían de gala para la gran ceremonia que esa noche tendría lugar en el gran salón de fiestas del Uraniborg. Justo después de que Kima le hiciera entrega a Tycho Brahe, del sofisticado diseño de los naipes simbólicos del universo, los que serían impresos en la imprenta del centro astronómico edificado en las entrañas del Castillo de Urania. Ciertamente el diseño fastuoso de las cartas no era autoría del padre de Kima, el famoso impresor y artista italiano Antonello Guinelli.<br />
<br />
Kima ante la precaria salud de su padre, en los últimos meses de su estancia en la hacienda, había concluido y modificado el soberbio diseño de los naipes simbólicos, que por encargo del astrónomo habrían de representar el oráculo de la humanidad y el universo.<br />
<br />
Juanjo Vivot repasaba cuidadosamente lo acontecido esa mañana. Desde temprano, el día había estado iluminado por el sol y en el ambiente reinaba una cálida brisa que traía el aroma salobre del mar. Recordó el azul turquesa del domo perfecto coronando la torre principal. Frente a ella, en simetría impecable, trazando un triángulo imaginario, se levantaban las otras dos torres cilíndricas, todas ellas con su techo móvil, protegiendo a esa hora del día los delicados y precisos instrumentos de observación de Tycho.<br />
<br />
Brahe acompañado de su inseparable enano Jepp y Longomontanus su hijo mayor, seguidos de Kima y Juanjo Vivot quienes los seguían tratando de igualar el paso acelerado del astrónomo. Las cinco figuras atravesaron a paso veloz el espacio de la galería de los relojes, de los cuadrantes solares, los globos y las figuras alegóricas, hasta llegar a sótano donde se encontraba la magnífica imprenta bajo las instalaciones del Stjerneborg abastecida con su propio molino de papel.<br />
<br />
Kima le entregó con cierto nerviosismo a Tycho los cincuenta y seis moldes de madera tallados en relieve y las pruebas de los impresos en las cuales predominaban los astros del universo, entrelazados con figuras geométricas, personajes y símbolos extraños, que sin lugar a dudas hacían referencia a ciertas imágenes de la alquimia.<br />
<br />
Tycho Brahe mandó imprimir en sus propios talleres los naipes que le enviara Antonello Guinelli a través de su hija Kima. El astrónomo personalmente supervisó las pruebas, determinó la cantidad de pigmento que deberían contener los colores que ahí mismo se prepararon y él mismo ordenó los finos decorados que darían el acabado final con delgadas capas de oro. Kima ni su padre jamás vieron tan hermosa obra terminada.<br />
<br />
Juanjo Vivot terminaba de vestirse para la cena de gala de esa noche, ignoraba el paradero de Guillermo Doménech y cuando su amigo no se presentó en la mañana en el lugar acordado por ambos, empezó a sospechar que algo andaba mal. La ceremonia brillaba en su esplendor, derroche de ostentación, magnificencia y grandiosidad rodeaban el salón principal del Uraniborg. Comida y bebida en exceso. La música y el resplandor de las lámparas a tono con la suntuosidad de los invitados, estaba acorde con el donaire de Tycho Brahe que ese día traía impecablemente pulida su nariz artificial de oro y plata.<br />
<br />
Kima no alcanzó a presagiar nada extraño no obstante el nerviosismo de su marido. El erudito y estudioso de heráldica fue el gran ausente en la gran celebración que por partida doble supuestamente se celebraba en secreto en esa ocasión: Los naipes del Oráculo del Universo y la interpretación del codiciado manuscrito.<br />
<br />
En la madrugada, se fueron retirando los invitados. Cesó el clamor de la música y el resplandor de las luces se fue debilitando, Juanjo y Kima se despidieron con un apasionado beso y se retiraron cada uno a sus habitaciones. Justo en la oscura escalinata que conducía al tercer piso, Vivot fue abordado por dos corpulentos hombres que lo llevaron amordazado a la mazmorra, junto a la celda contigua donde se encontraba prisionero su inseparable amigo.
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<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2013/01/atras-quedaba-dosen-capitulo-33.html">CAPÍTULO 33</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfCvRZ3ZtSdL3jRaLtDCYhaYoCPkHFnXYZliKO-ZDP6BpJX5Ujc3pSCGq-rQpBLTVvAw98yxWPiDJOksl38Eg9bL2uUwWB0cheUjzfwWVJM1EQ7FM-NbL2x4-900aGUdIOzgKBNBBKKQo/s1600/c-41.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfCvRZ3ZtSdL3jRaLtDCYhaYoCPkHFnXYZliKO-ZDP6BpJX5Ujc3pSCGq-rQpBLTVvAw98yxWPiDJOksl38Eg9bL2uUwWB0cheUjzfwWVJM1EQ7FM-NbL2x4-900aGUdIOzgKBNBBKKQo/s400/c-41.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">PRAGA MÁGICA</span></strong><br />
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Días previos de su partida a Dinamarca, Kima seguida de Fennia y de Mengué, paseaba por el estrecho y concurrido Callejón del Oro, admirando las casitas de colores alegres y vibrantes, donde se asentaban ciertos personajes estrafalarios que nutrían a la Praga mágica y esotérica de la época, e igualmente a un número importante de guardianes del castillo, quienes además se desempeñaban como artistas, artesanos y orfebres para completar sus escasos ingresos.<br />
<br />
Subiendo la escalinata de esta pintoresca calle se vio parada frente a la puerta del taller de un maestro carpintero. En ese instante le surgió la idea de adquirir un estuche para guardar las perlas que heredara de su madre, y ésta, a su vez de su abuela Melissa, quién las recibiera de manos del propio Magíster Prinio Corella en su lecho de muerte. Sin gran problema trazó un diseño poco convencional y solicitó al dueño del negocio, que el embalaje fuera realizado en madera muy fina de ébano negro. El interior de la caja tendría dos largos compartimentos idénticos y opuestos, delimitados cada uno por un separador movible que se podía ajustar a conveniencia. En el mismo lugar adquirió algunos trozos de cedro singularmente aromático y muy cerca de ahí, un paño de terciopelo muy oscuro.
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<br />
Partieron una mañana al despuntar el alba, el viaje comenzaba a ser agotador y una incierta pesadumbre se reflejaba en el rostro de los tres viajeros, que en silencio compartían el lujoso interior del pequeño carruaje. Kima recostada en el sillón ubicado a espaldas del cochero parecía dormitar, mientras veía de reojo a su esposo y a Doménech ausentes con la vista fija en el paisaje, que amanecía un tanto fresco y húmedo tras la ventanilla.<br />
<br />
Los contratiempos del ruinoso camino y la lluvia anticipada del mes de junio a ratos persistente, llenaban de melancolía el lento y áspero ritmo de las ruedas, que junto con el trotar acompasado de los caballos sobre el sendero cenagoso, creaba una extraña sensación de abandono y somnolencia.
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Llegaron a la pequeña ciudad de Leipzig, donde crecen los árboles de tilo y el tiempo perentorio se suspende en sus ramas de tupido follaje. Kima y Juanjo Vivot recién arribaron, vieron partir ese mismo día desde el pórtico de la estación de viajes Ausflug, a su amigo el cartógrafo en una concurrida diligencia, donde un grupo de comerciantes criptojudíos, provenientes de la península ibérica, inmigraban a la creciente y próspera ciudad de Hamburgo.<br />
<br />
Guillermo Doménech conforme lo previsto por Vivot, su esposa y él mismo, se adelantaría en el viaje al Castillo de Urania encubierto con la fingida personalidad de un erudito en criptografía y artes ocultas. El plan apenas bosquejado durante las horas de tedio iniciaba a partir de ese instante, y sin medir lo peligroso de la empresa, los tres se abocaron cada uno a su preciso cometido.<br />
<br />
El matrimonio se hospedó en la habitación principal del segundo piso de una tranquila hostería, en las inmediaciones de una villa alejada de la populosa zona de comercio. Juanjo Vivot mientras tanto, se recreaba paseando por los alrededores después de tramitar ciertos asuntos legales en la oficina de la aduana, al tiempo que Mengué hacía las diligencias para cambiar los caballos y supervisar algunos arreglos apremiantes, que requerían ambos vehículos del transporte.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">
PRECEPTO CARDINAL</span></strong><br />
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Kima ensimismada en el estuche de madera, ajena a los primeros rayos del sol que penetraban cálidos por la ventana después de varios días grises y melancólicos, se daba a la tarea de forrar el interior del empaque con fino terciopelo. Una modesta réplica de la prodigiosa revelación que experimentara en su habitación de Pollença, comenzaba a tomar forma cuando trazó en el borde postrimero de la parte interna de ambos compartimientos, los cinco sectores que representaban por su color el correcto ordenamiento de las cuarenta y cinco perlas. Las primeras nueve divisiones las pintó de negro. A continuación dispuso el color azul índigo, seguido del rojo tornasolado, e inmediatamente iluminó el tramo del verde cerúleo y al final la sección de los nueve segmentos blancos.<br />
<br />
Al terminar dicha labor procedió con suma displicencia colocando una a una, en el orden riguroso todas las gemas en un compartimiento que denominó “Precepto Cardinal”. Dejó los compartimientos opuestos abiertos, cerró el estuche y lo agitó con cierta sutileza inclinándolo hacia el sector que denominó “Precepto Incidente”. Esta acción la repitió cientos de veces registrando en su memoria los desenlaces de cada evento. No tardó en comprender que un mecanismo aparentemente azaroso, actuaba con determinado rigor en el nuevo acomodo de las perlas como si contaran una historia.
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Pamela releyó varias veces el último párrafo, no recordaba haber visto las marcas de color en ninguno de los dos compartimentos del estuche que ella atesoraba, de tal modo se levantó de su asiento, se dirigió hacia la cómoda ubicada en su estudio, tomó la llave, abrió una gaveta y sacó el empaque de Sincronía. Apartó con sumo cuidado la tapa y los billetes impresos dejando vacío el espacio contenido entre ambas secciones destinadas a las perlas. Retiró los separadores que las contenían y por último extrajo cada una de las redondeadas gemas. Fijó su vista en el tope de cada compartimiento y efectivamente pudo distinguir las tenues coloraciones que sobre el terciopelo a lo largo de varios siglos aún perduraban. Más aún, logró distinguir con la ayuda de una lupa dos débiles marcas, casi imperceptibles, eran dos pequeñas letras dibujadas respectivamente en cada una de las secciones: PC y PI que indicaban sin lugar a dudas el inicio y el final de la trayectoria que las concreciones realizaban en el interior del embalaje.<br />
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kima sujetaba entre sus manos el estuche de madera revolviendo las perlas tras el suave vaivén, que inducía con rítmico y acompasado movimiento del oscuro y portentoso cofre. Con los ojos cerrados y el cadencioso chocar de las gemas que a ratos, vertiginosas acentuaban su caótico sonido, advirtió a su alrededor, como se iban generando sorpresivas y nítidas imágenes claramente perceptibles, impactadas en el interior de la pequeña habitación.<br />
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La joven mujer, consternada e incrédula, percibió el correr atropellado de la gente. Hombres y mujeres por igual entre gritos desordenados, dando tumbos junto a los puestos de hortalizas y frutas, mientras rodaban por el suelo las canastas de mercadería entre las patas de los corceles, que presurosos se aproximaban a la céntrica hostería Eliska.<br />
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De un caballo marrón desmontó con un certero brinco Ondrej Kucera desenfundado su pistola y expedito tras de él, tres robustos hombres le siguieron hasta la puerta del establecimiento. Minutos después se escuchó un disparo. Un destello luminoso borró las imágenes en el instante que Juanjo Vivot entraba a la habitación donde Kima permanecía aún perpleja.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">
LA ISLA DANESA DE HVEN</span></strong><br />
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La isla danesa de Hven a lo lejos parecía un enorme promontorio de tierra poblado con escasa vegetación. Tan sólo una mancha verdosa resaltaba de las azules y nítidas aguas del apacible mar. El mediodía era cálido pero una imponente nubosidad que se movía con la fuerza del viento hacía suponer que en breve la lluvia caería antes de que ellos pudieran pisar la escollera del puerto.<br />
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Kima aspiró ávidamente cuando sus pulmones se llenaron del aire marino, que en su natal Pollença, le fuera el hálito cotidiano de sus nostálgicos días en Mallorca. Evocó a sus padres y a sus medios hermanos en las actividades cotidianas de la hacienda donde había pasado los mejores años de su existencia. Que ajena estaba de los trágicos incidentes que habían alterado por completo la tranquilidad y el bienestar de su familia. Supuso que pronto la aventura meses atrás iniciada, estaría próxima al final y que pronto todo volvería a la normalidad de su vida cotidiana al lado de su esposo, encontrando de nuevo la paz de una existencia sosegada.<br />
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Algunos ilustres astrónomos junto a un ruidoso grupo de jóvenes estudiantes más ciertos personajes un tanto sombríos, esperaban al igual que ellos pisar tierra. En la cercanía de la isla iban apareciendo en el paisaje una multitud de casitas alineadas y en la playa se podía observar el trajín cotidiano de los pescadores con sus redes tendidas al sol y sus barcas y bateas llenas de peces.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">EL CENTRO ASTRONÓMICO</span></strong>
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Al desembarcar, desaparecieron las nubes y el sol se instaló a plomo sobre sus cabezas. Varios carruajes esperaban a los visitantes que tan pronto estuvieron acomodados en los vehículos, partieron presurosos hacia el enigmático y famoso centro de investigación Uraniborg, también conocido como castillo de Urania en honor a la musa de la astronomía. El camino un tanto monótono se repetía entre pequeños sembradíos y granjas dispersas donde correteaban los chiquillos junto a los animales domésticos y los perros guardianes que protegían las modestas aldeas.<br />
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Una hilera de árboles a ambos costados del camino anunciaba la proximidad del Centro Astronómico. Pronto apareció ante su vista la cúpula principal del observatorio coronada por un imponente satélite metálico que espejeaba con los rayos del sol. Pequeñas cúpulas y torres ungidas de techos puntiagudos pintados de azul intenso, resaltaban contrastando con el bermejo color de los ladrillos de la fachada. La construcción soberbia y elegante, con marcada simetría bilateral representaba en toda su magnitud la piedra angular de su creador, el ilustre astrónomo Tycho Brahe. Toda la edificación rodeada de jardines estaba sitiada por una enorme pared de más de 5 metros de altura.<br />
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El acceso al observatorio era por una estrecha entrada situada en uno de los vértices de la singular barda de forma cuadrada, que en cada uno de sus cuatro lados albergaba una saliente con forma de media luna donde se destacaba un hermoso quiosco, rodeado de enredaderas y flores que invitaba a la paz y a la profunda reflexión sobre los astros del firmamento.<br />
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Los carruajes pasaron inspección en la puerta de acceso y se aparcaron en las inmediaciones de una caballeriza, donde algunos mayordomos del centro de investigación astronómica esperaban a los visitantes, los cuales eran conducidos a diferentes pisos del castillo según su jerarquía e importancia, relativa a las actividades que habrían de desempeñar durante su estancia en el observatorio. Por esas fechas el Uraniborg estaba saturado de investigadores y estudiosos de la bóveda celeste, motivo por el cual Juanjo Vivot y Kima fueron asignados a diferentes dormitorios. Al esposo de Kima le tocó compartir una habitación del tercer piso junto con cuatro estudiantes de la Universidad de Europa Central provenientes de Praga.<br />
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Kima fue asignada a una agradable alcoba del piso principal donde se alojaba de fijo nada menos que la hermana Sophia de Tycho Brahe, quién se destacaría como alquimista y consumada astróloga en los últimos años de su vida. La habitación era amplia y bien iluminada a pesar de que no tenía ventanas que daban al exterior. Un jardín interior poco inusual dotaba de mucha luz el aposento, que además contaba con un gran salón lleno de libros y documentos rigurosamente ordenados en varias estanterías. Kima hojeaba distraídamente un libro con dibujos hechos a mano sobre plantas exóticas de hortalizas, cuando la sorprendió la silenciosa y serena presencia de Sophia. Ambas mujeres se vieron en silencio y presintieron desde ese momento que habrían de compartir una gran amistad, que se fortalecería con el tiempo hasta el final de sus vidas.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/12/uraniborg-capitulo-32.html">CAPÍTULO 32</a><br />
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IR AL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-caos-capitulo-1.html">PRINCIPIO DE SINCRONÍA</a></div>
liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-73295790412367703692012-12-17T14:46:00.000-06:002012-12-17T14:46:47.756-06:00LA PASIÓN DE RODOLFO II (capítulo 30)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAu-zZaqukhlA3PM4Hn0k77XArOt8enGjgWlgb9YCo4wQgxHPv6no3bEiSjsYR33XgSfwSPpb9vhggTVnwFdgTlDSYDFtoE3m17qhw15KAyH1WiKJlB55qMY5mhPXXkyXGOkACdBBH1Gc/s1600/c-40.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAu-zZaqukhlA3PM4Hn0k77XArOt8enGjgWlgb9YCo4wQgxHPv6no3bEiSjsYR33XgSfwSPpb9vhggTVnwFdgTlDSYDFtoE3m17qhw15KAyH1WiKJlB55qMY5mhPXXkyXGOkACdBBH1Gc/s400/c-40.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">DIOS NO JUEGA A LOS DADOS</span></strong><br />
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Caminaba por las atestadas calles del barrio Chino de Nueva York en el bajo Manhattan donde había tomado un refrigerio. De reojo atisbó su reloj, eran las 3:46, tenía menos de 15 minutos para encontrar el edificio ubicado en la esquina de Canal Street y Center Street. Apresuró el paso entre la multitud pasando de largo por los puestos que sobresalían un tanto del acceso de los comercios entorpeciendo el paso de los transeúntes. A lo lejos vio la entrada del pasaje Plaza, justo al lado de un restaurante que exhibía en la vidriera un hermoso conjunto de patos laqueados, que colgaban de ganchos sujetos a un grueso tubo.<br />
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El acceso camuflajeado al interior del “punto de encuentro” era por un lago pasillo con diversos comercios de aromáticos sahumerios. Presuroso, se encaminó hacia el interior de un puesto de muñecas vestidas con vistosos y coloridos trajes típicos de China, donde una mujer bastante pequeña, le indicó el acceso al salón virtual por el mostrador de la tienda, hasta llegar a una pequeña habitación donde había una cortina de tela estampada que ocultaba una puerta.<br />
<br />
En el interior del recinto vio la silueta de espaldas de varios hombres observando una pantalla panorámica que trasmitía la imagen de una mujer. Era Pamela quién presentaba el tema de la ponencia en el improvisado salón virtual, haciendo hincapié en una controvertida y polémica frase que daba título a la conferencia. De súbito el recién llegado interpeló con inflexible tono de voz.
-Dios no juega a los dados. Einstein.
De inmediato, Ferdinan, Dafra y el oriental voltearon al unísono clavando sus miradas en el advenedizo personaje. El señor Perilló se levantó del asiento y le dijo sonriente estrechándole la mano. -Llegas tarde Antonio.<br />
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Del otro lado de la pantalla, Yara aprovechó la sorpresiva intervención. La joven se aproximó a Pamela portando dos tasas de café. La chica se sentó junto a la señora Perilló quién acomodó sobre la mesa unos bolígrafos y un par de folders con hojas sueltas. La vista tras de ellas, en el ventanal de la casa de la playa dejaba ver el intenso azul turquesa del mar.<br />
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Tras una informal presentación de los recién llegados y sin más demoras Pamela expuso a grandes rasgos el programa seleccionado por los especialistas para la conferencia virtual, que registraba una audiencia activa hasta ese momento de más de un centenar de usuarios registrados. Ya entrada en el tema y sin muchos preámbulos continuó:
-Respecto a su famosa frase “Dios no juega a los dados” la visión de Einstein en su momento, estaba sujeta a las teorías de variable oculta, lo que podía parecer la forma más obvia de incorporar el Principio de Incertidumbre en la física. De tal modo estas teorías forman la base mental del universo sostenida por muchos científicos y prácticamente por todos los filósofos de la ciencia. No obstante Stephen Hawking al igual que otros investigadores, actualmente sostienen que las teorías de variable oculta están equivocadas.<br />
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A partir de la última aseveración de la presentadora, comenzaron a llegar a la sección de discusiones un buen número de comentarios y pensamientos críticos, que el moderador de la conferencia organizaba en los textos de fondo del panel general, mientras la conferencia continuaba en pleno desarrollo.
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-Con una nueva teoría, -continuó Pamela- la mecánica cuántica propuesta por Heisenberg, el austriaco Erwin Schroedinger y el físico británico Paul Dirac las partículas no tienen posiciones ni velocidades bien definidas. En su lugar son representadas por lo que se llama una función de onda.<br />
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El contexto de la ponencia abarcaba con gran detalle las nuevas teorías al respecto, sin omitir también el tema de los agujeros negros y si se pierde o no la información de los desafortunados objetos que son arrastrados hacia el interior de ellos. El tiempo transcurría y los cuatro minutos otorgados a la presentación del tema de la conferencia virtual llegaban a su fin. -Concluyó en tono fehaciente y a la vez mesurado la señora Perilló- Dios juega a los dados con el universo, y toda evidencia lo señala como un jugador empedernido.
A continuación se presentó un video cuyo título entre signos de interrogación planteaba la pregunta: ¿Un orden implicado?, para dar lugar inmediatamente a la participación de varios especialistas en los temas ya enumerados.<br />
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Gracias a la tecnología de Internet la conferencia virtual había tenido una amplia cobertura geográfica y una importante participación de sugerencias y comentarios que inmediatamente se fueron registrando uno a uno en el blog titulado “Ciencia y Tecnología del Futuro”.<br />
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Antonio recién había concluido un doctorado sobre “Aceleradores de partículas y campos electromagnéticos”. Un importante laboratorio de investigación sería destinado a esta disciplina en lo que fuera antaño el espacio que ocupara el invernadero de la casa de las gárgolas. Su permanencia en Nueva York le tomó tan sólo unos días. Tiempo suficiente en el que él, seleccionaría parte del equipo y material indispensable para la práctica de esta tecnología, contando con un fuerte apoyo de otros laboratorios e institutos de investigación interdisciplinarios externos, especializados en éstos y otros importantes avances relativos a la bioinformática, nanotecnología y desarrollo de micromáquinas. El oriental finiquitaba las transacciones comerciales, así como el intercambio de recursos técnicos, y muchas veces del personal especializado que en un futuro, participaría en este ambicioso proyecto.<br />
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Al terminar la conferencia virtual Pamela apagó la computadora y permaneció largo rato con la cabeza reclinada en el respaldo de su sillón. No sabía quién era el personaje que la había interpelado al inicio de la conferencia, pero indudablemente le había causado un inusitado sentimiento que no lograba identificar. Mientras Yara imprimía algunos archivos, la señora Perilló se dio cuenta que la impresora realizaba un golpeteo rítmico y monótono, y en su breve ensoñación le pareció que el sonido se asemejaba al crepitar de las llamas, cuando se enciende la leña bajo las brazas de una chimenea. Esta imagen le trajo a la memoria la escena de Kima frente a las hojas sueltas del manuscrito, que veían fijamente Juanjo Vivot y su anciano abuelo.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">DESCABELLADO PLAN</span></strong><br />
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El prolongado viaje a Praga, a veces extenuante y no ajeno a ciertas vicisitudes políticas, sociales y económicas, que imperaban en la Europa de finales del siglo XVI, no logró bajo ninguna circunstancia quebrantar en lo absoluto, la inflexible determinación a priori de Juanjo Vivot y Kima Guinelli. Ambos compartían en secreto la búsqueda apremiante del manuscrito del Ditriae-Corporum y las mujercitas desnudas. ¡Qué ajeno estaba el políglota erudito y estudioso de heráldica del verdadero origen de dicho documento! No obstante, en principio, el mallorquín tenía el compromiso irrevocable de rescatar la obra y entregarla a su suegro, tal cual se lo había solicitado meses antes de que la pareja partiera de Palma de Mallorca en dirección a Bohemia.<br />
<br />
Pero ciertamente no sólo el impresor y el banquero Ancarola, por conducto del abad Nebredius de Batllori le habían manifestado su vehemente deseo de recuperar el manuscrito. De tal modo, todos los interesados, cada uno con motivos de suyo entrañables y recónditos, ignoraban que Juanjo Vivot y su íntimo amigo el cartógrafo Guillermo Doménech tenían para sí, un jugoso y descabellado plan.<br />
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Las pesquisas consumadas hasta ese momento por los ambiciosos mallorquines indicaban que tanto Kelley como Arthur de Yehak, habían realizado copias de algunos folios del manuscrito, con la intención de encontrar a un especialista que lograra descifrar su contenido. Mientras tanto, el falsificador de documentos Edward Talbot (Kelley) temiendo correr la misma suerte del astrónomo Wenceslao Stroff tocante a su “muerte accidental”, que de hecho había sido atizada en su oportunidad por propia mano de Yehak, cuando ambos personajes se enteraron de las negociaciones que a sus espaldas pretendía efectuar el astrónomo con el banquero Ancarola.<br />
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Kelley, dada las circunstancias, se cura en salud y acude a su amigo personal el alquimista, astrólogo y célebre brujo Dr. Lee, quién después de haber consultado a los ángeles a través de la esfera de cristal del propio Kelley, le aconseja guardar prudencia, ya que otras manos le ahorrarán la difícil tarea de eliminar la molesta carga, que les representaba a ellos dos, las insidiosas intromisiones de Yehak.<br />
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Kima ajena a toda esta maraña de bellacas intrigas, plenas de vilipendio astucia e infamia, se nutría cándidamente de los triviales y equívocos informes que su esposo ingeniaba, con la intención de mantenerla distante de cualquier contacto con la realidad. Pero no por mucho tiempo, ya que cierto día, la esposa de Vivot acompañada de Fennia, paseaba por la plaza de la Ciudad Vieja en las inmediaciones de un concurrido mercado, y justo frente al Ayuntamiento, le pareció ver a Guillermo Doménech entre la multitud que se aglomeraba alrededor de un grupo de músicos andarines, que tocaban bajo las arcadas del edificio. Imposible confundirlo, con su talante excepcional, alto, buen mozo, delicado, arrogante y altivo poseedor de una ensortijada cabellera rojiza, que siempre llevaba ondeando al viento.<br />
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Las mujeres en su afán de seguir sus pasos, no se dieron cuenta que Mengué se arrastraba sigiloso tras de ellas. Sin decir agua va, un sujeto desconocido se aproximó al cartógrafo, quién de inmediato le entregó al extraño un pequeño envoltorio, acto seguido, ambos personajes se alejaron de la multitud hacia el interior del recinto del Castillo de Praga, y al llegar frente a la Puerta Dorada de la Catedral de San Vito, de súbito se separaron. Guillermo Doménech apresuró sus pasos en dirección al Puente de Carlos, donde un cochero ya lo esperaba. Kima y Fennia vieron desalentadas como el carruaje atravesó el río perdiéndose a lo lejos entre el bullicioso gentío, que a pie y con toda suerte de carromatos atravesaba sobre el emblemático pasaje, las aguas caudalosas del Moldava.<br />
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Pamela al releer los últimos párrafos, de suyo bastante sorprendida, siente que debe reconsiderar la primera impresión que ha vertido con gran entusiasmo sobre Juanjo Vivot y su entrañable amigo el cartógrafo. No obstante, prefiere guardar prudencia antes de emitir un juicio inexacto. Mientras tanto, continúa enfrascada con la lectura de su libro Sincronía, cuya fiel reproducción de la obra original, va cobrando forma bajo el diseño y el formato de un trabajo concienzudo desarrollado con la más innovadora tecnología del diseño y las artes gráficas.
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Ese mismo día, Arthur de Yehak sufre un grotesco e infortunado incidente al atorársele en la garganta una hoja de laurel, mientras degustaba un suculento caldo de pescado. Solícitos los parroquianos tratan de auxiliarlo, pero a pesar de las desesperadas maniobras por sacarle el cuerpo extraño, el insidioso objeto se clava mortalmente en su tráquea, creándole una insalvable y violenta asfixia. Muere el famoso alquimista de la corte de Rodolfo II, mientras Kelley negocia con el Emperador la venta del codiciado manuscrito en la mismísima Kunstkammer, impresionante espacio que atesora la soberbia biblioteca del Castillo de Praga.
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Conocido era de sobra, la pasión de Rodolfo II por los libros, el arte, la alquimia y las ciencias ocultas. En esta célebre librería el emperador atesora numerosos manuscritos y documentos sobre astronomía, astrología, magia negra, alquimia y ocultismo. No podía faltar en su basta colección una sorprendente obra que nadie podía leer, y que contenía según Kelley una antigua y poderosa magia, tan portentosa y sobrenatural que en cada una de sus páginas se entreveía la fuerza contumaz de la sapiencia.<br />
<br />
Para desgracia de Edward Talbot (Kelley), no puede documentar ante Rodolfo II, la autoría del documento que erróneamente él y sus secuaces creyeron a pie juntillas, era la Magna Obra del Magister Prinio Corella. Dadas las circunstancias, el enigmático manuscrito Gadeano es atribuido al inglés Roger Bacon, aunque la mayoría de los sabios imperiales de la corte rodolfina ponen en tela de juicio tal suposición.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">
LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD</span></strong><br />
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No obstante el Emperador adquiere el extraño manuscrito por la nada despreciable suma de 600 ducados. Deseoso Rodolfo II de comprender el hermético contenido del documento y con el inminente anhelo por iniciar una nueva investigación, se encierra en su taller de alquimia ubicado en una obscura torre del castillo de Hradschin, donde nunca pierde las esperanzas de encontrar la fuente de la eterna juventud.<br />
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Desesperado, y sin que ninguno de los eruditos de la corte praguense haya podido descifrar la ininteligible obra. El Archiduque de Austria, Rey de Hungría y de Bohemia y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, sumamente débil, enfermizo y excéntrico recae en una insalvable crisis de ansiedad, aislamiento y furia que se repetirá con tal frecuencia, acabando de afectar su carácter ya de suyo bastante irritable y violento.<br />
<br />
Mientras tanto, Mengué, el fiel sirviente del erudito mallorquín, informa a su amo, que la señora Guinelli ha descubierto la presencia del cartógrafo en la ciudad de Praga. Kima exige una explicación y sin más rodeos su esposo le asegura que Guillermo Doménech, se ha hecho pasar por un experto consumado en el arte de la criptografía, y en el desarrollo de códigos y claves secretas, para entrevistarse con el Emperador Rodolfo II quién tiene en su poder el codiciado manuscrito.
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Supuestamente, el encuentro entre ambos personajes se había realizado en un bosquecillo del castillo junto a las jaulas de los tigres, y rodeados de una docena de grotescos enanos acondroplásicos y liliputienses. En tan desconcertante escenario, Doménech se compromete a la brevedad posible descifrar la misteriosa obra, que ante la desgastada salud física y mental del monarca ya había relegado la interpretación del documento a un prestigioso alquimista y matemático asentado en las entrañas del Castillo de Urania ubicado en la isla danesa de Hven.
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LEER EL CAPÍTULO 31<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizOgBsdln75PnPm-lbvx7xn2d25z8Se4doExN0wPYkzXAziRVOO2W0wMR4QyW7jmAjsUVA6eUs8IPr5jwmxPgg12clK4SwSYfea2sTfldwAN2eYfqEnwZD8HrUE3_WeK1T5JVJK6-dyGI/s1600/c-39.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizOgBsdln75PnPm-lbvx7xn2d25z8Se4doExN0wPYkzXAziRVOO2W0wMR4QyW7jmAjsUVA6eUs8IPr5jwmxPgg12clK4SwSYfea2sTfldwAN2eYfqEnwZD8HrUE3_WeK1T5JVJK6-dyGI/s400/c-39.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">EL PUERTO FRANCÉS DE NARBONNE</span></strong><br />
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Pamela traducía con avidez el texto que leía, sintió una gran ansiedad de ver nuevamente las perlas guardadas en su estuche, estuvo a punto de hacerlo pero algo la sujetaba con fuerza a la silla frente a la computadora, logró levantarse en el momento en que Yara le solicitó el visto bueno de ciertos diseños, permaneció breves segundos con su colegiala hasta que se desvaneció la sensación de zozobra que hacía unos instantes se había apoderado de ella. Se sentó de nuevo frente a la máquina para continuar con el trabajo simultáneo de lectura y traducción.<br />
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El mallorquín Juanjo Vivot y Kima Guinelli contrajeron matrimonio justo un año después de fallecida Marietta Ghisi. La semana siguiente partieron los desposados a un largo viaje plagado de aventuras y vicisitudes que les tomaría un poco más de dos años, en recorrer la geografía planeada por ambos con gran detalle. La nueva y numerosa familia de Gadea y Antonello que los despedían tan aprensivos como jubilosos en el puerto de Pollença, nunca imaginó que jamás volverían a encontrarse con los jóvenes esposos en las tertulias cotidianas, en la sala de costura o en la cocina. Ni siquiera en el plácido huerto, ni en las habitaciones, ni Kima volvería a ver nuevamente su propia alcoba, ni estaría en lo absoluto en ningún otro lugar de la magnífica hacienda de los Ancarola. Kima veía con ternura a sus padres desde la cubierta de una galera de remos y velas construida en algún lugar de Portugal, que con brisa ligera, en tres días arribaría al puerto francés de Narbonne.<br />
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Vivot, viajero experimentado, disfrutaba del viento de primavera que anunciaba la incursión en mares y pueblos lejanos, para alimentar el espíritu y la imaginación. La travesía transcurrió sin incidentes y al arribar a los primeros islotes de aguas francesas, la nave fondeó a cierta distancia del puerto para que los pasajeros se trasladaran a tierra firme en barcas de poco calado. Ahí se reunieron por primera vez con Mengué, el dócil criado del preclaro erudito y Fennia la sirvienta de Kima. Los lacayos llenaron de aire sus pulmones y de luz sus fatigados ojos y su cuerpo, que bajo la cubierta tuvieron que soportar, aunado a la humedad inclemente y los fétidos olores que despedían los trajes infestados de parásitos y suciedades, de los paupérrimos pasajeros que viajaban buscando mejor fortuna, venidos desde Marruecos, Portugal y España.<br />
<br />
Después de haber esquivado los piojos y la hacinación de los cuerpos inmundos, el paisaje a cielo raso de Narbonne frente al mar, llenaba a los criados de libertad como una grácil paloma con las alas truncas y doloridas. Pronto quedaron atrás la multitud de barqueros, pescadores, gondoleros y comerciantes inmersos en el trajín de las actividades náuticas y mercantiles del puerto, ocupados en la carga y descarga de mercancías transportadas en bestias de carga a los almacenes, a las lonjas o renterías estratégicamente ubicadas en la zona portuaria.<br />
<br />
No muy lejos, frente a la plaza del Ayuntamiento el carruaje enviado por la viuda del vizconde de Capdeutrei esperaba a los recién desposados. El cochero los vio aproximarse y raudo ofreció todo tipo de cortesías y reverencias a los invitados de tan distinguida dama. Juanjo Vivot y su esposa subieron al coche mientras Mengué y Fennia, junto a los dos lacayos del servicio que había mandado la señora, acomodaban los baúles del equipaje en una amplia diligencia tirada por cuatro caballos, que muy cómodamente podía albergar hasta ocho personas. Ahí viajaron los cuatro criados junto a otras dos mujeres, jóvenes mozas que recién habían hecho la mercadería en los puestos de la plaza y en el muelle de pescadores.<br />
<br />
El olor a jamón ahumado sobresalía de los comestibles que rebosaban de las cestas para desgracia de Fennia, que no podía evitar la sensación de regusto y apetito que le provocaba dicha circunstancia, acrecentando el vacío que sentía en la boca del estómago después de mal comer algunas vituallas a bordo de la galera, durante los tres largos días del viaje por las aguas del mediterráneo. Mengué veía lánguidamente la campiña a través de las ventanas del coche, tratando de ignorar los ruidos grotescos que acompañaban el movimiento inoportuno de sus intestinos.<br />
<br />
Kima y Juanjo ajenos a las penurias de otros descorchaban una botella de vino que junto al pan blanco, el paté, los pastelillos de carne, la fruta y el queso acompañaban las viandas campestres dispuestas en una primorosa cesta. En otra no menos preciosa, había algunas servilletas bordadas de encaje, un pequeño mantel y unas toallas empapadas en agua de rosas para refrescar las manos y el rostro de los comensales. A lo lejos, el soberbio paisaje perfilaba las primorosas cordilleras y los picos nevados de los Pirineos, que muy pronto perdían interés al vislumbrarse en la cumbre de una colina la ciudad amurallada de Carcassonne.<br />
<br />
Los carruajes bajo el sol de las primeras horas de la tarde, bordeaban al trote acompasado de los caballos las fértiles orillas del río Aude. No muy lejos, un puente revelaba la presencia de un foso impresionante. En la cercanía, los cascos de los jamelgos golpearon despacio, aminorando la marcha sobre el viaducto que anunciaba propiamente la entrada a la Cité. El trayecto pronto se convirtió en una visión fantástica, dejando a los viajeros plenos de exultación y jubilosas exclamaciones. No tardaron en ingresar a la fortaleza por el puente levadizo, y en su interior quedaron maravillados frente a la monumental muralla, doblemente concéntrica engalanada con sus cincuenta y dos espléndidas torres.<br />
<br />
Los carruajes se internaron por calles angostas y sinuosas llenas de magia y encanto, hasta llegar al castillo de Capdeutrei donde los esposos Vivot fueron alojados en una cómoda y amplia habitación, cuya vista dominaba desde lo alto en su magnificencia el esplendor del valle de Audé.<br />
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Kima veía desde el balcón de la sala del Heraldo la noche estrellada, mientras Juanjo inquiría para sí los símbolos del singular blasón de la casa de Don Diego de Capdeutrei vizconde de Carcassonne. El escudo suspendido de un muro resultaba impresionante, con su campo de oro adornado con tres flores de azur bien ordenadas y bordura jaquelada, en dos órdenes de oro y azur. El diseño hacía suponer por la bordura jaquelada un escudo de armas con linaje por ambas partes, tanto para los Capdeutrei como para los Poitiere en línea directa de Doña Elba Graciana.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">ERES HERMOSA COMO TU MADRE</span></strong><br />
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Los esposos aguardaban con cierto nerviosismo el inaplazable arribo de la vizcondesa, quién no tardo en irrumpir al salón tomada del brazo del ilustre banquero Georg Ancarola. Kima sintió un súbito temblor a lo largo de su espalda y su cuello, cuando se percató que los ojos del anciano la veían con excesiva determinación y curiosidad. Efectivamente se sintió observada sin pudor. El anciano de 90 años se aproximaba con paso lento y sin perder gallardía, y a tan solo unos pasos de su nieta le dijo con voz pausada -eres hermosa como tu madre. ¿Acaso también eres huraña… sagaz… graciosa… lista… demasiado lista… ingeniosa o dotada en algo inusual?<br />
<br />
Kima bajó los ojos e hizo una pequeña reverencia y sin levantar la vista contestó –no lo creo señor, solo soy una joven que se siente muy honrada de conocerle y tenerle por su nieta. Georg tocó suavemente con su mano derecha enguantada el mentón de Kima, con delicadeza levantó el rostro de la hija de Gadea hasta que los ojos de ambos quedaron alineados frente a frente.
<br />
-Tu madre desde niña siempre fue excepcional. Llegué a sentir orgullo y no puedo negarlo, a veces también temor. No es fácil asimilar a los seres excepcionales. Y con solo verte estoy seguro que tú tienes lo mejor de ella y por supuesto lo mejor de tu padre, hombre inigualable que buena fama se ha ganado como artista virtuoso en las tierras lejanas de muchos reinos.
<br />
<br />
-De usted también tengo magníficas referencias mi estimado señor Vivot. Dijo el anciano que volteó a ver con rostro apacible al esposo de Kima. -Y no quiero desaprovechar la oportunidad de verle –agregó- porque deseo encomendarle una importante diligencia que a buen recaudo le informaré después de la cena.
-Me honra usted con su confianza que no habré de defraudar –declaró Juanjo con franca modestia.<br />
<br />
En ese momento un mayordomo le anunció a la vizcondesa que el servicio ya estaba listo, y sin más preámbulos los invitados se dirigieron al magnífico comedor. Kima y Juanjo quedaron muy impresionados al entrar al gran salón donde todo brillaba titilando con la magia de los candelabros de plata, los cubiertos de oro, las copas de cristal y las joyas de Doña Elba Graciana que centelleaban con cada movimiento estudiado de su altivo cuello. Incluso la misma Kima sobresalía engalanada con un par de pendientes y una gargantilla de esmeraldas y diamantes que su abuelo recién le acababa de obsequiar. La joven esposa se sentía atrapada en un sueño donde todo ocurría en cámara lenta y en el cual se veía aparecer y desaparecer, a través de la tapicería de seda bellamente recamada.<br />
<br />
Pero no era un sueño, era algo que nunca había imaginado mientras tallaba con el buril la dura madera de boj, para posteriormente imprimir sobre pergamino sus magníficos diseños de xilografía. Y ahí estaba ella degustando el sabor exquisito de las Alcachofas a la Provenzal, al tiempo que escuchaba a su marido en franca conversación con su abuelo como si le conociera de toda la vida. Ella sonreía con delicadeza mientras saboreaba el esponjoso Soufflé relleno de langosta a la crema, entre sorbitos de seis vinos diferentes a lo largo de todo el banquete que la fortalecían, para no desfallecer en la simulación de una burguesa y flamante dama de sociedad que en realidad no era.
<br />
<br />
Pero nadie podía negar la elegancia con que la joven mallorquín cortaba las pequeñas porciones de huevo a la Parmentier, y la sensualidad con la que saboreaba los trozos de Brandada de Bacalao. La vizcondesa la veía satisfecha por haber sido ella la feliz mediadora de tal reconciliación, pues sabía bien por los médicos de oficio, que la enfermedad que aquejaba a su gran amigo el banquero Georg Ancarola, no le auguraba muchos meses de vida. El momento de los postres cumplió con el mágico ritual gastronómico, Kima había tenido tiempo suficiente para asimilar toda clase de emociones, y sin que las bebidas espirituosas hicieran estragos en su cabeza empezó a sentirse estupendamente bien.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
¿ME PUEDE DECIR EN QUÉ IDIOMA ESTÁ ESCRITO?</span></strong><br />
<br />
La sobremesa se llevó a cabo en una pequeña estancia plena de franca camaradería, motivo por el cual Georg Ancarola consideró que era el momento justo para plantearle a Juanjo Vivot un asunto importante. De un sobre con el sello lacrado ya roto, el anciano sacó unos pergaminos –me interesa mucho tu opinión. –le dijo- Estas copias me las han hecho por encargo de un raro manuscrito que tuve oportunidad de hojear detenidamente hace más de seis meses. Era mi deseo comprar el manuscrito original para la biblioteca del monasterio de Lagrasse. He quedado en deuda con el abad Nebredius de Batllori ya que el vendedor ha fallecido de muerte accidental y nadie hasta ahora me da razón de la obra.
<br />
<br />
El anciano le alargó el sobre que Vivot alcanzó con delicadeza. El Mallorquín observó en silencio, con excesiva calma cada uno de los 20 folios.<br />
-¿Qué opina? Usted que habla y conoce muchas lenguas, ¿Me puede decir en que idioma está escrito? Vivot arqueó las cejas, desconcertado, tardó en contestar.
<br />
-¡Nunca había visto nada parecido!<br />
-¿Está seguro? ¿Entonces no sabe lo que dice? –Preguntó en tono áspero el banquero quien se dio cuenta que había levantado la voz. Ambos voltearon a ver a Kima que en ese momento cubría a Doña Elba con una frazada. La vizcondesa se había quedado dormida en un diván. Una doncella le retiraba las calzas y le acomodaba sendos almohadones a ambos lados del cuerpo.<br />
<br />
El joven y el anciano retomaron la conversación en un tono más reservado. No tardó en unírseles Kima que se aproximo a los dos hombres caminando con excesiva lentitud sobre las puntitas relucientes de sus zapatillas. La joven se sentó junto a su abuelo al que le obsequió una tierna sonrisa. Vivot le pasó el total de los folios y le preguntó –¿Qué opinas querida? ¿No te parece inusual el texto y los decorados de este manuscrito?
Kima tomo con ávido interés las hojas que fue pasando con insospechada sorpresa y que al acto comenzaron a quemarle las manos como brazas encendidas de un humeante fogón.
<br />
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/12/la-pasion-de-rodolfo-ii-capitulo-30.html">CAPÍTULO 30</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYuvAfujhPk_ZtjlLE64fYlYKxhSoAX7YA_bpmcyVj3lsC8qVzTHWtr2_FlTiKSfzwk2Eo9dsyfP62pvFOQYn-CLAm7BfHcwtfnhfj0kCvqiLO9slP_U_7Sp15VRS_c0bXWt_75RFRMqs/s1600/c-38.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYuvAfujhPk_ZtjlLE64fYlYKxhSoAX7YA_bpmcyVj3lsC8qVzTHWtr2_FlTiKSfzwk2Eo9dsyfP62pvFOQYn-CLAm7BfHcwtfnhfj0kCvqiLO9slP_U_7Sp15VRS_c0bXWt_75RFRMqs/s400/c-38.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">¡QUÉ DESCUBRIMIENTO!</span></strong><br />
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Recién llegados a la hacienda y sin tiempo aún de limar algunas asperezas en privado, se precipitaron los acontecimientos cuando una mujer de la servidumbre le anunció a Guinelli la presencia del alquimista Arthur de Yehak quién solicitaba para él y sus acompañantes urgentemente su anuencia. Sin más remedio el señor de la casa los hizo pasar a su despacho. El primero en hablar fue el alquimista.<br />
-Estimado Guinelli, lamentamos este penoso asedio, pero creemos que en nuestra previa conversación usted nos ha ocultado algo de vital importancia para la ciencia que nos ocupa.
<br />
-¿No entiendo? Creí que todo había quedado claro.<br />
<br />
-Es probable que usted ignore algunas cosas respecto a la familia de su mujer –intervino en tono suspicaz Kelley- pero nosotros lo vamos a poner al corriente.<br />
-Soy todo oídos pero les advierto que no toleraré insolencias –manifestó el impresor quién en ese momento hubiera preferido ser sordo de nacimiento.
<br />
-Descuide, me limitaré a los hechos. Su esposa Gadea es hija de Georg Ancarola y Catalina Berti.
<br />
-Cierto.
<br />
-Y su suegro fue el cuarto de los hijos de Ulrich Ancarola y Apel Ferrater.<br />
-No me dice nada que yo no sepa.
<br />
-Pues tal vez ignore que Melissa Ferrater quién en vida fue hermana de Apel y por consiguiente tía de Georg Ancarola su suegro… conocido aristócrata, inversionista y banquero…<br />
<br />
-¿No entiendo a donde quiere llegar con todo esto?
<br />
-Seré claro –dijo sin rodeos Kelley- veo que usted ignora que la tía abuela de su esposa, Melissa Ferrater no tan solo protegió al Magister Prinio Corella sino fue su discípula.
<br />
-¿Discípula?
<br />
-Tal cual –terció el astrónomo y matemático Wenceslao Stroff quien se veía demasiado irritado como para alzar la voz cuando agregó- Tenemos testimonios irrefutables al respecto. Incluso sabemos que se hacía llamar “Virgencita Negra”.
<br />
-¡Es suficiente…! No pienso tolerar más –Dijo Guinelli dando tremendo puñetazo en la mesa- salgan inmediatamente de mi casa.<br />
<br />
En ese momento el alquimista Arthur de Yehak se levantó encolerizado, los cachetes mofletudos le temblaban y sin poder controlar sus movimientos se dio una vuelta en redondo encaminándose de forma accidental a la habitación contigua donde alcanzó a ver el bargueño que contenía los manuscritos de Gadea.<br />
-¡Qué descubrimiento! –Gritó resoplando el gordo- aquí hay unos manuscritos.
El astrónomo y Kelley se pararon como resortes y de un certero brinco estaban frente al mueble. Guinelli los siguió y no pudo menos que aterrarse cuando Yehak le ordenó que abriera el bargueño.<br />
-He perdido la llave –aseguró Antonello con voz entrecortada.
No se hizo esperar la furia del alquimista que levantó con inusitada fuerza el armario y en vilo lo arrojó contra la pared. Volaron astillas de madera y vidrios por todos lados. Los tres hombres como aves de rapiña escudriñaban entre los pedazos de tablas y cristales cada uno de los treinta y ocho manuscritos.<br />
<br />
El pertinaz de Kelley alzó de entre los restos desperdigados la tapa que cubriera el doble fondo y bajo ella descubrió que reposaba indiferente el manuscrito del Ditriae-Corporum y las mujercitas desnudas.
<br />
-¡Lo tengo! –dijo dando tremendo alarido.
Los tres usurpadores apenas si se dieron tiempo de examinar el manuscrito, tal vez el confirmar que no entendían absolutamente nada les era la prueba más contundente, que tenían en su poder el secreto mejor guardado de la alquimia. Salieron de la hacienda con tal celeridad que su recuerdo se volvió polvo, y no se les volvió a ver por ningún rincón de la isla de Mallorca.<br />
<br />
Antonello Guinelli postrado en un sillón veía a Kima y a Gadea rescatar de entre los escombros, todos los años de paciente trabajo expuesto en la obra de copista de su esposa. Frente a los inadmisibles acontecimientos los tres sentían impotencia y culpabilidad, cada uno a su manera. El impresor por haber leído el manuscrito que Melissa aprisionara entre sus manos el día de su muerte, y no habérselo confesado a su esposa. Gadea por haberle ocultado a su marido la única obra que no copió, ni las circunstancias que la llevaron a escribirla y Kima por haber minimizado el escrito de su madre, y haber dejado para otra ocasión la oportunidad de discernir con mejor juicio dicho asunto.
<br />
<br />
Pero en el fondo los tres sintieron un gran alivio y de lo ocurrido ese día no se habló jamás. No obstante que los acontecimientos de aquella tarde marcarían un antes y un después insalvable. A las pocas semanas Antonello sufrió un desmayo, que indicaba el inicio de su precaria salud en los últimos años de su vida. Un par de meses después Marietta Ghisi, la joven madre de sus cinco hijos naturales, moriría en el parto quedando los críos al cuidado de Gadea, quién temiendo más calamidades le entregó a Kima el legado pos mortem de Melissa. La tercera mujer del incógnito linaje de la ermita pronto se adjudicó la empresa de continuar con la escritura de los hechos cronológicos de la familia, que tan puntual relataran su madre y su auténtica abuela.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">LA HISTORIA PERTENECE AL PASADO</span></strong>
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<br />
Pamela se cuestionaba lo suficiente la veracidad de los hechos que las historias en general narran. Descubrió que cada acontecimiento es referido por una particular percepción, y cada individuo imprime en los eventos, su interés personal de formar parte de ellos según su criterio. A fin de cuentas el médium no pudo percibir que Melissa, no era en realidad hermana de Apel ni pudo vaticinar que el manuscrito que substraían, no era la magna obra de Corella cuyo original había sido destruido cien años atrás, y del cual solo quedaba la obra cifrada de Melissa, que se encontraba oculta probablemente en algún lugar de las catacumbas.<br />
<br />
La historia pertenece al pasado pero cada día, en el presente y en el futuro los hechos se reinventan forjando una memoria relativa, sujeta a los embates de la especulación de quien los vive y del qué, en cualquier momento los reconstruye. Ahora le tocaba el turno a Pamela de rescatar la obra, habiéndose propuesto no modificarla en lo más mínimo, ni aunque ella misma fuera parte y presencia del tiempo, en una fracción minúscula de los acontecimientos, así lo quería ver en el momento en que lo escribía, para que quedara testimonio arraigado en la posteridad de todos sus días por venir.
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<br />
<strong><span style="color: #660000;">
EL ORÁCULO DE LA HUMANIDAD Y DEL UNIVERSO</span></strong><br />
<br />
Kima, a falta de voluntad y buena disposición de su padre concluyó el enigmático diseño de los naipes simbólicos, que por encargo de Tycho Brahe habrían de representar el oráculo de la humanidad y el universo. Encerrada en su habitación, lejos del bullicio de sus medios hermanos, del corretear por la casa de los hijos de la nodriza, del llanto del recién nacido y la impaciencia de su madre, releía una y otra vez los escritos de Melissa y Gadea. En cualquier caso siempre terminaba con una sensación angustiosa, hecha un lío y con un montón de preguntas en la punta de la lengua, que le hubiera gustado hacer a su abuela, pero casualmente el día que ella abría los ojos al mundo la anciana los cerraba para siempre.<br />
<br />
El cúmulo de interrogantes con frecuencia también la llevaban a la figura del Magíster Prinio Corella, no entendía porque el sabio alquimista le encomendó a Melissa tan grave responsabilidad y porqué le pidió ocultar y de quién sus investigaciones. Guardó el manuscrito junto a la pequeña alforja de piel de oveja, cerró el cajón de la cómoda y a los pocos segundos volvió a abrirlo, clavó la vista en los pliegues del saco de cuero de donde sacó las cuarenta y cinco perlas al tiempo que se percataba de un ruido ensordecedor en lo más profundo de su cerebro. El sonido crecía como una detonación que le provocaba punzantes golpeteos en la cabeza, que torpemente se cubría con sus manos apretadas tratando de aminorar los intensos embates como de objetos que colisionaban.<br />
<br />
Por un momento creyó enloquecer, una fuerza inaudita le aprisionaba el cerebro cada vez que chocaban las esferas con el contrafuerte. De súbito se vio inmersa en el Corporum-esferae, de manera inexplicable se descubrió suspendida en el vacío, con una extraña sensación de inexistencia, de abrumadora soledad, de terrorífica ausencia del tiempo y el espacio eternizado en un mar homófono repleto de nada. Gateó despacio, cuidando de no desvanecerse con la intención de avanzar hacia ningún lado porque todo era exactamente lo mismo, no había ni el más imperceptible referente en ese lugar sin límites, solo a lo lejos, abajo o arriba de ella, o a los lados o en alguna dirección desconocida se estremecía el cristalino, casi etéreo artilugio de las esferas.<br />
<br />
Sintió haberse movido durante mucho tiempo en alguna fracción de ese todo inalterable, levantó su mano derecha para avanzarla tan solo un palmo, y al colocarla sobre la superficie diáfana que hacía unos instantes era firme, ésta se disolvió proyectando con sorpresiva premura su cuerpo a la deriva, que inició una carrera abrupta de giros y tumbos, rebotando supuestamente en muros que ella no alcanzaba a ver. Instantes después atisbó una incandescencia que se aproximaba expedita hacia ella, y en la cual quedó atrapada en su ráfaga de luz que avanzó serpenteante, hasta caer en el interior de una esfera roja-cristalina que tan pronto la contuvo, ésta se cerró.<br />
<br />
Al instante, se dio inicio a un caótico movimiento chocando con tal fuerza el abalorio, con las otras esferas que por un instante temió que estas fueran a romperse. Por unos segundos el movimiento se detuvo, lo suficiente para que Kima diera un respiro después del cual, las esferas retomaron con furia el camino hacia el contrafuerte. Sin poder asirse de nada mientras caminaba con las perlas entre las manos, cayó de bruces al tropezar con el fleco de un tapete. Los abalorios rodaron por el suelo en dirección de una pared donde quedaron las cuarenta y cinco gemas perfectamente bien alineadas.
<br />
<br />
Esperó desplomada en el piso sin moverse que los latidos de su corazón se apaciguaran, todo estaba en calma, afuera no se oía ningún ruido, solo se escuchaba el silencio absoluto con tal magnitud y densidad que hacía el aire irrespirable. Kima levantó la cabeza un poco, lo suficiente para advertir el arreglo de las perlas. Unos minutos le fueron suficientes para percatarse que solo una perla roja se encontraba posicionada en el lugar correcto del “contrafuerte”, lo vio de inmediato, de un solo vistazo, parpadeó un poco estrujando los ojos, dudó de su prematura impresión así que contó el primer bloque de nueve perlas de entre las cuales no había ninguna negra.
<br />
<br />
En el siguiente bloque de nueve perlas no había ninguna azul claro, En el bloque correspondiente a las perlas rojas, había solo una, justo al centro que destacaba con un hermoso tono carmesí, en los bloques restantes, tanto en el verde claro como en el blanco no había perlas de ese color. Se incorporó acercándose con parsimonia a la pared que parecía sostener las perlas. Tomó la perla roja entre el pulgar y el índice de su mano derecha, la aproximó con firmeza frente a sus ojos y vio como el pequeño objeto parecía disolverse entre sus dedos hasta tornarse transparente, completamente diáfano en cuyo interior alcanzó a ver la silueta de dos mujeres. Kima se desvaneció y al caer la perla al suelo chocó con las demás alterando el arreglo original a tal grado que las gemas terminaron desperdigadas por toda la habitación.
<br />
<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/12/un-asunto-importante-capitulo-29.html">CAPÍTULO 29</a><br />
<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw7CjvO7SegtbaUBh6lMFsCZ19WPavJs6rA3NBcpiYZk4XautrhJGIn7uGi0qsGmF-kr3s3I7IOZ09yncX7_iRBTTz715pXlNvG_oNXcofc7Rqipf-FOgRPERXAixn2QqnS3Cdbrm0lJ4/s1600/a-3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw7CjvO7SegtbaUBh6lMFsCZ19WPavJs6rA3NBcpiYZk4XautrhJGIn7uGi0qsGmF-kr3s3I7IOZ09yncX7_iRBTTz715pXlNvG_oNXcofc7Rqipf-FOgRPERXAixn2QqnS3Cdbrm0lJ4/s400/a-3.jpg" width="400" /></a></div>
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<br />
<strong><span style="color: #660000;">CORRIENTES CONTÍNUAS DE ENERGÍA</span></strong>
<br />
<br />
Pamela se quedó de a seis, tan boquiabierta y enormemente sorprendida que no atinaba a decir nada, permaneció en silencio largo rato, finalmente se dijo, debo llamarle a Ferdinan. Marcó varias veces al hotel sin éxito, el señor Perilló había salido, pensó en dejarle un mensaje pero la mujer del otro lado de la línea hablaba un inglés tan oriental, que parecía sopa ramen acompañada de un hot dog sin mostaza. Marcó al celular y no encontrando respuesta a su llamada consideró que lo más práctico era mandarle un correo, borroneó algunas líneas en el recuadro de texto de su e-mail, pero no halló las palabras adecuadas para decirle lo que tenía que decirle, ¿aunque en realidad no sabía qué iba a decirle? Así que cerró el correo y continuó absorta en la lectura.<br />
<br />
-También debo decirte otra cosa –suspiró Gadea- hace tiempo escribí un libro.
Kima tomó las manos de su madre y le dijo cariñosamente –Eso ya lo sé madre, has copiado magistralmente treinta y ocho manuscritos, dice papá que muy pocos copistas en el mundo pueden superarte, y yo estoy muy orgullosa de ti.<br />
-No hablo de una copia.
<br />
-¿No?
<br />
-No.
<br />
-¿Entonces?
<br />
-Ven –le dijo Gadea a su hija indicándole que la siguiera. A través del despacho de Guinelli llegaron a un salón poco iluminado que se usaba en circunstancias especiales. La esposa del impresor abrió con una pequeña llave las puertas de vidrio del elegante bargueño. Retiró con sumo cuidado los manuscritos de su propia hechura y al quedar vacío el mueble intentó quitar la tapa que cubría el doble fondo. Kima notó el nerviosismo de su madre y le dijo con ostensible afecto –déjame ayudarte.<br />
<br />
Haciendo palanca con la llave, la joven logró levantar la cubierta de madera dejando al descubierto el libro, lo tomó con suma delicadeza, caminó hacia la ventana, abrió las cortinas, se sentó en un sillón y hojeó el manuscrito por más de una hora sin pronunciar ninguna palabra mientras Gadea la veía con los ojos llenos de lágrimas.<br />
<br />
Ring… ring… <br />
-Bueno –contestó Yara- si, se la paso señor, hasta luego. Es para usted señora Pamela.
<br />
-Hola amor, estaba pensando en ti ¿Cómo va todo?
<br />
-Yo siempre pienso en ti pequeñita… acabamos de salir de una junta, las cosas no pueden ir mejor, creo que este arroz ya se coció.
<br />
-¿En verdad?
<br />
-¡Hola, hola! Hay mucho ruido en la calle, después te hablo con más calma, no hemos comido y ya es hora de cenar. Te quiero, cuídate.
<br />
-Espera… Te quiero tambi…
-Clic
-Se cortó –dijo Pamela.<br />
<br />
-Esto es… de lo más extraño, ¡no entiendo nada! –exclamó Kima quién se mostraba notoriamente sorprendida ante la incomprensible escritura del texto y las insólitas imágenes que lo acompañaban. <br />
-¿me puedes explicar? –finalmente agrego.
<br />
-Si, pero no te molestes conmigo –le suplicó Gadea.
<br />
-No estoy molesta, estoy confundida mamá ¿Qué es todo esto? No entiendo ni una palabra. ¡Y tanta mujer desnuda! ¿Supongo que tampoco lo sabe papá?
<br />
-No… solo lo supo tiitameli… ella me ayudó un poco.
<br />
-¿Tiitameli? ¡Por Dios!
<br />
-Fue algo que paso… yo misma no lo entiendo –susurró Gadea- ocurrió en el túnel de la mezquita, cerca de la biblioteca… íbamos juntas y de repente algo nos separó, no sé cómo porque todo quedó oscuro y silencioso, cuando me di cuenta yo estaba en un lugar extraño y desconocido. Fue terrible, tal cual lo relato en el libro.
<br />
<br />
-¡Pero aquí no se entiende nada de lo que me estás diciendo! ¿Qué lenguaje es este? ¿Qué significa todo esto?
<br />
-No lo se… es un… un lugar que existe, en cualquier parte, en un lugar tan pequeño como una brizna de polvo. Donde las gentes no son gentes, ni las cosas son cosas, por más que nosotros queramos verlo así.
<br />
-¿Entonces?
<br />
-Es… es… un espacio donde se generan corrientes continuas de energía… -dijo temerosa Gadea al ver la cara de estupor de su hija.
<br />
<br />
-¡Ahhhhhhhh! Pues entiendo menos. Dicho esto Gadea se puso a llorar.
<br />
-No llores madre, por favor. Déjame entender, este libro contiene un apartado de herbolaria y lo que parece ser una sección farmacéutica con un inusual apartado astronómico y por lo que veo también biológico, más algo que aparentan ser muchas recetas, y una serie de ilustraciones enigmáticas, geométricas, excesivamente cristalinas, perfectamente redondeadas y todo esto relacionado con las mujercitas desnudas sumidas en extrañas tinas y tuberías. ¿Me equivoco? o tiene algo que ver con la alquimia, ¿verdad? –preguntó Kima señalando algunas ilustraciones.<br />
<br />
-La señora de Guinelli primero asintió con la cabeza, pero después de un gesto de duda negó su pronta aseveración.
<br />
–No, no es un tratado de alquimia, ni un herbolario, ni nada de eso. –dijo con cierto temor.
<br />
-Lo parece… lo parece, algunas partes me recuerdan algún manuscrito de Galeno, o ciertas fórmulas de Arnaldo de Vilanova o tal vez Dioscórides, pero no… estas plantas informes no pueden ser reales, y todo es tan ilegible. Lo que más me llama la atención y ciertamente me inquieta son los dibujos de las esferas, se ven tan cristalinas, la transparencia de todas estas raras piezas superpuestas es sorprendente, no sé cómo lo lograste tan solo con ligeras pinceladas de color y breves trazos rústicos de la pluma. Papá se quedaría atónito.
<br />
<br />
-Es mejor no comentarle nada –se apresuró Gadea a decir.
Kima cerró el manuscrito, lo colocó nuevamente en su escondite y tuvo la precaución de echarle llave al bargueño.
<br />
-Madre, vamos a olvidarnos de este asunto y quiero pedirte algo, dentro de un mes habrá una festividad muy importante en la imprenta, me sentiría muy feliz si vinieras.
La hija de Gadea se retiraba cuando escuchó a su madre preguntarle.<br />
-¿Está embarazada otra vez, verdad?
<br />
-Si, es el quinto.
<br />
-¡Es tan joven!
<br />
-Si, es joven, tonta y fea –dijo Kima alejándose con pasos apresurados.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
LOS ILUSTRES VISITANTES</span></strong><br />
<br />
Todas las salas que daban hacia el patio central de la imprenta se habían transformado en el territorio transeúnte de la Feria del Manuscrito, durante la semana en que se celebraba el cuarenta y cinco aniversario de su fundación. Atestado el lugar de ilustres visitantes que iban y venían con catálogos en mano, solicitaban ser atendidos personalmente por los dueños que no se daban a basto para atender a tal cantidad de expertos coleccionistas, y a un buen número de rastreadores de obras antiguas, raras e inéditas.<br />
<br />
Antonello Guinelli finiquitaba algunos detalles con ciertos caballeros venidos desde la isla danesa de Hven. Por encargo del célebre astrónomo Tycho Brahe, los personajes le solicitaron al artista italiano un sofisticado diseño de naipes simbólicos, los que serían impresos en la imprenta del centro astronómico edificado en las entrañas del Castillo de Urania. Guinelli después de atenderlos se retiraba de su despacho, cuando fue abordado por tres individuos que solicitaban información sobre un antiguo manuscrito.<br />
<br />
-Señor Guinelli –dijo un hombre grueso de barba puntiaguda y entrecana- estamos interesados en la obra del Magister Prinio Corella, sabemos que existen al menos quince o veinte manuscritos suyos y por supuesto su Magna Obra.
<br />
-Corella… Corella. Si lo recuerdo, efectivamente –dijo hojeando el registro- aquí tengo algo: “De creatione quintae essentiae” (1478), “Elixir Vitae” (1482) y “Ars Major” (1490).
<br />
-¿Es todo? –preguntó decepcionado el hombre.
<br />
-Por desgracia gran parte de su obra fue prohibida y devastada, pero existe una relación muy prolija que el abad Jacobo de Grinaldi escribió en una biografía del “Doctor Absolut” bastante completa.
<br />
-¿Podemos verla?
<br />
-Por supuesto, síganme –dijo Guinelli encaminándose a la biblioteca. Tomó el manuscrito de una vitrina y se lo mostró a los hombres que se habían sentado alrededor de una mesa. El texto de Grinaldi mencionaba detalladamente nueve manuscritos como obras menores y diez más a los que les concedía plena importancia.<br />
<br />
Un hombre delgado, de aspecto macilento y lo bastante alto como para sobresalir su cabeza entre la nutrida concurrencia que se había congregado en el patio central, intervino con la siguiente aclaración, -El abad no menciona nada de su Magna Obra que debió haber concluido en 1498.
<br />
-¡Imposible! –dijo de inmediato Guinelli- Prinio Corella murió en 1496 en un lamentable accidente cuando su carruaje cayó por un acantilado de la sierra Tramuntana al despeñadero- Los tres hombres se vieron sorprendidos, incrédulos.
<br />
-Existen varios manuscritos que dan testimonio de su Magna Obra, Eliphas el Magnífico lo cita varias veces al igual que Jonathan Von Debra entre otros que tuvieron correspondencia con él hasta 1498 –informó el menos viejo que no había pronunciado palabra.<br />
<br />
-¡Qué contrariedad! No sé que decirles, al menos algo es seguro, jamás encontraron su cuerpo. Hay muchas historias al respecto, que la marea arrastro su cadáver al fondo del mar. Que fue rescatado en vuelo por un ángel. Que cayó sobre la arena como blanda espuma y siguió caminando como si nada. En fin, cualquier cosa, lo cierto es que su muerte sigue siendo un misterio y nadie ha dado fe de su Magna Obra. Me temo señores que no puedo ayudarles más.<br />
<br />
Guinelli salió de la biblioteca para reunirse con su hija Kima, la joven charlaba cerca de la fuente del patio central con Guillermo Doménech y Juanjo Vivot, los dos hidalgos eran originarios de Mallorca. El primero era un cartógrafo consumado y el segundo un políglota, erudito y estudioso de heráldica. Ambos caballeros solían visitar la imprenta durante sus fortuitas estancias en la isla como un retiro solaz entre sus viajes incansables.<br />
<br />
El grupo escuchaba de buen agrado las anécdotas que Doménech solía relatar cuando Guinelli vio a Gadea como una apacible imagen parada en el descanso de la escalinata bajo la arcada del pórtico interior. Antonello no pudo ocultar su alegría y sin disculparse del corrillo se encaminó hacia su esposa que también lo había advertido. Como una pareja de enamorados los vio Kima tomados de la mano aproximarse a ellos. Con casi sesenta y cinco años a cuestas la señora Guinelli conservaba la belleza y la elegancia que en su juventud le fueran características.
<br />
<br />
Gadea elogió con modestia y probado conocimiento el notable trabajo de la imprenta durante todos esos años. En pocos minutos la naturalidad de la conversación se convirtió en una delicia hasta que uno de los interlocutores se dio cuenta que eran observados sin pudor por tres caballeros. Con cierta discreción éste les señaló a los insolentes personajes.<br />
-El regordete de barba es Arthur de Yehak, famoso alquimista de la corte de Rodolfo II –dijo Juanjo Vivot.
-El alto escuálido es el astrónomo y matemático Wenceslao Stroff, también asentado en el bastión de la Academia de Alquimia Praguense. El otro no me es conocido –añadió el cartógrafo que les dirigió una mirada sin reparos- supongo que vienen de Bohemia…<br />
<br />
Por lo que veo –agregó Doménech- por aquí bulle el corazón de los “destillatores” y circula mucha sapiencia de los laboratorios herméticos de Praga.
<br />
-Un momento, un momento… -dijo en tono más que efusivo Juanjo Vivot- ¡Es Kelley!, el controvertido médium particular del Dr. Dee.
<br />
-¡Por supuesto! –Intervino el cartógrafo- bastante bien conocido por su mecenazgo dispensado por parte de Isabel I de Inglaterra.
<br />
-Aunque no menos popular por haber perdido las orejas en manos de la justicia. Su nombre verdadero –susurró Vivot casi al oído de los escuchas- es Edward Talbot, quién se desempeñó muy joven como escribiente y más tarde se supo que era un artífice harto mentiroso y un auténtico falsificador de documentos.<br />
<br />
Antonello Guinelli no pudo evitar cierto nerviosismo, sugirió que un asunto pendiente obligaba a su esposa y a su hija regresar a la hacienda. Se disculpó prometiendo a la brevedad posible regresar dejando de súbito a los dos jóvenes con un palmo de narices. Gadea y Kima se despidieron con sutil presteza sin entender nada, En el carruaje hablaron poco y la pregunta de Kima respecto a lo sucedido quedó de momento sin respuesta.
<br />
<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/12/abrumadora-soledad-capitulo-28.html">CAPÍTULO 28</a><br />
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liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-37575385874066972212012-12-01T22:15:00.001-06:002012-12-05T13:04:58.279-06:00¿TÚ LO INVENTASTE? (capítulo 26)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXhj6uSc1ePoMh_d8G628ku2PI2fdhcmQnEO1cgWlYd9IaUM8SvH4-vAUbt17WUdp9prN5lf06Bubs6dvdyZeb77GeXzmF-Y62-wy0mcZ6bbz-iy7Cu27tRg08k1QaRBiFE4-VPyCdNCg/s1600/c-35.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="376" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXhj6uSc1ePoMh_d8G628ku2PI2fdhcmQnEO1cgWlYd9IaUM8SvH4-vAUbt17WUdp9prN5lf06Bubs6dvdyZeb77GeXzmF-Y62-wy0mcZ6bbz-iy7Cu27tRg08k1QaRBiFE4-VPyCdNCg/s400/c-35.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">LAS CARTAS DEL TAROT</span></strong><br />
<br />
La hacienda no volvió a ser la misma sin las hermanas Ferrater, la factoría Blau Turquí sufría el rigor de ciertos rivales italianos. En ese momento Florencia y Venecia eran las capitales de los perfumes y los sagaces adversarios habían perfeccionado las fórmulas de las antiguas composiciones de sus propios aceites esenciales. Las cortes de los Médicis y de los Duxs de Venecia eran los mejores clientes de sus competidores, e incluso dichos personajes de la realeza, cuando viajaban se hacían acompañar entre su séquito de un renombrado alquimista también hacedor de fragancias.<br />
<br />
Por otro lado, de París habían surgido los guantes perfumados invadiendo el inflexible mercado Francés, y de América y de la India llegaban a Europa nuevas materias primas que no fueron incorporadas a tiempo, mucho menos con un mínimo de perspicacia, en la empresa que el banquero Georg Ancarola, había declinado en los últimos años a la suerte de un inexperto principiante, familiar de Vicente de Rusiñol. En cambio la imprenta de Pagolo Signere subía como la espuma, en la producción masiva de libros elaborados con papel de buena calidad y a un costo relativamente accesible.<br />
<br />
Los manuscritos siguieron elaborándose en el taller de copistas como obras de arte muy estimadas por algunos aristócratas, personajes de la iglesia y un pequeño grupo de selectos coleccionistas. Sin embargo, los naipes, principalmente los solicitados por encargo, que el mismo Antonello Guinelli diseñaba se distinguían por sus originales dibujos, donde conocidos caballeros de las cortes reales posaban junto a jabalíes, leones y perros en diferentes cartas para recrear algunos palos de la baraja. De igual forma, hasta un emperador, una duquesa, una papisa y otras tantas celebridades no menos importantes de la época, fueron pintadas a mano sobre pergamino en las cartas del tarot por el artista Guinelli, quién además realizó varios juegos de naipes con baños de oro y plata.<br />
<br />
La gran cantidad de diseños dio lugar a otras costumbres y emociones como el arte, la mitología, la adivinación, el erotismo y un sin fin de barajas españolas que Antonello en persona tallaba diestramente con buril sobre madera de cerezo o boj consciente de que su trabajo era lo más cotizado de la floreciente imprenta.<br />
<br />
Gadea se había entregado por completo al cuidado de su hija procurándole toda clase de mimos y atenciones, en cambio el padre de la pequeña tan pronto como la niña cumplió seis años, la llevó a los talleres de impresión y la rodeó de tintas y papeles, lápices de grafito, trozos de yeso y plumas de oca que muy pronto aprendió a utilizar, bajo la tutela del antiguo preceptor de su madre que no se cansaba de decir que la hija de ambos era doblemente virtuosa.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">KIMA ERA MUY ANALÍTICA</span></strong><br />
<br />
Y en nada exageraba el orgulloso progenitor que muy cerca estuvo de caer en el rigor de la severidad, imponiéndole a la niña extenuantes ejercicios que por fortuna no tardaron en dar maravilloso fruto. Kima a los dieciséis años era una artista consumada, experta xilografista e incansable lectora de una buena cantidad de libros, que se fueron acumulando en la biblioteca familiar de la imprenta.<br />
<br />
La señora Guinelli nunca superó la terrible noticia que leyera en los pliegos heredados de Melissa. Enterarse de tan inaudita forma que la tía abuela era su madre, la marginó en un mundo de soledad más agudo que el de su adusta niñez. Jamás quiso saber de Georg ni Catalina, menos de ésta última que no se tomó la molestia de quererla al menos un poco. No estaba enojada con su yayita ni con tiitameli, estaba enojada consigo misma pero no encontraba la forma de encarar las cosas dolorosas de la vida, le faltaba el valor y la sabiduría de Melissa, para entender que ciertos seres humanos deben manifestarse como una revelación creadora del universo.
<br />
<br />
Necesitaba encontrar la dualidad de su ser para ordenar su mundo, tenía que estructurar su pensamiento para responder de un modo consciente y racional la correspondencia con el universo. Así que no esperaría como su madre el momento aciago de su existencia para revelar los hechos que inscribieran en su memoria una circunstancia inusual. Lo primero que se le ocurrió fue desempolvar el juego del baricoke.<br />
<br />
Kima era muy analítica, todo lo quería saber y todo lo preguntaba.
-¿En verdad tú lo inventaste? –le decía intrigada a su madre.<br />
-Sí, a la edad de cinco años.<br />
-Eras muy pequeña ¿No? ¿Y cómo se te ocurrió?<br />
-Exactamente no lo recuerdo, pero creo que lo soñé.<br />
-¿Lo soñaste?
<br />
-No, en realidad no lo soñé, lo que sí recuerdo es que antes de dormirme cerraba los ojos y me imaginaba las teselas que Georg me había regalado ordenadas de esa forma.<br />
-Querrás decir tu papá.
-Bueno, ya te expliqué que no sé quién es mi padre verdadero, pero en fin… mi papá Georg.<br />
-O sea mi abuelo.<br />
-Si, pero estamos hablando de otra cosa.<br />
<br />
Bueno… ¿Qué te iba a decir?
-Del baricoke.
-¡Ah, sí! -Gadea hizo una pausa y vio el techo como queriendo atrapar sus recuerdos, después de un momento dijo- Por esos días estaba buscando una escudilla en la cocina para preparar un poco de barro, y casualmente encontré una pequeña cazuela que me servía bien, pero me di cuenta que en ella había seis semillas de albaricoque. Se me hizo fácil arrojarlas al piso, cuando las semillas cayeron sobre el mosaico de pequeños cuadros blancos y negros noté que todas habían caído en segmentos negros. <br />
<br />
-¿Todas?
<br />
-Sí.
<br />
-¿Y eso que tiene de raro?
<br />
-Pues que las tiré cientos y cientos de veces y nunca más volvieron a caer todas en negro. Con cierta frecuencia podían caer todas en blanco, pero en negro no volvieron a caer.
<br />
-Ah… ahora sí que me parece raro. ¿Estás segura?
<br />
-Completamente.
<br />
-¿Y qué pasó después?
<br />
-Se me ocurrió hacer un tablero con las teselas de colores.
<br />
-Y arrojaste sobre tu tablero las semillas.<br />
-Sí <br />
-¿Y?
<br />
-Un día descubrí que siempre podía adivinar al menos tres de los colores que iban a caer.<br />
-¿Me lo puedes explicar un poco mejor?
<br />
-En realidad al principio adivinaba al menos tres colores, pero con el tiempo y un poco de esfuerzo llegué a saber cuales eran los seis colores que habían tocado las semillas en el tablero.<br />
-¿Con un poco de esfuerzo...? ¿Cómo es eso? <br />
-No sé como decirlo, es como si... las semillas... tocaran los colores realizando cierto orden.
<br />
-¿Cierto orden? -Preguntó Kima sin entender nada
<br />
-Si, cierto orden, pero no fue tan sencillo. –Dijo Gadea haciendo una pausa- No fue tan sencillo... porque ese orden a su vez tenía otro orden.<br />
-¿Otro?
<br />
-Si, y con ese orden se formaban figuras que crecían en forma muy parecida a triángulos... pero no crecían mucho porque luego volvían a crecer nuevos triángulos.<br />
<br />
Por un instante ambas mujeres callaron quedando atrapadas en sus pensamientos hasta que Gadea rompió el silencio.
-¿Sabes cómo se formaban los triángulos?
<br />
-No, no tengo la menor idea.
<br />
-Bueno, yo tampoco, pero lo que sí recuerdo es que cerraba los ojos con fuerza y veía como los seis primeros colores, al principio caían en una superficie lisa donde yo había alineado los nueve colores. Después todo era muy simple, al caer los siguientes seis colores, estos buscaban a los colores anteriores repartiéndose junto a ellos para ir formando los triángulos.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL RENOVADO SALÓN DE COSTURA</span></strong><br />
<br />
Después de esa conversación la madre y la hija pasaban horas jugando al baricoke en el renovado salón de costura, donde fueron a parar de nueva cuenta la mesita del tablero, el taburete para el registro y conjetura de los colores por salir, los seis rugosos granos de albaricoque, la caja de teselas y hasta las dos sillas que todo en su conjunto, a pesar de los años se encontraba en perfectas condiciones.<br />
<br />
La primera vez que jugaron. -Es muy sencillo. -Dijo Gadea- arrojando las semillas sobre el tablero. Observa, han caído sobre dos teselas blancas, una roja, una azul fuerte y dos violetas. En la tabla de registro que mostraba primero el blanco, seguido del amarillo, azul claro, verde, naranja, rojo, azul fuerte, violeta y finalmente el negro, -seguidamente la madre agregó- pondremos unas marcas indicando los colores que salieron.
Hecho esto dijo. -Ahora podemos presuponer que caerá al menos una blanca, un amarillo y un negro, recuerda que sólo podemos escoger tres posibles colores.<br />
<br />
Kima se le quedó viendo a su mamá con cara de ¿apoco? <br />
-¿Y cómo lo sabes? –Finalmente preguntó.
<br />
-Ya te dije, que a los colores les gusta juntarse.
<br />
-¿Juntarse?
<br />
-Si, se juntan en montoncitos, y los montoncitos van creciendo… creciendo... y creciendo hasta tomar la forma parecida a un triángulo. La jovencita no pudo evitar una maliciosa sonrisa. –Perdón. –dijo casi entre dientes poniendo cara de todo oídos.<br />
-¿Quieres tirar ahora tu las semillas? Le dijo Gadea ignorando la risita de su hija. Kima lanzó las semillas que quedaron atrapadas en las siguientes teselas: Dos blancas, una amarilla, una negra, una verde y una violeta. La joven se quedó observando el desenlace en el tablero, finalmente corroboró- ¡dos blancas, una amarilla y una negra!<br />
<br />
-Efectivamente, hemos acertado a cuatro colores.<br />
-A tres corrigió inmediatamente Kima.<br />
-No, a cuatro rectificó su madre, sólo decimos tres posibles colores de los seis, no es necesario mencionar cuantas veces podrá repetirse cada color.
<br />
-¡Ah! Ya entiendo –dijo Kima.<br />
-Nuevamente haremos el registro. –indicó la madre- pero a partir de este momento, ya contamos con más datos. Dicho esto Gadea colocó su dedo índice derecho sobre el color verde del registro y añadió –No pierdas de vista este color, aquí se formará pronto un nuevo triángulo, pero no olvides al hacer tu selección, que deberán al mismo tiempo, concretar su formación los otros dos triángulos que se han iniciado.
<br />
<br />
-Esto ya me parece más complejo-. Frunció el ceño Kima un tanto confusa.
<br />
-Lo interesante, es que de esta manera tenemos cada vez más certeza de saber qué colores escogerán las semillas. Dicha aseveración dejó pensativa a la joven que inmediatamente preguntó. <br />
-¿Estás segura que las semillas escogen los colores?
<br />
-Siempre me lo he preguntado, aunque a veces he creído que son los colores los que atrapan a las semillas. Pero… No sé, tal vez algún día lo sepa, por lo pronto sigamos jugando.
El juego resultó insólito para Kima, quedó perpleja ante los sorprendentes resultados y pronto descubrió que ella misma podía, no con la misma pasmosa simplicidad que su madre, poder acertar decorosamente los colores de las teselas que eran tocados por las semillas de albaricoque.
<br />
<br />
¿Le has dicho esto a alguien? –Le preguntó Kima en tono pensativo a su madre.<br />
-No, ni pensarlo, a nadie.
<br />
-¿Ni a papá?
<br />
-No, a nadie, ni siquiera a tiitameli ni a yayita que me vieron jugar tantas veces.
-Gadea suspiró y continuó su relato- Con el tiempo ya no tenía que hacer el registro, en la memoria llegué a guardar más de cincuenta tiradas, aunque para fines prácticos no son necesarias, o mejor dicho son inútiles ya que el sistema de la base de los triángulos es tan pequeña que se satura muy pronto, y esto modifica el comportamiento de los colores en las siguientes tiradas, algo así como “un borrón y cuenta nueva” pero de esta manera supe como actúan las semillas y también me di cuenta de cómo se comportan las teselas.
<br />
<br />
-¿No entiendo?
-Si, aunque no lo creas, parecía que las semillas y las teselas y mi pensamiento eran uno, a veces creí que yo misma acomodaba las pepitas en los colores que mi mente pensaba… y que Dios me perdone, pero eso me pasó de niña.
-No te apenes madre, como sea no hay que decirle esto a nadie.
<br />
<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/12/la-feria-del-manuscrito-capitulo-27.html">CAPÍTULO 27</a><br />
<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGHCIb2iIdzoWRiXoFHCbJwlaqVsF0Sx3o-gt03ZEf8wNOCTEZReGfomtgXcN51fCEHRPtIl919dZGoP8X1FXzN5G2pU3AhRiB1KyGIFCQ3lPo6WnsJLlcCis6kjmyPw1-PeG_ofmKHxQ/s1600/c-34.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGHCIb2iIdzoWRiXoFHCbJwlaqVsF0Sx3o-gt03ZEf8wNOCTEZReGfomtgXcN51fCEHRPtIl919dZGoP8X1FXzN5G2pU3AhRiB1KyGIFCQ3lPo6WnsJLlcCis6kjmyPw1-PeG_ofmKHxQ/s400/c-34.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL NOMBRE DE LA QUERIDA APEL</span></strong><br />
<br />
Pamela estaba convencida de dicha circunstancia, tal vez porque sentía que la incluía a ella, y porque la lectura comenzaba a tomar una dinámica inusitada de vivencias conectadas a través del tiempo. No era la primera ocasión que se sentía tentada a dar lectura a la última página de Sincronía, pero no sucumbió frente al temor de abrir de súbito una caja de Pandora. Le horrorizaba la idea del final, temía el desenlace, lo aparentemente predestinado. La paralizaba el desasosiego a sus tontas conjeturas y recelos así que aceleró la transcripción de su legado, dejando para el final los detalles de las ilustraciones que Yara después de haber escaneado, perfilaba a la perfección con la herramienta bézier de Corel.
<br />
<br />
Con un sencillo forro de color hueso Gadea después de coser los folios revistió las pastas del manuscrito secreto. El documento intitulado y sin numeración en las hojas, tampoco llevaba el nombre de su autora ni la fecha ni cualquier clase de comentario, que indicase alguna idea de su contenido incomprensible. Melissa mandó hacer un elegante bargueño con puertas de vidrio, en cuyo doble fondo ocultaron el extraño testimonio del Ditriae-Corporum y las mujercitas desnudas.<br />
<br />
A lo largo de veintidós años el mueble fue albergando las treinta y ocho copias magistrales de Gadea, quién sólo descansó unos cuantos días después de su boda con Antonello Guinelli. La joven pareja se quedó a vivir en la hacienda y durante cinco apacibles años, el impresor, la copista y las hermanas Ferrater pasaban las cálidas tardes del verano jugando naipes. Apel había perdido la vista por completo pero tenía el don de ver con la yema de los dedos, los relieves sutiles que el extranjero marcaba en las esquinas superior derecha e inferior izquierda de cada naipe. La viuda de Ancarola era la más entusiasta en el juego, de tanto en tanto se decía. -¿Y cómo han podido prohibir esta baraja? Y que Dios me perdone, pero hasta Él mismo jugaría este juego.<br />
<br />
Apel murió un hermoso día de primavera cuando el aroma y la floración de los azahares cubrieron de blanco y perfume los campos de naranjos. El paisaje de aspecto nevado rendía tributo junto al pueblo de Pollença a una de las mujeres más emprendedoras en la industria de fragancias, mermeladas, extractos y aceites esenciales que llegaban por igual, a las tierras del mediterráneo como a las casas señoriales del nuevo mundo.<br />
<br />
Georg y Catalina llegaron a la hacienda justo a tiempo para verla morir en tan piadosa paz, que su pálido rostro expresaba una tenue sonrisa. El duelo de la familia traspasó las tierras de labrantío y el mismo puerto, para recordar con alegría, como un día de fiesta, las ceremonias del entierro donde las anécdotas espantaban las lágrimas y la congoja se tornaba en complacencia. El cortejo aunque numeroso fue discreto, sin fasto ni pompa, no hubo plañideras ni pesadumbre porque así lo interpeló en vida y quiso que en su velorio y en su sepelio, el llanto fuera silencioso como el de ella por abandonar a sus seres queridos en el momento más dichoso de su existencia.<br />
<br />
Melissa la recordó siempre como aquella niñita temerosa y frágil que la acogió en su hogar para quererla como a una generosa hermana, vinculada entrañablemente a los afectos de su propia sangre. La anciana Ferrater continuó su vida a ratos en la factoría, en los campos de la hacienda y en las tertulias de naipes donde los tres jugadores siempre pronunciaban en sus amenas conversaciones el nombre de la querida Apel.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
LO RECORDARÍA CUANDO LO ENCONTRARA</span></strong><br />
<br />
Un día, a la edad de cuarenta y cinco años Gadea dejó su sillón de copista porque descubrió que estaba en cinta, justo cuando Melissa estaba por cumplir noventa y nueve años. Inexplicables y reveladores incidentes marcaron la mañana del ocho de febrero de mil quinientos setenta, cuando pasado el mediodía la tía abuela armó tremendo revuelo por toda la casa, buscando en algún lugar que no recordaba donde, cierto talego que había guardado hacía tiempo. Hurgó entre las vasijas, los potes y las ollas, removió hasta las brazas del fogón donde hervía el puchero, revisó cada perol y todos los rincones de la cocina dejando tal desorden y tiradero, que Gadea le sugirió continuar su búsqueda en otro lugar de la hacienda, pero la anciana insistía que tal vez en ese sitio estaba lo que ella buscaba, y cuando la mujer de Guinelli le preguntó que qué buscaba, la anciana le contestó que lo había olvidado, pero que lo recordaría cuando lo encontrara.<br />
<br />
Para desazón de las criadas, Melissa continuó husmeando y removiendo en todos los armarios, guardarropas y cualquier estantería que se le cruzara en su camino vaciándolos por completo. En el piso se fue amontonando la ropa, los sombreros, las zapatillas, los guantes, los estuches y cofrecillos, los alhajeros y baúles, las sábanas, las mantas tejidas, las toallas bordadas, las carpetas ribeteadas con encaje de bolillo, entremezcladas con infinidad de cosas domésticas en tal maraña pues en su alocado frenesí, la mujer no se dio cuenta que ya nadie le prestaba atención porque Gadea había entrado en labor de parto.<br />
<br />
Entre cuatro mujeres, madres muy entendidas de más de cinco criaturas, la sentaron en el borde de una silla y le ataron las manos a una cuerda que colgaba de una viga. Cuando llegaban los dolores una mujer jalaba la soga, mientras otra le acercaba a la boca un cucurucho para que soplara fuerte. La más vieja le masajeaba el vientre y la más joven con un paño suave entre sus brazos vigilaba la cabecita que comenzaba a salir.<br />
<br />
-Ya viene, ya viene. –increpó la mujer metiendo su cabeza entre las piernas de Gadea que dio tremendo grito de dolor, cuando al fin nació la intrépida Kima. Amaneció el día siguiente y en el más apacible de los silencios, la madre y la hija descansaban, mientras Antonello descubría horrorizado el cuerpo de Melissa sin vida recostado en una mecedora. Se aproximó a la anciana brincando las canastas de costura, los bastidores y las labores del tejido revueltas con telas y ovillos de estambre. Le cerró los ojos y tocó tiernamente sus manos que sostenían con fuerza un grueso de papeles y una pequeña alforja de piel de oveja.
<br />
<br />
-¿Le ocurre algo señora Pamela? –Preguntó Yara a su patrona cuando la vio con la mirada llena de tristeza seguramente atrapada en algún lejano pensamiento.
-No, no… es el cansancio, creo que debemos dar un paseo. La señora Perilló se acercó al cristal de la ventana, la playa estaba solitaria y las olas en vaivenes fugaces apenas si empapaban la arena.
-Dile a tu madre que no cocine, comeremos las tres en cualquier lugar.<br />
<br />
Pamela se dirigió a la zona comercial y turística de Turritela, había varios restaurantes pero le llamó la atención uno que ostentaba el nombre de “Las Perlas”, sin otro motivo, ese le pareció el más adecuado para salir un poco de sus cavilaciones. Era la primera vez que Yara y Romelia comían en un sitio tan elegante, al principio se sentían cohibidas pero después de varios vasos de sangría con un poco de vino tinto, fluyó una amena conversación entre Pamela y la chica que no se apartaron del tema del dibujo, el color, la línea, los gráficos y lo más avanzado en programas de diseño para animaciones, e incluso hablaron de editar páginas web.
-Adobe Photoshop y Adobe Flash te van a encantar, son súper fáciles. –Decía la señora Perilló que estaba asombrada con la capacidad de aprendizaje de la muchacha. En el interior del establecimiento la luz artificial y la música creaban un ambiente muy agradable, la sobremesa se alargó con los tecnicismos de la charla, el postre y el café.
<br />
<br />
Era ya tarde cuando salieron del lugar, en la calle las sorprendió la luna llena que lo inundaba todo de un prodigioso fulgor. Pamela aspiró profundo la cercanía balsámica del mar que le trajo a la memoria las playas de su querida Barcelona. A punto de subir al auto vio nuevamente el anuncio de “Las Perlas” pero ahora notó algo que antes no había visto, el número cuarenta y cinco labrado en bajorrelieve sobre una piedra de cantera.<br />
<br />
Durante el trayecto hacia la casa con la luna espejeando sobre la superficie nocturna del agua pensó que ella, sin dudarlo ni un momento, había elegido el restaurante por el sugestivo nombre. Pero el hecho de que la dirección del inmueble llevara por número el cuarenta y cinco era más que una casualidad. ¿Tal vez una señal? A fin de cuentas el talego que atesorara Melissa en el último halito de su existencia tenía que ser el mismo saco con las perlas que el Magíster Prinio Corella le había confiado años atrás, y que ahora sin entender el porqué, ella poseía junto con otras joyas, unos impresos y el libro Sincronía. Más tarde no pudo conciliar el sueño ni apartar sus pensamientos de dicho número que sumaba nueve.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL SOFISMA DE LAS NUEVE MONEDAS DE COBRE</span></strong>
<br />
<br />
El nueve, se dijo, es un número misterioso. Evocó en su conjetura el sofisma de las nueve monedas de cobre que ideara un heresiarca de Tlön, al que no lo movía sino el blasfematorio propósito de atribuir la divina categoría de ser a unas simples monedas, y que a veces negaba la pluralidad y otras no. Quienes argumentaron que si la igualdad comporta la identidad, habrían de admitir asimismo que las nueve monedas son una sola. De tal modo nueve perlas tenían que ser una sola, pero cinco grupos de colores diferentes de nueve perlas en nuestro mundo sustancial, seguían siendo cuarenta y cinco perlas.<br />
<br />
Los números, las perlas, las monedas y Borges en el espacio laberíntico de los espejos, junto al reflejo transverso de la historia narrada en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius deshilvanaba en el sueño de Pamela, la magnánima concepción del “eterno retorno” sujeto al movimiento del cosmos de un ilusorio universo, ya que nada en su sueño terminaba en un reductio ad absurdum pues siempre aparecían la misma cantidad de perlas, una y otra vez chocando con inaudita fuerza en algún punto del contrafuerte, hasta que una de ellas lograba accionar el mecanismo del sistema para intercambiar la energía interna, con la del medio circundante eternizando el todo en medio de la nada.<br />
<br />
¿De qué otra forma habría de comprenderse este movimiento dirigido en el organizado caos de los sistemas mentales? Porque evidentemente una carga de información estaba sujeta al sistema material, pero las estructuras resultantes debían de ser producto de un orden más profundo de esta compleja información. Sí el nivel material era percibido por el nivel mental que actúa de forma recíproca sobre cierto desplegamiento de aspecto material, la información debía modificarse constantemente para ejercer la dinámica de las relaciones dentro de cualquier universo manifiesto.<br />
<br />
Así, de tal modo las sincronicidades serían una expresión de movimiento fundamental desplegadas como patrones de pensamientos y combinaciones de procesos materiales. En cada región del espacio-tiempo debía estar inmersa la conciencia del individuo, de ese solitario observador que preside toda una orquesta sin él saberlo. Pamela estaba convencida que Gadea había habitado un microcosmos atemporal donde el espacio fluctúa y se despliega simultáneamente, en los aspectos mentales y materiales penetrando incluso en la concepción creadora de su propia existencia.
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LEER EL CAPÍTULO 26<br />
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IR AL PRINCIPIO DE SINCRONÍA</div>
liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-52118360838719246522012-11-27T21:01:00.000-06:002012-11-29T22:43:53.093-06:00MUNDOS PARALELOS (capítulo 24)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0QooT0TzYkjszwg205tjdZtVaSTivJ_vKtCk9l9UciXvGXAxMg1f0D5hbqodyfA7ymeQOlC6riPS0si4dEZuKufj79t3yxN467seSXvClPzbXh8Y_7L25k_EMuXbEFJkGCQGBkQTlNzU/s1600/c-33.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="393" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0QooT0TzYkjszwg205tjdZtVaSTivJ_vKtCk9l9UciXvGXAxMg1f0D5hbqodyfA7ymeQOlC6riPS0si4dEZuKufj79t3yxN467seSXvClPzbXh8Y_7L25k_EMuXbEFJkGCQGBkQTlNzU/s400/c-33.jpg" width="400" /></a></div>
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<br />
<strong><span style="color: #660000;">DEMASIADO VIEJO Y MUY FRÁGIL</span></strong><br />
<br />
Pamela descosió con sumo cuidado las hojas de su libro Sincronía, aunque el ejemplar de suyo estaba en buen estado, el papel era demasiado viejo y muy frágil. De esa forma podría escanear las ilustraciones sin maltratar el manuscrito. Creyó conveniente rediseñar los dibujos en CorelDRAW respetando al máximo el trazo original, no obstante se tomaría una pequeña licencia, que le daría a su nueva versión la personalidad de un libro del siglo 21, anexándole un Cd interactivo con sugerentes y dinámicas animaciones, proyectadas en la cadencia rítmica de voces y sonido.<br />
<br />
La traducción la había estado realizando paralelamente a la lectura y teniendo hasta ese momento suficiente material, se dio por fin a la tarea de copiar la obra. Ferdinán le había traído un magnífico papel satinado cortado en tamaño carta, justo el formato que ella había elegido para la recuperación del manuscrito. Dotó de gran colorido y hermosos matices las viñetas del inicio y conservó un tipo de letra similar al del texto original para todos los títulos. Hizo impresiones láser de los primeros bocetos que al ser de su agrado, los guardó de inmediato en un archivo de sus documentos. Una buena cantidad de ilustraciones eran de su propia cosecha, e inició las animaciones con el relato de las fiestas de consagración de la virgen Negra.<br />
<br />
Yara había entrado a la habitación para hacer la limpieza, Pamela se distrajo al ver a la muchacha limpiar con un trapito cada uno de los objetos que se encontraban en una estantería con puertas de vidrio.
<br />
-¿Qué haces Yara? -Dijo la señora Perilló. <br />
-Sacudo las figuras de porcelana.<br />
-Las sacudiste ayer ¿verdad?
<br />
-Si señora Pamela, y anteayer también.
<br />
-¿No te parece que es demasiado sacudir?
<br />
-Es que aquí… cerca del mar entra un polvito muy fino.
<br />
-Ah… bueno, pero necesito que hagas otra cosa.
<br />
-Si, dígame señora Pamela.<br />
-Siéntate en esa silla frente a la computadora.
<br />
<br />
-¿Aquí?
<br />
-Sí, ahí mismo. –Dijo Pamela quién después de salvar el archivo en el que trabajaba en su Lap top se levantó del escritorio, encendió la máquina y abrió un documento de Microsoft Office Word.
<br />
-Quiero que copies un artículo de esta revista. Pon atención, éste es el teclado, tiene todas las letras para escribir las palabras y aquí en el monitor se ve lo que estás escribiendo.
La señora Perilló escribió el título mientras Yara ponía todos sus sentidos en lo que la mujer hacía.
<br />
-Con esta tecla grande se separan las palabras. –Dijo Pamela- Ahora inténtalo tú.<br />
<br />
Yara escribió con excesiva lentitud los primeros renglones del texto ya que lo hacía sólo con el dedo índice de la mano derecha, y se tardaba mucho en encontrar las letras. Al principio no ponía mayúsculas ni acentos porque no sabía pero en pocos días mostró tal interés, que Pamela le enseñó incluso a dar un formato atractivo al documento.<br />
<br />
Romelia no podía ocultar el orgullo que sentía por su hija, y con gran entusiasmo les llevaba café con pastelillos a media mañana y en la tarde que ella misma preparaba. Pamela pretendía terminar pronto el proyecto <em>Sincronía</em> pues en menos de dos meses regresarían a la recién transformada y ultramoderna casa, ahora Centro de Investigación las Gárgolas.
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">REPÍTALO TODO CIEN VECES MÁS</span></strong>
<br />
<br />
A Apel le pareció excesivo el mobiliario para los trabajos de copista que Gadea estaba por iniciar, en cambio Melissa se moría de ganas por tener cualquier cosa que se le pareciera. Las dos mujeres no tuvieron más remedio que mudar sus sillones con todo y taburetes repletos de ganchillos, tules, cestas, hilos de seda y algodón, agujas de metal y madera, vaporosas telas, tijeras, bastidores, dedales y demás enseres para las labores que durante tantos años fueron el único esparcimiento en las largas horas de tedio de las hermanas Ferrater.<br />
<br />
El primer lunes de un mes de octubre se iniciaron las clases. Antonello Guinelli llegó acompañado del mozuelo que cargaba una valija con diversos materiales. Apel y Melissa lo recibieron con verdadero agrado. Después de concederles un breve saludo, el joven se dirigió a Gadea que se encontraba ya sentada en su primoroso sillón de copista. Lo primero que hizo Guinelli fue colocar sobre un costado plano del escritorio un frasco de tinta, varias plumas de oca, unos lápices de grafito, un trozo de yeso, un par de piedras pómez, un cortaplumas, cuchillas, dos punzones, uno más fino que otro, una regla, algunas tablillas y un estilete. Seguidamente puso un grueso de pergamino amarillento encima de una angosta mesa provista de varias cajoneras. Del montón, tomó un pliego y lo puso sobre la superficie inclinada del escritorio de Gadea, y con un grafito de punta fina trazó sobre la hoja una larga línea tan nítida y tan recta, que parecía haberla hecho con la ayuda de una regla.<br />
<br />
-Ahora usted trace una línea igual. –dijo el extranjero.
-Gadea tomó el grafito que Guinelli sostenía en su mano, no pudo evitar ruborizarse e inmediatamente bajó la mirada, deslizó el carboncillo con tal fuerza que dejó sobre el papel una gruesa raya que parecía el contorno impreciso de la sierra Tramuntana.<br />
<br />
Apel y Melissa aún permanecían de pie en el salón y parecieron preocuparse seriamente cuando Guinelli dijo.
-Inténtelo nuevamente, con menos fuerza y más seguridad.
Gadea dibujó otra raya pero ahora tan débil que en algunos tramos apenas se veía. Las ancianas se acercaron para ver los trazos, pero antes que pudieran opinar algo el joven le ordenó al mozuelo que trajera un par de sillas para las damas. Las señoras se acomodaron a cierta distancia desde donde podían ver las líneas que Gadea dibujaba en el pergamino, durante toda la clase guardaron silencio tal cual les había indicado el aprendiz de preceptor.<br />
<br />
Hora y media después de tediosos ejercicios las cosas en realidad no habían estado nada mal. A no ser porque la mano derecha, la espalda y el cuello de la joven Ancarola comenzaban a hormiguearle. Había trazado infinidad de rayas horizontales, verticales, inclinadas en un sentido y en otro, cruzadas, quebradas y entrecortadas. Pero lo mejor de todo fueron los círculos grandes y pequeños, que tenían que ser tan redondos como la luna llena, y las líneas curvas tan graciosas como las olas del mar, y los medios círculos como los arcos de las ventanas, y los cuartos de círculo que eran lo mismo pero cortados a la mitad, y finalmente las figuras de cuadros y rectángulos y los diferentes triángulos, con los que construyó algunas estrellas y mil cosas más, después de hecho todo eso, dijo Guinelli. –Muy bien mi apreciable Gadea, repítalo todo cien veces más. El extranjero le dedicó una tierna sonrisa a la joven Ancarola, y se despidió cortésmente de las señoras.<br />
<br />
Gadea descubrió pronto que el trabajo de copista no era oficio fácil, así lo decía el colofón de Silos Beatus que ella transcribió tiempo después en un hermoso manuscrito.<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<em>Si no sabes lo que es la escritura podrás pensar que la dificultad es mínima, pero si quieres una explicación detallada, déjame decirte que el trabajo es duro: nubla la vista, encorva la espalda, aplasta la barriga y las costillas, tortura los riñones y deja todo el cuerpo dolorido…
</em></div>
<br />
Y bien que lo sabía Gadea, pero su esfuerzo no fue inútil, su carácter y entusiasmo se vio enaltecido cuando Guinelli le entregó su primer manuscrito encuadernado. Un “Libro de Horas” con grandes y bellas ilustraciones, viñetas, orlas, iniciales mayores y peones y la más diversa decoración de pájaros, insectos, y varias miniaturas en página entera bellamente enmarcadas con guirnaldas florales resaltadas en tintas de colores y delicados baños de oro.<br />
<br />
El extranjero pidió permiso a las damas para mostrar en público la obra que era digna de la más selecta biblioteca de un rey, pero Gadea dijo que aún le faltaba mucho por aprender y que tal vez cuando hubiese copiado cuarenta y nueve obras más daría a conocer su trabajo. Tal como lo dijo lo cumplió, su extraordinario arte no se dio a conocer en vida porque sólo llego a copiar treinta y ocho manuscritos de insólita belleza. Y si no alcanzó el propósito de su objetivo fue porque de todos esos libros de invaluable estimación artística solo uno le interesaba de manera extraordinaria.
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
SU PROPIO MANUSCRITO</span></strong><br />
<br />
Fue su propio manuscrito enigmático y clandestino al que le dedicó todo su ímpetu, su delirio, su arrebatado fervor, su frenesí nocturno bajo la tenue luz de las velas hasta que Melissa la descubrió dibujando mujercitas desnudas que se bañaban profanamente en retorcidas y extrañas tuberías. Fue patético y doloroso. Gadea trataba de explicarle a su tía abuela pero la mujer sumida en sollozos no escuchaba justificación ninguna.
-Tiitameli, Tiitamel perdóname, tenía que hacerlo.
<br />
<br />
Melissa salió terriblemente abatida de la habitación y no vio a su hija por varios días hasta que una criada le informó que la niña estaba muy enferma, para mayor complicación Apel que estaba perdiendo la vista se encontraba en cama por una reciente caída. El médico diagnosticó a la paciente de extenuación excesiva complicada con dolencias y penas del corazón y todo eso sumado a un fatídico desconsuelo y la falta de alimentos complicó de manera inquietante la salud de la joven. Después de un mes Gadea no mostraba mejoría y por si fuera poco a Guinelli no le permitían verla. Melissa había fracasado o dejado en el olvido sus virtudes curativas y nada parecía ser un remedio apropiado para tan repentina aflicción.<br />
<br />
-Necesita el olor de la tinta. –dijo Apel- que a tientas tomó un frasco, una pluma y algunos folios de pergamino.
<br />
-Ayúdame Melissa, tenemos que salvar a nuestra hijita. Las ancianas colocaron los implementos ineludibles del copista en un larguero y con gran delicadeza lo pusieron sobre la cama de la enferma. Gadea las sintió llegar, frente a ella, las ancianas la veían con ternura.
<br />
-Creo que debes terminar tu manuscrito, pero antes es necesario que comas una buena sopa de tu yaya. –sugirió con voz dulce y pausada la abuela que sólo distinguía bultos y manchas frente a sus ojos.
Melissa se acercó a Gadea, tomó su mano y la besó. –Debes terminar lo que has comenzado, compadece mi torpeza querida hija, no he sabido ver con claridad. -Dijo la tía abuela quien por primera vez en su vida le había dicho hija al ser más amado de sus entrañas.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">
VIGOROSAS Y HERMÉTICAS HASTA LA INMORTALIDAD</span></strong><br />
<br />
Tan sólo unos días de severo reposo fueron suficientes para que Gadea se incorporara de nuevo a su perturbador scriptorium personal. Con vehemente devoción continuó el trazo de los dibujos que había visto en los muros de una de las salas del castillo del Ditriae-Corporum. Después de pulir el pergamino pasando sobre la superficie primero un cuchillo y después una piedra pómez para alisarlo y suprimir las manchas y asperezas del material, no se tomó la molestia, como solía hacerlo con cada pliego que utilizaba para la copia de los libros, de trazar guías para la caja de escritura, ni para las ornamentaciones, ni se preocupó en lo absoluto de contemplar espacios para decorados, iniciales, miniaturas o cualquier otra clase de ilustraciones que pudieran expresar un exceso vano e improductivo.<br />
<br />
Había iniciado el manuscrito por la sección del “Poltrig” palabra relacionada con las tuberías de todo tipo por la cual circulaban los fluidos dinámicos y eran transportadas las mujercitas que inevitablemente iban a parar a las albercas regeneradoras que las mantenían imperturbables, sempiternas, rozagantes, incorruptibles, austeras, vigorosas y herméticas hasta la inmortalidad, sumergidas en la saturación de ese humor acuoso. Cada fragmento del poltrig tenía una función específica que era supervisada palmo a palmo por un ejército de damiselas entregadas sin opción a esa inefable tarea.<br />
<br />
Gadea a diferencia de su aprendida labor de copista realizó primero los austeros dibujos del manuscrito secreto. Trazó con escuetas líneas los cuerpos y los rostros flemáticos de las mujercitas desnudas de vientres abultados. No obstante expuso con desmedido detalle las estructuras vivientes del Ditriae-Corporum, en particular los techos abovedados repletos de volutas gelatinosas y húmedos cilios colgantes ávidos del fluido imprescindible para perpetuar la dinámica nebulosa del sistema.<br />
<br />
Melissa no se mantuvo ajena al proceso de elaboración del excéntrico libro, ella misma preparó los pigmentos para colorear, y más aún, matizó de verde, de café, azul y rojo las partes correspondientes de las plantas, que además de parodiar la figura humana, sintetizaban los componentes moleculares del líquido verde-azul bajo los mitigantes rayos de un sol artificial, que estimulaba la sensación del devenir del tiempo. Donde justo el tiempo y el espacio eran una ilusión, un desvarío del pensamiento atrapado en las cuerdas arqueadas por la fuerza de los diáfanos abalorios del Corporum-esferae.
<br />
<br />
Varios folios del manuscrito los colmó de ilustraciones magistrales para representar la zona etérea y difusa, donde la nada era la saturación del todo, habitado en un laberinto de confusión que se extendía inmutable en todos los sentidos de nueve dimensiones compactas y homogéneas, como el aire que se comprime en los pulmones después de un hálito fugitivo, que permanece en la cavidad de un instante.<br />
<br />
Gadea no escatimó en descripciones gráficas o simbólicas en el argumento del manuscrito subrepticio, que tal cual vio esculpido en los muros del castillo, y reprodujo de su prodigiosa memoria el texto con la fuente inescrutable de la escritura gadeana. La joven Ancarola no olvidó mencionar ni el más mínimo detalle, incluso realizó una ilustración con las cuatro torres centrales del Corporum-esferae donde atisbó desde las alturas a Ollg saludándole alegremente.<br />
<br />
Melissa copió varias decenas de folios del manuscrito donde la tinta de la pluma de Gadea, goteó impunemente el pergamino en los albores de la madrugada al morir la emisión tenue de la candela. Y así, entre ambas concretaron la ardua labor de testimoniar los hechos acaecidos en una nanométrica fracción del universo, que ellas habitaron sin lugar a dudas a través de los mundos paralelos.
<br />
<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/alforja-de-piel-capitulo-25.html">CAPÍTULO 25</a><br />
<br />
IR AL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-caos-capitulo-1.html">PRINCIPIO DE SINCRONÍA</a></div>
liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-51658015662884194992012-11-25T14:08:00.000-06:002012-11-27T21:02:34.056-06:00IMPRENTA PAGOLO SIGNERE (cap. 23)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAdXCmq2bgWVOlGh0Xu3eAJkTgdI9t1nuJV0hw_ZCYjG2Fz5cP3FiBmYP9VkhwovDOg3QAjI1xFP7xcX6Vz9m9WUa3vv2Md1L6e5IFOLodl-GNjaBW6NcTbqsZI_CZMpE96p_p3G9JztM/s1600/c-32.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAdXCmq2bgWVOlGh0Xu3eAJkTgdI9t1nuJV0hw_ZCYjG2Fz5cP3FiBmYP9VkhwovDOg3QAjI1xFP7xcX6Vz9m9WUa3vv2Md1L6e5IFOLodl-GNjaBW6NcTbqsZI_CZMpE96p_p3G9JztM/s400/c-32.jpg" width="395" /></a></div>
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">SU LÓGICA SE DERRUMBABA DESDE LOS CIMIENTOS</span></strong><br />
<br />
Se había hecho tarde, Ferdinán y Dafra se despidieron, estarían en México un par de días donde se habían quedado de ver con “el oriental”, el segundo investigador que se uniría al equipo y con el que viajarían esa misma semana a China.
Pamela reconoció por un instante que la fortuna que había amasado su abuelo putativo Ernesto Thien, a lo largo de su vida en los almacenes Céfiro, no podía haber tenido mejor destino. Una emoción le embargaba, se vio al espejo y se sonrió complacida, por lo pronto las cosas marchaban de lo mejor.<br />
<br />
Cuando se soltó el cabello que llevaba recogido con una cinta observó que le faltaba un pendiente, caviló en que momento pudo habérsele caído y le pareció que lo más razonable era buscar debajo de la cama, de no estar ahí tendría que esperar a que apareciera el arillo en cualquier lugar de la casa. Se asomó bajo el lecho y como a esa hora de la noche estaba bastante oscuro fue por la linterna. Trató de iluminar el sitio que consideró pertinente y se sorprendió que la lámpara no funcionara, después de varios intentos desarmó el fanal y se dio cuenta que no tenía pilas. Le pareció extraño pues recordaba haber estado leyendo la noche anterior con la luz de la linterna. La situación le pareció tan confusa que dudó haber pasado la noche en vela, así que tomó el libro y revisó el texto de la última página que estaba señalada. Leyó en voz alta los últimos renglones:<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<em>...ambas mujeres sentían sofocarse, la anciana respiraba con gran dificultad cuando llegaron a la boca del pasadizo secreto por donde se filtraban los rayos del sol.</em></div>
<br />
Sin lugar a dudas recordaba perfectamente bien cada una de las palabras del escrito, pero justo en ese momento le asaltó a la memoria una frase que le había impresionado sobremanera, rebuscó con impaciencia las líneas y cuando las leyó nuevamente se quedó petrificada.<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<em>…vio a una mujer que parecía dormir. -Es Pamela, pronto la conocerás. –dijo la mujercita y desapareció...</em></div>
<br />
Repentinamente sintió que su lógica se derrumbaba desde los cimientos. Discurrió que ella era la Pamela de quien se hablaba en el justo momento en que la veían dormir quinientos años después, mientras ella dormida leía un texto escrito hacía quinientos años, donde alguien que seguramente se refería a ella y al mismo tiempo la veía dormir, le aseguraba a otra persona que también la veía con exacta precisión, que pronto habría de conocerla. ¡Era terrible! nuevamente se encontraba frente a otra pasmosa sincronicidad.<br />
<br />
Las cosas parecían sucederse juntas en el tiempo quebrantando todos los esquemas que fortalecían su modesta visión cosmológica. Algo estaba más allá de la percepción normal de sus sentidos, ella era al mismo tiempo observador y objeto observado, sintió por un momento vivir en un estado intemporal que se manifestaba como una revelación del tiempo. Se dio tregua y calma para ver las cosas tal como eran, y si una parte de su naturaleza esperaba ser descubierta quinientos años después, o si quinientos años eran un suspiro, o lo que fuera, eso tendría que ser. Así que se acomodó entre las almohadas de su cama y en la más desenfadada posición que encontró, continuó la lectura.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
COMO ALMA EN PENA QUE LLEVA EL DIABLO</span></strong>
<br />
<br />
Gadea y Melissa no hablaron en lo absoluto de regreso a la hacienda donde ya las esperaba con ansia Apel. Los días pasaron inadvertidos y todo parecía transcurrir igual que siempre hasta que una mañana, durante su paseo matutino por el huerto, la joven Ancarola oyó que alguien le chistaba, volteó hacia el lugar de donde venía el insolente sonido, y vio agazapado tras una pila de ramas secas y troncos a un mozuelo que le hacía señas llamando su atención. Se aproximó con prudencia al chiquillo que sin mayor preámbulo ni esperar respuesta le entregó un envoltorio y al acto salió huyendo. Gadea volteó para todos lados tratando de ubicar el rumbo que había tomado el intrépido, pero éste había volado como alma en pena que lleva el diablo. <br />
<br />
Con verdadera curiosidad al abrir el paquete encontró una obrita de Fábulas de Diógenes Laercio pródigamente encuadernada en pergamino color oro viejo. Alguien le había hecho llegar un libro, no sabía por qué y mucho menos tenía idea de quién. Envolvió nuevamente el libro y lo escondió entre sus faldas, se dirigió a su habitación y esperó la noche para leerlo a la luz de una vela. Una semana después cuando su abuela y su tía abuela hacían sus labores en el salón de costura, Gadea entró a la estancia y muy resuelta les preguntó. <br />
<br />
-¿Han visto antes este paquete? Las dos mujeres visiblemente aturdidas se lanzaron miradas acusadoras la una a la otra. Intentaron hablar las dos al mismo tiempo, pero dominó la voz de Melissa que dijo casi entre dientes. –Sí.<br />
-¿Me lo puedes explicar tiitameli?
-¿O prefieres decírmelo tú yayita? Preguntó por segunda vez dirigiéndose a su abuela.
<br />
-Yo te lo puedo explicar hijita. –Dijo Apel muy afligida- Hace unos días vino el señor Antonello Guinelli solicitando nuestro permiso para visitarte.<br />
-¿Quién?
<br />
- El comerciante extranjero. –Agregó Melissa.
<br />
-Que no es comerciante. –Aclaró Apel dirigiéndose a su hermana- Es impresor.
<br />
-¡Ah! ¿Y qué pasó después?
-Le dijimos que le enviaríamos una respuesta oportuna con nuestro administrador y apoderado Don Vicente de Rusiñol.
<br />
<br />
-¿Y cuál fue la respuesta? Después de un largo silencio habló Melissa.
<br />
-El señor Guinelli no tiene buenas referencias, además de impresor hace naipes.
<br />
-¿Naipes?
<br />
-Juegos de suertes. –Dijo Apel casi susurrando.
<br />
-Nos informaron de buena fuente que en Italia los monjes arrojaron al fuego sus diseños al igual que “El libro del juego de las suertes” de Lorenzo Spirito que se realizó en la imprenta de su tío. Explicó con gran detalle Melissa.<br />
<br />
-Pagolo Signere es su tío y es el dueño de la imprenta que se abrió aquí en Pollença hace medio año a dos calles del Mesón Mallorquín ¿Verdad Melissa? –Agregó Apel.
<br />
-Es por tu bien que nos hemos tomado este atributo, querida Gadea, no deseamos que te pase nada malo. –Dijo Melissa en tono de súplica.
-Se los agradezco, ya tengo edad para cuidarme sola. Y díganle a Rusiñol que informe al señor Guinelli que seré yo la que visite la imprenta. Tan pronto se confirme la fecha quiero que se preparen porque iremos las tres.
<br />
-¿Las tres? Preguntó Apel tan quedo que no obtuvo respuesta.
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">SOBRE LA CALLE DEL OLIVO</span></strong><br />
<br />
Llegó el día señalado y muy temprano las hermanas Ferrater junto con Gadea salieron para Pollença. El día estaba pleno del aroma de los azahares y el cielo parecía trazado de una sola pincelada que revestía del mismo color las cálidas aguas del mediterráneo. Los campos cubiertos de verde se erguían bajo los rayos del sol, y los campesinos saludaban alegremente al paso del carruaje descubierto. Las abuelas vestían con sobriedad elegantes trajes beiges con camisas de seda rosada Apel, y gris perla Melissa. Las dos llevaban guantes de punto beiges y sombrillas del mismo color. Gadea lucía un hermoso vestido hecho para la ocasión en brocado de seda esmeralda, que hacía resaltar más sus grandes ojos aceitunados.<br />
<br />
Era la primera vez que las tres mujeres acudían a una reunión que no fuera para asistir a un enfermo, a la iglesia o a un evento de caridad en el pueblo. Las hermanas Ferrater nunca se imaginaron que serían ellas las que acudirían a una cita, para verse con un hombre innoble señalado por el clero. Apel se persignó para sus adentros e hizo la señal de la cruz, sin que se dieran cuenta su hermana y su nieta. Melissa se mostraba escrupulosa por primera vez en su vida, Gadea estaba enamorada, eso cualquier madre lo sabe, aunque ella no lo sabía por experiencia propia, pero podía reconocer en el semblante de su hija la luz que sus ojos irradiaban.<br />
<br />
Muy próximas al centro del villorrio y sobradas de tiempo Apel discurrió que le gustaría comprar flores para el altar de la virgen de la Asunción, Gadea y Melissa accedieron, pero la tía abuela en último momento dijo que prefería adelantarse a la iglesia para rezar unas plegarias, así que ella se bajó del carruaje frente al templo mientras que las dos mujeres, se siguieron hasta el mercado de las flores. En un reclinatorio de la capilla del Cristo Melissa oró con sincero recogimiento por su hija, permaneció unos momentos en esa actitud piadosa, hasta que los rayos del sol que se filtraban por los ventanales emplomados con vidrios de colores la inundaron de luz tornasolada.<br />
<br />
La mujer se persigno y salió del templo y cómo no vio el carruaje, se siguió hasta la plaza de las Palomas donde buscó una banca bajo la sombra de un árbol. Aunque reconocía que desde chiquilla circunstancialmente Gadea solía hacer su voluntad, nunca había sido injusta ni obstinada, de tal modo no había de que preocuparse, sin lugar a dudas, la actitud de su hija no era otra cosa que una minucia pasajera.<br />
<br />
Con el ánimo sosegado volteó a los alrededores tratando de ver su carruaje y justo en ese momento, del otro lado de la calle vio salir del negocio de lencería y pasamanería a la señora Inés Vicuña de Font, con su cuñada Anita, quienes cruzaban la acera acompañadas de sus respectivas hijas. Cuando las damas y sus encantadoras infantas pasaron frente a ella la saludaron afablemente. La rubia y más pequeña de las niñas le comentó a la otra. –Querida Nina ¿sabes que me gustaría ser de grande? Algo contestó Nina pero Melissa no lo pudo escuchar porque empezaron a ladrar unos perros. –Qué raro. –Pensó la anciana- siento como si esto ya lo hubiera vivido antes.<br />
<br />
Trató de evocar sus confusos recuerdos, pero era evidente que en su memoria el tiempo y los sucesos se trastocaban, y ante cualquier tentativa de ordenar el advenimiento de sus extrañas premoniciones todo le parecía quimérico, permaneció absorta tratando de entender lo sucedido hasta que la sacó de sus reflexiones la voz de Gadea que la llamaba.<br />
-Tiitameli, Tiitamel.
Tan pronto como el carruaje arribó a la plaza, subió la anciana al coche que tomó carrera esquivando entre las patas de los caballos, a un par de perros enfurecidos que tras un enorme lebrel, se precipitaban a su babeante hocico que mordía un suculento hueso.
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<strong><span style="color: #660000;">LAS ILUSTRES VISITANTES</span></strong><br />
<br />
Sobre la calle del Olivo colgado de un hermoso herraje se distingue un letrero, cuyo texto en notable estilo caligráfico, con letra fraktur dice “Imprenta Pagolo Signere”. Gadea lo vio a lo lejos y sintió un vuelco en el estómago. En la entrada de la casona el mozuelo portador de las Fábulas de Diógenes Laercio, aguardaba a las ilustres visitantes y tan pronto distinguió el carruaje dio aviso alertando al amo Antonello Guinelli, quién hizo las señas convenidas para dar inicio a la ceremonia de recepción.
<br />
<br />
El coche se detuvo y sin premura, disimulando cualquier indicio de exaltación, como cualquier respetable y distinguido gentilhombre, el mismo extranjero abrió la portezuela del carruaje, y con gran cortesía ayudo a las hermanas Ferrater y a Gadea a descender del coche. Una comitiva precedida por el controvertido Signere encaminó a las damas hasta la breve escalinata que daba acceso al patio central. Gadea detuvo la vista en el céntrico balcón del segundo piso que inundado de luz, era el punto focal de la rigurosa simetría entre los ventanales y las arcadas que enseñoreaban el conjunto de la edificación, erigida sobre el fundamento de una planta cuadrada. Más maravillada quedó con la fuente cubierta de azulejos y el estanque circular rodeado de jardineras y meandros, que invitaban a disfrutar del aire fresco bajo la plácida sombra de un vetusto olmo.<br />
<br />
Desde ahí, Guinelli condujo a las señoras al primer salón de la imprenta donde se fundían los diferentes tipos. Los hombres diligentes veían a las mujeres de reojo, que interesadas en su labor atendían las explicaciones de Antonello. Apel vigilante, permanecía alerta a cualquier indicio censurable. Se había prometido no tolerar con su presencia la aprobación de algo indigno, que pusiera en boca del pueblo de Pollença en tela de juicio su buen nombre. Rebuscó algún posible barrunto hasta en las modestas cajas repletas de letras metálicas, que habían sido vaciadas al revés. Husmeó incluso en las ropas viejas y desgastadas que se escondían bajo el guardapolvo de los fundidores, afanados con esmero en el llenado de los moldes. Escarbó con la mirada cada uno de los rincones de las salas, donde las pieles de carnero eran convertidas en tersa vitela. Se cubrió con un pañuelo la nariz para no oler las sustancias corrosivas, ni aspirar el polvo de la cal, ni los pelos que volaban vaporosos del cuero de los animales, hasta caer livianos bajo los recovecos de pesados bastidores.<br />
<br />
La viuda de Ancarola se cuidó bien de no pisar los cerros de trapos y paños viejos dispuestos en el piso, para la elaboración del pergamino y el papel. Melissa la sintió incómoda, no obstante le hizo un ademán para que guardara el pañuelo, cosa que hizo al entrar a la sala de los cajistas, donde se elaboraban las planchas con los tipos. Aunque no por mucho tiempo, ya que tan pronto sintió el olor rancio del aceite de linaza, hervido y coloreado con pigmento de humo, justo a la entrada propiamente dicha de la imprenta, dio tremendo estornudo que no pudo evitar limpiarse la nariz con sonoro estropicio.<br />
<br />
El silencio se hizo en la sala por unos segundos, después de los cuales los impresores continuaron con su oficio, acomodando los pliegos, entintando las planchas, manejando la prensa y vigilando el correcto secado de la tinta. Menos turbada se sintió en la sala de encuadernación donde se cosían las hojas de los libros, y se les pegaban elegantes y vistosas pastas. Habían dado la vuelta al pasillo del patio central, y cuando por fin creyó dar por concluida la mal lograda visita, Antonello Guinelli explicó que la imprenta como un invento de la época, aún no conseguía desplazar el gusto y las exigencias de la mayoría de los monasterios cristianos, o de un buen número de opulentos letrados de la nobleza, quienes por encargo solicitaban la elaboración de manuscritos. Decía esto al tiempo que les indicaba el acceso de las escaleras que conducían al segundo piso.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">LA SALA DE LOS COPISTAS</span></strong><br />
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Las tres mujeres entraron a la sala de los copistas donde el silencio, la limpieza y el orden imperaban. Esta enorme habitación, scriptorium del artista, trasmitía la misma serenidad y el recogimiento de cualquier sacrosanta abadía. Melissa contempló con nostalgia a los virtuosos que sentados frente al atril reproducían cada letra, cada palabra, cada pensamiento cabal de toda una obra, que habría más tarde de ser ilustrada al guaché, con témpera de huevo en esa primitiva forma oleosa para resaltar las ideas, que toman forma en el resquicio de la imaginación. Se vio ella misma, joven e ingenua frente al manuscrito del Magister Prinio Corella.<br />
<br />
Un profundo sufrimiento estrujó su corazón, habían pasado más de cuarenta y cinco años y por primera vez lamentó con toda su alma haber destruido el original. Cruzó por su mente la infame idea de haber silenciado los fundamentos de la Magna Obra. Por unos instantes cerró los ojos y pidió perdón. Perdón por haber escrito una clave tan equívoca en el laude de la inscripción sepulcral. Misericordia por haber reformado el manuscrito de Corella con una parte igual de texto, aunque estaba consciente de no haber añadido, modificado o quitado nada de su esencia, no obstante… ahora estaba segura que su expresión había sido tan enmarañada que había destinado la obra del Magíster a la noche oscura del olvido.
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<br />
Gadea la tomó del brazo cuando se percató que había lágrimas en las mejillas de su tía abuela. La anciana esbozó una sonrisa apacible y por un instante creyó ver en los ojos claros de su hija el rostro del hombre que debió haber sido su padre. Pero no, no tenía la menor idea de sus rasgos, era tan solo un mal recuerdo hace mucho tiempo desterrado. El corazón se abandona al sufrimiento y fortalece el espíritu con los años, aunque deja una coraza impermeable que lo insensibiliza todo, hasta la más elemental demostración de los buenos afectos. La madre y la hija siguieron a Guinelli quién se había adelantado con Apel, ambas mujeres se hicieron un guiño cuando vieron a la abuela ensimismada con el extranjero en franca conversación, pues la sala recientemente visitada si era de su agrado.<br />
<br />
No obstante, la biblioteca resultó ser el lugar predilecto de las mujeres que pudieron hojear muchos libros, no se cansaban de decir lo maravilladas que estaban con las magníficas ilustraciones, y las tapas de fina piel grabada en su mayoría con letras doradas. Antonello Guinelli supo darle un toque mágico al feliz momento relatándoles, que tales o cuales libros habían sido copiados para los servicios litúrgicos de la diócesis del obispo de Paris, como la Magna Glossatura o el Setentiarum Libri IV, al igual que la Summa Theologiae, esta última obra muy requerida para la biblioteca papal, y los monasterios de la orden Benedictina y el de Sahún.<br />
<br />
Aún no terminaba de decir que para la biblioteca de Carlos VII, y Luis XI así como para la colección particular del rey de Aragón y la biblioteca de Alfonso X, y de otros tantos hombres ilustres que le resultaba tedioso enumerar, se habían copiado o impreso obras de Vitrubio, Virgilio, Ovidio, Marcial, Juvenal, Horacio y de gran cantidad de pensadores, científicos y sabios que habrían de cambiar el mundo al llevar a todos los rincones el conocimiento humano. Antonello había tomado carrera y estaba a punto de enumerar otra retahíla de nombres cuando Gadea lo interrumpió.
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<br />
–Me interesa un libro. <br />
-Estupefacto y a la vez muy complacido tardó en responder y con voz pausada dijo- Me puede indicar que libro le interesa.
<br />
-Aún no lo sé, dudo si las Epistolas Familiares de Cicerón o el Cancionero de Petrarca. -manifestó señalando ambos ejemplares que se encontraban sobre una mesa y agregó- Me parece que debo empezar con algo sencillo.
<br />
-Son obras magníficas y de fácil lectura, estoy seguro que cualquiera de las dos las va a disfrutar mucho. –Aseguró el extranjero en tono circunspecto y de inmediato le preguntó.<br />
-¿Desea la obra impresa o prefiere un manuscrito?<br />
-Ninguna de las dos.<br />
-¿Ninguna de las dos? Dijeron los tres al mismo tiempo.
<br />
-Yo misma copiaré el libro, espero que usted tenga tiempo y voluntad para enseñarme, se le pagará bien por sus servicios.
Guinelli aceptó de mil amores y en poco tiempo el salón de costura se había transformado en el espacio impoluto que cualquier honorable copista podría anhelar.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/mundos-paralelos-capitulo-24.html">CAPÍTULO 24</a><br />
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IR AL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-caos-capitulo-1.html">PRINCIPIO DE SINCRONÍA</a></div>
liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-13705620814619270932012-11-24T15:38:00.000-06:002012-11-25T14:09:20.480-06:00EL MUNDO CUÁNTICO (capítulo 22)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9l1Xr5pu4nCjcvUwx_vWgXRdo66SW3TCU42-YMmc7QPdwAXMC32UUosjnMuvrvAn5pbbcUlxssd0Bxxd7ew7J9WZN6urkBt_DEqUOSO-5gnM5zOIDlOKXWJCzQesq9-zCgIuGRURHepM/s1600/c-29.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9l1Xr5pu4nCjcvUwx_vWgXRdo66SW3TCU42-YMmc7QPdwAXMC32UUosjnMuvrvAn5pbbcUlxssd0Bxxd7ew7J9WZN6urkBt_DEqUOSO-5gnM5zOIDlOKXWJCzQesq9-zCgIuGRURHepM/s400/c-29.jpg" width="395" /></a></div>
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“<strong><span style="color: #660000;">NÁKOREEN” EL PIONERO ROBÓTICO</span></strong><br />
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Sobre el Puerto de Turritela una franja anaranjada en el cielo, anunciaba el crepúsculo matutino frente a las aguas del Golfo de México, en tanto que el sosiego de la aurora contrastaba con las olas del mar, que se agitaban con furia sobre la playa. El moderado viento del amanecer en breves instantes se había convertido en tremendo ventarrón, arrastrando con todo lo que se encontraba a su paso. Montones de arena golpeaban sobre los cristales de la casa de la playa sin que Pamela se percatara de ello, pues el rugir del viento mitigaba los sonidos habituales como el ruido de la cerradura, que un sujeto con la cabeza cubierta accionaba en la entrada principal de la residencia.<br />
<br />
El hombre abrió la puerta y tras de él tres personas enfundadas hasta las orejas penetraron presurosas al vestíbulo, que en unos segundos había quedado tapizado de fina arenilla. Cuando Ferdinán se despojó del rompevientos que traía puesto, vio a Pamela profundamente dormida en la sala. Se aproximó a ella con gran sigilo para no despertarla, pero en ese instante la señora Perilló abrió los ojos y se arrojó a los brazos de su esposo.<br />
<br />
-Fer, mi amor ¿por qué no me hablaste?
<br />
-Quería darte una sorpresa
-Me encantan tus sorpresas. -Dijo Pamela- visiblemente apenada al tiempo que se componía el cabello y se alisaba la ropa que llevaba puesta del día anterior.
<br />
-No te preocupes pequeñita aún es temprano, que te parece si te arreglas mientras Yara y Romelia preparan el desayuno. Te adelanto que tenemos mucho que celebrar. ¡Ah! y otra sorpresa… tenemos visita.
<br />
-¿Alguien que conozco?
<br />
-No, le dio un beso –y le dijo- la cita es en la cocina.
<br />
-¿Me trajiste lo que te pedí? -Alcanzó a decir Pamela cuando ya se retiraba Ferdinán.
<br />
-Sí, no te demores preciosa.
<br />
<br />
Pamela colocó un separador de papel hecho a mano que había adquirido en alguna tienda de artesanías para indicar la página de su última lectura. Cerró el libro y lo depositó con esmero en una cómoda de la recámara, puso orden en la mesa y guardó la linterna en un mueble de la sala. Una hora después hacía su aparición en el lugar acordado por Fer. La madre y la hija la saludaron de forma cordial desde la mesa de servicio, donde daban los últimos toques a la presentación de los platillos que se disponían llevar a la mesa del ante-comedor. Ferdinán se levantó y le dijo señalando a un sujeto que llevaba puesta una cachucha de los Medias Rojas de Boston.
<br />
<br />
–Él es Nicholas Dafra.
<br />
-Hola Pamela –dijo el invitado en tono muy amistoso- yo sé mucho de ti por lo que me ha contado Ferdinán y supongo que querrás saber algo de mí. Bueno, soy ex alumno del MIT, músico de medio tiempo, cocinero por vía genética, circunstancialmente hacker, criptólogo aficionado y anarquista de tiempo completo.
<br />
-¡Ah! Grandioso, mucho gusto.
<br />
-Se le olvidó decir que es filósofo autodidacta y un genio en Inteligencia Artificial. -Añadió Ferdinán muy satisfecho.
<br />
-Romelia sírvanos por favor. -Ordenó Pamela sin hacer ninguna observación al último comentario de Ferdinán.
<br />
<br />
-Supongo que también eres geek. –Agregó Pamela sin preámbulos.
<br />
-Reconozco que me enloquece la tecnología y que a veces puedo parecer un pirado informático. Pero no creo encajar estrictamente en el contexto geek.
<br />
-¿No te sientes geek porqué te consideras hacker circunstancial? -Le preguntó Pamela con verdadero interés.
<br />
-No me siento geek porque no me lo he propuesto. Lo de hacker se dio porque al papá de un amigo lo involucraron en un penoso asunto ilegal a través de Internet, yo logré esclarecer el problema accediendo a toda clase de archivos de los facinerosos, salieron muchos trapos al sol y mucha gente inocente se vio afectada.
<br />
-Entiendo. –dijo Pamela.
<br />
<br />
Ferdinán pensó que era el momento de intervenir, así que consideró que un buen tema de sobremesa sería hablar sobre la financiación del proyecto de investigación, con el que se pensaba llegar a algunas áreas del conocimiento por el conocimiento mismo. El objetivo era harto arriesgado ya que carecía de aplicación práctica. La intención era establecer niveles de abstracción que posibilitaran formulaciones hipotéticas, que podrían utilizarse posteriormente en el desarrollo y progreso científico, para el mejoramiento de los seres humanos.<br />
<br />
El café se sirvió en la sala en un ambiente más cordial y relajado, Pamela confiaba por entero en el buen criterio de Ferdinán, por lo que juzgó necesario de su parte creer en la capacidad de Dafra. Fer habló sin mucha formalidad del tema de los juegos y juguetes inteligentes que soportarían la base económica del proyecto de investigación.
<br />
-Nuestro pionero robótico en el reino del mundo infantil es “Nákoreen”. –Dijo Fer sacando el prototipo de un empaque muy gracioso y elocuente respecto a su contenido.<br />
<br />
El ratón mecánico era sin lugar a dudas un hermoso robot con bigotes de alta tecnología. En otro compartimiento de la caja había un buen pedazo de queso artificial. Ferdinán le entregó el queso a Pamela -e inmediatamente le dijo- escóndelo en cualquier lugar del piso de la casa. Pamela se retiró con la vianda mecánica y la colocó en su habitación debajo de su cama. Cuando regresó a la sala Fer le entregó a Nákoreen. El simpático roedor ya estaba activado, así que Pamela lo puso en el suelo cerca de sus pies y de inmediato el ratoncillo se alejó del lugar, haciendo simpáticos molinetes por toda la habitación.<br />
<br />
En ese momento los tres se transformaron en niños que seguían con ojos encantados los correteos ágiles del robot. Movieron las mesas de centro, las sillas del comedor, un par de lámparas de piso y todo lo que pudiera interrumpir el paso del recorrido inteligente de Nákoreen, que en pocos minutos, muy a pesar de sus esfuerzos por entorpecerle el camino, no tuvieron más remedio que seguirle hasta el interior del dormitorio. Cuando el ratón se introdujo debajo de la cama, Pamela, Ferdinán y Dafra se agacharon lo suficiente como para meter más de la mitad de sus cuerpos bajo el lecho. Así pudieron ver como Nákoreen sentado en sus patas traseras, tomaba un pedazo de queso y lo agitaba entre sus manos al tiempo que decía “el queso es mío”.<br />
<br />
Los tres tumbados en el piso celebraban con risas la robótica hazaña mientras Romelia, que había entrado a la habitación para guardar una ropa repetía para sus adentros. -¡Qué juventud la de ahora! Los tres adultos transportados por un instante a su infancia regresaron a la sala, tras el ventanal pudieron ver a un intrépido en la playa, que trataba de permanecer de pie asido a una palmera frente a los vientos huracanados de más de 130 Km. por hora. Era un poco más de las dos de la tarde y para amenizar la plática Ferdinán puso música de Enya y sirvió tequila, Pamela trajo unos platos con queso, aceitunas, pan y carnes frías. De una carpeta Fer sacó unos papeles que le entregó a Pamela, donde se mostraba una relación detallada de los productos que darían lugar a la prometedora industria de juegos y juguetes “Makine”, con los que se estipulaba capitalizar el proyecto de investigación.
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<span style="color: #660000;"><strong>JUEGOS DE INGENIO Y AZAR</strong></span>
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<br />
El señor Perilló pretendía llegar más allá del propósito lúdico como una actividad innata e inseparable de los seres humanos, desde su infancia hasta la vejez. Él quería hacer del juego una metáfora amigable para la expansión de la inteligencia, sus herramientas eran muy simples, estimular el desarrollo de las habilidades del pensamiento a través del símbolo y la capacidad asociativa, para generalizar respuestas mentales de alto nivel, algo que de suyo podía ya observarse en los pequeños de hasta tres años, que sabían manejar con bastante destreza juegos elaborados para la computadora. Entre sus aliados contaba por supuesto con los sistemas expertos, aunque le quedaba claro que Nákoreen aún no podía conseguir el camino más corto para llegar a su destino, ni siquiera entendía el porqué de su destino, no obstante, sí podían los niños y las niñas encontrar en el juego, una nueva forma de relacionar la ciencia con los objetos de su mundo cotidiano.<br />
<br />
Frente a una necesidad creada del siglo XXI advertía un mercado potencial, que no excluía en lo absoluto a los adultos para los que había diseñado con la más alta tecnología, sofisticados juegos de ingenio y azar. Por lo pronto no descartaba la posibilidad de celebrar un jugoso convenio con McDonalds, un gigante de la comida rápida y con las grandes empresas de distribución mercantil, donde sin lugar a dudas le quedaban muy claras las reglas del juego a nivel mundial, así que estaba seguro de salir a flote en su propio barco navegando junto a Mattel, Hasbro, Bandai, Tomy, Lego y otros grandes del ámbito juguetero.
<br />
<br />
Muy pronto los juegos y juguetes de Makine estarían en todos los Wal-Marts, Toys “R” Us, Carrefours etc. Y aunque las etiquetas de sus productos decían “Made in China”, algunas piezas y componentes venían de Japón, Taiwán, Arabia Saudí, Estados Unidos y Europa. De estos dos últimos lugares se adquiría la mayor parte de la maquinaria, los moldes y las herramientas. Hong Kong entregaba el material en crudo a las factorías chinas, quienes posteriormente recogían la mercancía y la fletaban a los países de destino. La producción de juguetes estaría muy globalizada, de tal modo Makine no poseería ninguna fábrica o sitio de producción en ninguna parte del mundo. Desde un piso de oficinas en la ciudad de México se administraría la compañía juguetera, de tal modo la casa de las gárgolas permanecería como un bunker intocable para la investigación.<br />
<br />
Después de hablar durante largo rato sobre logística, marketing, patentes y demás temas, Dafra abrió su lap top y dijo –Es hora de jugar. Pasaron a la mesa del comedor y ya dispuestos –agregó- falta una persona ¿nos puede acompañar la chica de la cocina? –solicitó amablemente a Pamela.<br />
-Sí, claro. –Respondió la mujer, e inmediatamente se levantó y fue al estudio donde Romelia y su hija veían un programa de televisión.
<br />
-¿Yara puedes venir un momento?
<br />
-Sí señora. –Dijo la muchacha quién se sentó en la mesa frente a su patrona.<br />
<br />
Nicholas Dafra repartió a cada jugador un pequeño tablero o comando que contenía nueve botones de un color diferente cada uno, más una serie de teclas que permitían escribir el nombre de cada participante, debajo de un marcador que indicaba el número ciento ochenta, y un panel que prometió explicar su funcionamiento sobre la marcha. Seguidamente colocó en el centro de la mesa una caja cuadrada de treinta por treinta centímetros y apenas unos seis de alto, en cuya superficie se veía tan sólo un cristal translúcido.<br />
<br />
Dio por iniciado el juego al oprimir un botón de su comando, de inmediato surgieron de la superficie nebulosa de la caja seis cubos de colores de un aspecto tan inusual, que Pamela no resistió las ganas de tocarlos, pero sus dedos se encontraron solo a sí mismos, al mismo tiempo Yara intentó tocar los cubos y con gran arrebato apartó su mano al no sentir ningún cuerpo entre sus dedos.<br />
<br />
-Como lo habrás adivinado pequeñita, es una trampa holográfica controlada por una sencilla computadora. –Le dijo Ferdinán a Pamela con una sonrisa de oreja a oreja.
<br />
-Pues si que nos han tomado por sorpresa. –manifestó la señora Perilló quién aún se frotaba las manos con agradable desconcierto. Yara había enmudecido y sólo atinó a cubrirse la boca con sus manos.
<br />
-No temas Yara, esto es tan sólo un juego.
<br />
-No me asusté señora Pamela, es que no sé si están o no están los cubos.
<br />
-Por lo pronto digamos que tus ojos pueden ver lo que tu mano no puede tocar. -Le dijo Nicholas a Yara. Y le aseguró explicárselo con gran detalle un día.
<br />
<br />
-Los cuatro vamos a jugar contra Baricoke, es decir contra el personaje que nos muestra sus seis cubos de colores –añadió Dafra y continuó sus explicaciones- Ahora nosotros debemos conjeturar cuáles colores exhibirá en la próxima jugada Baricoke, de los nueve que tenemos en la caja de comandos. Así que observen bien los que ha elegido en esta ocasión, para establecer un argumento que nos pueda ser útil en nuestra próxima elección.
<br />
<br />
-¿Quedó claro? –preguntó el joven de la cachucha. Y como todos asintieron incluyendo Yara –agregó- bueno, opriman solo tres colores de los nueve de su tablero que crean nos mostrará Baricoke. Yara veía a Pamela de reojo y a los otros dos jugadores que se mostraban muy seguros con su caja de comandos. Cuando Dafra se percató que la chica había seleccionado sus tres colores les dijo, ahora opriman el botón “aceptar”, de inmediato desaparecieron y volvieron a aparecer, nuevas imágenes holográficas de los seis cubos con distintos colores. En el panel de cada comando se mostraban los siguientes resultados: Pamela sólo pudo acertar un color, por lo tanto había perdido cinco puntos de los ciento ochenta, así que su record registraba ciento setenta y cinco puntos. Fer y Yara habían perdido 6 puntos, es decir, no le habían atinado a ningún color y Dafra había perdido solo tres puntos. -Lo siento –dijo Nicholas- tengo más práctica que ustedes.<br />
<br />
El juego continuó llevándose a cabo el puntaje tal y como se lo había explicado Pamela a Ferdinán, en una ocasión por teléfono, solo que en vez de ganar puntos se perdían de una base de ciento ochenta. Por otra parte Baricoke jugaba independientemente contra cada jugador, sólo que él perdía la misma cantidad de puntos que el jugador atinaba en la elección de sus colores, de tal modo con el acierto de tres colores de Dafra, el jugador holográfico había perdido frente a Nicholas tres puntos. El juego terminó cuando Ferdinán perdió todos sus puntos quedando en último lugar, el cuarto lugar fue para Yara con sólo diecisiete puntos, en tercer lugar Pamela con treinta y tres puntos y en segundo lugar con sesenta puntos a su favor el joven de la cachucha, que escuchó al igual que todos, a una voz robótica que anunciaba al final del juego. -“gana Baricoke seguido de Dafra”.
<br />
<br />
-¿Es posible que alguien pueda ganarle al Baricoke? –preguntó Pamela.
-Establecer una predicción al cien por ciento o muy aproximada mediante el pensamiento humano lo creo imposible por ahora –dijo Nicholas- estoy trabajando en un modelo de contra-Baricoke cuántico, un personaje provisto de IA que nos pueda garantizar el cincuenta y uno por ciento de aciertos, cantidad suficiente para ganar con una mínima ventaja, aunque estoy seguro que esto me puede llevar bastante tiempo. Por lo pronto he experimentado con sujetos ciegos y no, es decir, con personas que eligen sus tres colores como lo hemos hecho nosotros y con personas que no ven los colores del Baricoke, notoriamente las personas que ven los colores tienen muchos más aciertos que las que no lo ven.
<br />
<br />
-¿Crees que se pueda desarrollar un método o estrategia de juego que te garantice el mayor número de aciertos? –preguntó Ferdinán.
<br />
-Por supuesto, yo lo he aplicado ahora, pero aún tengo muchas dudas y necesito afinar muchos detalles. No sé si sea demasiado impetuoso de mi parte aseverar esto, pero pareciera que Baricoke hace “trampa”
<br />
-¡No juegues! Dijo Pamela lanzándole a Ferdinán una mirada un tanto irónica.
<br />
-¡No! no es broma, es algo muy serio. Veámoslo como un fenómeno cuántico ajeno a la realidad local, bajo estas circunstancias debemos entender que existen conexiones misteriosas entre los pensamientos de los participantes, en este caso, de nosotros. –dijo esto con cierta precaución temiendo agregar la siguiente frase- Es como si hubiésemos intercambiado información a la velocidad de la luz con Baricoke sin nosotros saberlo.<br />
<br />
-¿Quieres decir que Baricoke hace trampa “porque puede ver, detectar o percibir” la elección de los jugadores? –preguntó en tono solemne Ferdinan.
<br />
-Me temo que sí… Imaginemos lo siguiente –dijo Dafra recargando su cabeza sobre su mano izquierda, al tiempo que levantaba la mano derecha señalando algún punto desconocido- Hay cuatro jugadores, por comodidad asignaré a los colores números del uno al nueve.<br />
<br />
El jugador A escoge el 3, 2 y 1.
<br />
El jugador B selecciona el 1, 4 y 5.
<br />
El C el 6, 3 y 5 y por último el D el 3, 2 y 1.
<br />
Si Baricoke quiere ganar tendría que escoger el 7, 7, 8, 8, 9 y 9 quedándose a su favor todos los puntos. O tal vez, cualquiera de estos tres números repetido seis veces. Otra posibilidad menos drástica de Baricoke sería seleccionar 7, 8 y 9.
<br />
De los números restantes seleccionaría el 6 y el 4 porque entre los cuatro jugadores estos dos últimos números sólo fueron elegidos una vez.<br />
Ya tiene cinco números, le falta uno, si quiere poner un número diferente tendrá que seleccionar entre el 5 o el 2 ya que ambos números sólo fueron seleccionados entre todos dos veces. Pero seguramente optaría por el 2 porque el jugador C tiene entre sus números el 6 y el 5.
<br />
<br />
-En resumen -dijo Pamela- si Baricoke escoge 7, 8, 9, 6, 4 y 2 cada jugador ganará solamente un punto.
<br />
-Que para Baricoke no es ni siquiera un rasguño –aclaró Ferdinan.
<br />
-Se me ocurre experimentar una estrategia de pensamiento colectivo (EPC) para intimidad a Baricoke –manifestó Dafra ajustándose la cachucha- debemos crear estados superpuestos que apunten a una realidad concreta.
<br />
<br />
-(Silencio colectivo) Finalmente preguntó Pamela –¿cómo es eso?
-No veamos a Baricoke como un modelo macroscópico. Tenemos que internarnos en el mundo cuántico ajeno a eventos reales. Sé que no es fácil, pero imaginemos por un momento un mundo de acción donde todo fluye como una tendencia que no se concreta. Que no ocurre, son simplemente tendencias que están en constante movimiento, son posibilidades de algo que cuando se manifiesta es que ha surgido de las posibilidades preexistentes del mundo cuántico, de las potencias a través de la energía del pensamiento.
<br />
<br />
-Parece simple –murmuró Pamela
-Perdone por interrumpir –dijo Yara que no había abierto la boca para nada.<br />
-¿Baricoke piensa?<br />
Todos rieron, después se hizo el silencio que rompió Dafra cuando dijo –Es posible Yara, todo hace suponer que estamos empezando a crear un puente que atraviesa los mundos de la mente y la materia, de la física y la psique. Estamos tentados a creer que hay una cierta relación del observador con el mundo observado, pero la realidad es que hay muchos mundos y no todos pueden emerger al mundo macroscópico. <br />
-Te dije que también es filósofo –sentenció Perilló poniendo punto final a la conversación.
<br />
<br />
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liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-35889478690803641342012-11-23T13:14:00.000-06:002012-11-24T15:39:28.814-06:00CORPORUM ESFERAE (Capítulo 21)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLWfwoGr99ta8kqKf5pOHjzVaxSm1q5Pb5kwzEZkcfZ7fSQDWzxRh8wScDT32qRm4NcT1wh-O9mb2GnohSt5sxOiZ4a29d1vP0XD-7eyy4ZcSo4tlWTANMBxVkHaNynhiHfMHSPUu76_c/s1600/c-28.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="382" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLWfwoGr99ta8kqKf5pOHjzVaxSm1q5Pb5kwzEZkcfZ7fSQDWzxRh8wScDT32qRm4NcT1wh-O9mb2GnohSt5sxOiZ4a29d1vP0XD-7eyy4ZcSo4tlWTANMBxVkHaNynhiHfMHSPUu76_c/s400/c-28.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">EMPEZARON A LADRAR UNOS PERROS</span></strong><br />
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A media mañana dejó de llover y sobre un charco de agua a los pies de Melissa aleteaba una graciosa libélula. Ella se distraía con el insecto cuando escuchó la voz de Nina Font quien se aproximaba a la plaza en compañía de su prima Pilar. Ambas mujeres se detuvieron frente al frondoso árbol. La de voz alegre y cantarina le dijo a la otra. -Querida Pilar ¿crees que debería bordar de café las carpetas del sillón de papá? Algo contestó Pilar pero Melissa no lo pudo escuchar porque empezaron a ladrar unos perros. -¡Qué raro! –pensó la anciana- Nina nunca ha querido hacer labor de punto.<br />
<br />
Pamela profundamente dormida en el sillón no se percató que la luz había llegado. Sobre la mesa de centro el libro mudaba sus páginas y lentamente las historias del Ditriae-Corporum cobraban forma en su sueño, así las estrellas congregadas en un círculo giraban entonando un rumor de agua en la espesura del bosque.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">AQUÍ NO FUNCIONAN ESOS APARATOS</span></strong><br />
<br />
Gadea salió del castillo haciéndose la misma pregunta. Veía hacia el edificio central tratando de encontrar la respuesta, completamente desorientada metió las manos en las bolsas de su falda, levantó los hombros y su cabeza y vio el firmamento durante un buen rato. Así pudo observar que en vez del intenso sol matutino, solo quedaba en el cielo una línea luminosa de un brillo inusual que se elevaba de extremo a extremo del horizonte, también se percató que la irradiación se hacía más intensa en la zona central del Ditriae-Corporum, precisamente en el lugar donde sobresalían cuatro enormes torres y de donde se emanaba una bruma tan tupida, que al contacto con la franja luminosa parecía liberar de tanto en tanto, una especie de volutas o esferas que se alejaban violentamente, suscitando estrepitosos relámpagos.
<br />
<br />
Gadea se estremeció agitando sus manos en el interior de las bolsas de su falda que comenzaba a deshilacharse, en ese instante advirtió un objeto extraño, era el cuadrante que le había vendido el extranjero en el puerto de Pollença. La pequeña caja de oro reluciente permanecía intacta. La abrió e intentó ajustar el torzal para localizar la sombra proyectada en los números del reloj, pero fue completamente inútil, nada en ese lugar proyectaba ni siquiera una leve silueta, en cambio la aguja de la brújula giraba sin ton ni son de forma completamente desordenada.
<br />
<br />
-Aquí no funcionan esos aparatos.<br />
–Escuchó decir a Ollg que se aproximaba, y será mejor que te apures porque te queda poco tiempo.
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-Aún no sé como llegar al Corporum-Esferae.
<br />
-Sígueme. –dijo la mujercita- o será demasiado tarde.
Las dos mujeres caminaron galopantes por el sinuoso camino que continuaba frente al castillo y que Gadea en un principio acertadamente había elegido. Un edificio marcaba el final de la avenida, Ollg accionó el mecanismo consabido y penetraron a un descomunal recinto, donde se podía apreciar el intenso ajetreo derivado de una rara actividad. <br />
<br />
De enormes tubos ensamblados hasta el techo, como los que había visto en la sala del castillo, salían y entraban un buen número de mujercitas.
La compleja cañería con canalones abiertos de tramo en tramo, parecía ser inspeccionada meticulosamente. Las damiselas con portentosa destreza y sin ninguna protección, se sostenían en vilo en las alturas vigilando el libre fluir del valioso líquido. Gadea supuso que más que vigilar el funcionamiento de los conductos, las mujercitas debían realizar otra acción primordial, pues el líquido que caía en los canalillos superiores era de un tono azul, y al llegar a las albercas del piso inferior en el que ellas se encontraban, se tornaba de verde intenso.<br />
<br />
El rumor de la caída de agua era el único sonido que Gadea podía reconocer, y aunque escuchaba claramente una resonancia monótona como de cuerdas a ratos intensamente aguda, no pudo identificar el origen de la crispante vibración.
Mientras que Ollg hablaba con otra mujercita, Gadea aprovechó para ver con detenimiento el diseño del techo abovedado que mostraba en bajorrelieve al centro, una estrella de seis picos entre los cuales se iban intercalando algunos textos entre las tuberías verdes y azules. Las descripciones que la joven Ancarola leyó aunque eran breves, eran más que elocuentes y relataban de manera sucinta, como las damiselas dotaban de ímpetu a la quimérica edificación que sorprendentemente, tenía la apariencia de un descomunal y monstruoso ente vivo.
<br />
<br />
Ollg se aproximó a Gadea acompañada de la mujercita con la que hablaba.
-Ollaeg te indicará el camino. –dijo brevemente su anterior acompañante- y se despidió. Ollaeg era aún más pequeñita y tenía el vientre muy abultado, era risueña y nada antipática. De un brinco la mujercita se metió a una alberca de agua verdosa e invitó a Gadea a seguirle. Mientras avanzaban a través de la alberca, la poza se estrechaba cada vez más hasta convertirse en un tubo torcido y esponjoso que las iba succionando lentamente hasta arrojarlas a otra alberca de agua completamente azul. Salieron de la piscina y caminaron por un largo pasillo de grandes arcadas. Gadea reconoció de inmediato la proximidad del sonido relampagueante de las esferas.<br />
<br />
-¿Tal vez no encuentres mucha semejanza con la vida que tu conoces con este lugar? –dijo la pequeña mujer.
<br />
-Es verdad y por más que intento me cuesta trabajo entender. Ni siquiera sé dónde está este lugar ni por qué estoy aquí. –dijo Gadea- incitando la conversación.
<br />
-Este lugar está en cualquier sitio que pienses y es tan pequeño, que pueden caber cientos de miles de lugares como este en la palma de tu mano.
<br />
-Ahora entiendo menos. –dijo Gadea manifestando gran desconcierto.
<br />
-Es muy simple, obsérvate en tu casa viendo un minúsculo polvillo en la palma de tu mano, es muy probable que tú te encuentres simultáneamente en el interior de esa partícula de polvo.
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-¿Cómo puedo estar en dos lugares al mismo tiempo? ¿Y en algo tan pequeño como una brizna insignificante?
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-No necesariamente dentro del polvo, sino en el interior de la nada. Y por supuesto, en dos, o tres o cuatro lugares al mismo tiempo. –Dijo Ollaeg visiblemente convencida.
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-Eso es ridículo. -Chasqueó Gadea. ¡Qué lío! No entiendo nada, al menos me puedes explicar algo muy simple.
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-Si, pregúntame.<br />
-Perdón por preguntar, pero ¿Por qué están desnudas?
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-Nosotros somos fases de energía y no necesitamos nada de lo que hay en tu mundo convencional. Tú nos has recreado en tu mente y nos has concebido de esa forma. –dijo la mujercita quién había activado el acceso a una fantástica cámara, donde nada representaba la construcción orgánica que caracterizaba a todo el resto del Ditriae-Corporum.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">
INCONMENSURABLE ABISMO</span></strong><br />
<br />
En ese lugar todo era cristalino y de apariencia por demás intangible. Avanzaron penetrando sin dificultad por densos paneles transparentes, que parecían no tener fin y que de tramo en tramo, daban la sensación de encontrarse colocados, de la misma forma al igual que las paredes, el techo y el piso, provocando una desagradable sensación de vértigo. Gadea se sintió desfallecer y cayó al piso, temiendo que éste se abriera arrojándola a un inconmensurable abismo. La sólida superficie del suelo mitigó sus temores.<br />
<br />
Intentó levantarse cuando se percató que no tocaba el piso con sus manos sino una pared cristalina, y pudo ver tras de ella una imagen que le era harto familiar, tan familiar como la plaza de las Palomas que tan bien conociera, y tan amada como la imagen de su tía abuela, que por alguna inadmisible razón, la veía prisionera entre las ramas de un árbol.
-Tiitameli, ¿qué haces ahí? ¿Dónde estás? –dijo Gadea tratando de llamar su atención.
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<br />
-No puede escucharte, está atrapada en un bucle del tiempo.
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-¿En qué? –Preguntó Gadea muy alarmada- ¿Y qué está haciendo ahí?
<br />
-Está presenciando lapsos de eventos coyunturales.
<br />
-¡Qué buena mojiganga! –gritó Gadea cerrando los ojos. Iba a plantearle otra pregunta a la mujercita pero al levantar la vista, descubrió que el panel de las imágenes se había disipado y en su lugar, tan nítido como el reflejo en la bruñida superficie de un espejo, vio a una mujer que parecía dormir. -Es Pamela, pronto la conocerás. –dijo la mujercita y desapareció.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">
EN MEDIO DE LA NADA</span></strong><br />
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Gadea de forma súbita se encontró totalmente sola en medio de la nada. La envolvía el más absoluto vacío y el más tétrico silencio, una aparente espesura de cristales la rodeaban por todos lados, sin presuponer que tras de ellos pudiera existir algo. Esperó un rato sin moverse con la esperanza de que ocurriera cualquier cosa, que le indicara que el Corporum-Esferae existía y que ella podría salir por ahí. Sin obtener respuesta a sus anhelos caminó, simplemente caminó, enfilando sus pasos con movimientos mecánicos sin rumbo fijo. Avanzó atravesando los paneles sin que nada cambiara. Transitó varias veces hacia los lados, hacia adelante y hacia atrás. Nada cambiaba, todo permanecía exactamente igual, incluyendo el techo y el piso.<br />
<br />
–¡Lo que busco puede estar arriba! –Se dijo mirando a lo alto- ¿Pero cómo llegar? -Se preguntó- No podía calcular la distancia, ni siquiera tenía idea de que arriba estuviera lejos o cerca. Se le ocurrió aventar su capa para darse una idea y -¡oh sorpresa!- el manto se adhirió al techo. Esperó un rato a que la capa cayera, pero su intrépida prenda descansaba de lo más natural. Sin dudarlo ni un momento, se impulsó y de un certero brinco fue a parar justamente arriba. Estando en esa nueva posición dudó si arriba era abajo o abajo era arriba, o lo que fuera pues todo era exactamente igual.
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Con imperturbable ecuanimidad se puso de nuevo la capa y decidió avanzar hacia arriba, hacia abajo, a los lados, a donde fuera hasta que se le acabaran reventando las piernas. De súbito se frenó, quedó paralizada al reparar en un sonido como de objetos que colisionaban. Volteó para todos lados y aunque no percibió absolutamente nada extraño, pudo advertir que el sonido de tanto en tanto era más intenso. No tardó mucho en descubrir que estaba justo adelante del Corporum-Esferae, que cada vez se hacía más nítido frente a sus incrédulos ojos.<br />
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Gadea se secaba las lágrimas de felicidad mientras observaba la loca carrera de las esferas que iban y venían, chocando con una especie de contrafuerte. Se dio cuenta que eran cuarenta y cinco esferas de cinco colores diferentes, de tal modo había nueve esferas de cada color. También observó que el contrafuerte estaba coloreado en cinco secciones compactas con los mismos colores que las esferas. Durante largo rato no le quitó la vista al asombroso mecanismo. Con gran regocijo reconoció que cada una de las nueve esferas del mismo color, estaba marcada respectivamente en riguroso orden ascendente, con nueve letras idénticas de la escritura que conociera en los textos del Ditriae-Corporum. De tal modo se dio cuenta que si la esfera "azul gae", golpeaba el contrafuerte "azul gae", se generaba un violento y aparatoso relámpago. Más aún, pudo distinguir que cuando una esfera chocaba con el contrafuerte correspondiente, al mismo tiempo que ocurría el relámpago se abría una compuerta, dejando pasar una impresionante luminosidad.<br />
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Del lado donde ella se encontraba, al retornar las esferas por alguna extraña circunstancia, estas se agrupaban por su color en riguroso orden ascendente, formando una larga línea que mostraba cuarenta y cinco espacios o compuertas, por donde ella fácilmente podía acceder a su interior. Instantes después daba inicio el estrepitoso movimiento de las esferas, que sin aparente orden ni concierto se reunían y se agitaban, hasta terminar perfectamente mezcladas. Después de esto, todas las esferas eran lanzadas con tan inaudita energía que terminaban por colisionar en algún aventurado lugar del contrafuerte.<br />
<br />
Gadea especuló que así de simple podía ser el mecanismo. Lo que no sabía era cuantas oportunidades tenía para intentar su liberación a través de un impacto acertado. Tomando en cuenta que en cada ocasión sólo se acertaba una o dos, o excepcionalmente tres colisiones favorables de cuarenta y cinco, por lo tanto, el panorama no era muy optimista. En ese momento recordó el baricoke en el cual siempre ganaba, pero reconoció que su juego era verdaderamente sencillo comparado con el sistema de las esferas. No obstante trató de realizar el mismo método que efectuaba, para determinar las posibilidades del color de las teselas.<br />
<br />
Gadea tenía una memoria privilegiada lo que le permitió registrar y estudiar la secuencia de un buen número de eventos, cuando creyó tener una propuesta aceptable decidió arriesgar el todo por el todo. Al tiempo que gritaba "rojo saaaaaia", corrió a la compuerta correspondiente y se introdujo al interior de la esfera que se cerró de un sólo golpe. No tardó en girar el impresionante abalorio con la pavorosa velocidad de un bólido, y sin más, chocó estrepitosamente con la compuerta del contrafuerte "verde iare", más pronto que lo pensara Gadea estaba de regreso, y de un solo tumbo salió disparada de la esfera para encontrarse en el mismo lugar de sus cavilaciones.
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–Esto no va a ser fácil. –pensó- al descubrir que había desaparecido parte de su brazo izquierdo. Lo intentó tres veces más, en la cuarta, completamente mutilada finalmente acertó empatar la esfera con la compuerta correspondiente. En la colisión sintió que le estallaba lo poco que aún subsistía de su maltrecho cuerpo que se adentraba velozmente por un oscuro y estrecho túnel. A lo lejos vio el titilar de una lucecita, de repente cayó de bruces tropezando con un arcón lleno de telarañas. Se levantó dando tumbos entre los ruidosos cacharros hasta que pudo alcanzar la lámpara de aceite.<br />
<br />
Melissa con gran premura se había adelantado, la joven Ancarola la siguió por el túnel hasta llegar a un recinto colmado de estanterías, repletas de papeles y libros. La anciana torpemente buscaba algo en la penumbra de la biblioteca, Gadea la vio tan absorta que no quiso interrumpirla, la joven estaba cautivada admirando las hermosas ilustraciones de un libro, cuando sintió que su tía abuela la jalaba indicándole que debían salir. Ambas mujeres sentían sofocarse, la anciana respiraba con gran dificultad, cuando llegaron a la boca del pasadizo secreto, por donde se filtraban los rayos del sol.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-mundo-cuantico-capitulo-22.html">CAPÍTULO 22</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilvi9TkzZZJqagtRwWMhw7Z727hNmFBQy9BjLiFs_ocCQzfUmh5ewzzkcZz40p3DC7JJUbrwkYDvwvFzcPXClMMpMzm1AqqK0TddI7SdtE5cKsRJmypwwmXq6cei5esYzEmDaaDHjpkus/s1600/c-27.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="383" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilvi9TkzZZJqagtRwWMhw7Z727hNmFBQy9BjLiFs_ocCQzfUmh5ewzzkcZz40p3DC7JJUbrwkYDvwvFzcPXClMMpMzm1AqqK0TddI7SdtE5cKsRJmypwwmXq6cei5esYzEmDaaDHjpkus/s400/c-27.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">
FLOR DE NUEVE PÉTALOS</span></strong><br />
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Ollg era pequeñita y ágil, estando ella de pie no le llegaba siquiera a la cintura, su cara era la de una mujer joven, ni fea ni agraciada, tenía un cuerpecito regordete y los dedos de los pies estaban tan separados que parecían un simpático abanico. Gadea observó que la alberca se encontraba en un espacio impecablemente limpio y bastante amplio, se dio cuenta que el techo en forma de bóveda mostraba al centro de la cúpula, la figura ornamentada de un sol flanqueado por dos lunas, el cual estaba rodeado por una enorme estrella de doce picos. Completaban el diseño gran cantidad de pequeñas estrellas y textos trazados en forma radial y concéntrica a lo largo de todo el borde de la representación.<br />
<br />
Abstraída con todo lo que le rodeaba, clavó sus ojos en la decoración del muro donde se podía ver en la parte central, un bajorrelieve en cuyo centro sobresalía una exquisita estrella de seis puntas. A su vez la estrella estaba rodeada de lo que parecía una canaleta o anillo, que semejaba una alberca de agua azulosa, la cual remataba con nueve antepechos o salientes. No obstante, observó la figura con mayor cuidado y descubrió que el arreglo del muro exhibía una enorme flor de nueve pétalos. Entre cada pétalo se formaba una línea con un texto escrito y dos círculos de texto rodeaban la flor. Ningún otro adorno había en esa habitación, ni muebles, ni tapetes, ni cortinas, ni cuadros, absolutamente nada, sólo los ventanales rematados en enormes arcadas dejaban pasar esa luz inusual, densa y difusa a través de las húmedas membranas que las cubrían.<br />
<br />
Ollg la llamó un par de veces, Gadea salió de su introspección y siguió a la mujercita hasta llegar a una arcada lo suficientemente alta y ancha, como para permitir el paso de un elefante. Con un objeto similar a un gran anillo, adornado con algo que parecía una gema, la mujercita señaló una sección del monumental arco, y al instante desapareció parte de la superficie membranosa que lo cubría, creándose entre la piedra del anillo y la trama de la arcada una incandescente estela luminosa. Del hueco recién abierto, el cual tras de ellas al acto se cerró, salieron ambas a una espaciosa terraza que más adelante tomaba la forma de un sinuoso camino. Franqueado por los lados de minúsculos parapetos marcaban el borde hacia un desfiladero sobre el cual estaba asentada la totalidad del conjunto, dando la sensación de flotar o existir suspendido arriba de las oscuras gargantas del precipicio, cuya base permanecía cubierta de densa niebla.<br />
<br />
El día comenzaba a declinar y el cielo que hacía unos instantes mostraba cierta refulgencia, de forma imprevista se llenó de oscuros manchones saturando el ambiente de tinieblas. No muy lejos Gadea vio aproximarse a un tropel de mujercitas desnudas, que con paso raudo pasaban frente a ella portando cada una, una luminosa estrella. Gadea se aparto lo suficiente para no alterarlas y en su intensión, no midió lo bajo del parapeto con el cual horrendamente tropezó. Su cuerpo salió disparado al desfiladero dando violentos tumbos de tramo en tramo, hasta llegar a las oscuras gargantas del precipicio.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">ERA DOMINGO</span></strong><br />
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Era domingo y las campanas de la iglesia de la Asunción repicaban de tanto en tanto al llamado de los fieles. Después de la misa, la plaza de las Palomas se llenaba de vendedores, adivinos, trotamundos y músicos ambulantes que complacían a la gente del pueblo, como cualquier día de fiesta hasta bien entrada la tarde. Melissa lamentaba no poder asistir al templo enraizada en esa dolorosa esquina frente a la lencería y pasamanería de Pollença. La vieja atrapada en el árbol se encontraba rezando alguna plegaria, cuando vio venir a Nina Font acompañada de su prima Pilar. Las dos mujeres que cubrían con un velo negro su cabeza se sentaron justo en su banca. La más bajita y de tez muy pálida le dijo a la otra. –Querida Nina, ¿Te había dicho que cuando me case con José Juan, nos iremos a vivir a Puigdemar? Algo contestó Nina pero Melissa no lo pudo escuchar porque empezaron a ladrar unos perros. –¡Qué raro! Pensó la anciana- Pilar está casada con Manolo Torrecilla.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">EN EL FONDO DE LA OSCURA GARGANTA</span></strong><br />
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Un agudo grito que rompió la fragilidad nocturna seguido del silencio más desolado estrujaba el pecho de Gadea. ¿Estoy muerta o viva? –sé preguntó- aprisionando con sus manos su cabeza. –Debo estar muerta, porque ésta no es mi vida. Ésta no es mi vida, repitió con un chillido ahogado que apenas escapaba entre sus dientes. Meditó durante largo rato tumbada en esa posición, -he caído desde muy alto, a un precipicio horroroso, terriblemente desconocido y oscuro. Debo estar muerta porque no me duele nada, no me he roto ningún hueso, pero no, estoy viva sobre esta esponjosa y repugnante superficie, a fin de cuentas es como si estuviera muerta, cadavérica, difunta.
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<br />
¿De qué me sirve estar viva… de que me sirve estar en medio de esta pesadilla? Con los ojos cerrados Gadea sintió que algo debajo de ella se movía con un pequeño vaivén, apenas un movimiento lento, pausado, liviano como el balancín de un columpio que Apel mandara colgar de un árbol del huerto. A Gadea le gustaba sentir que volaba por los aires, mientras intentaba tocar la fronda del arbusto con sus pies elevados por el vuelo, con ese placentero sueño y profundamente extenuada se quedó dormida. Cuando despertó, los rayos del sol herían de forma brutal sus ojos, se incorporó sin dejar de parpadear, cuando pudo fijar la vista no podía creer lo que sus ojos veían. Estaba sobre una gigantesca flor, en medio de un jardín fantástico, verdaderamente prodigioso donde las plantas podían libremente desplazarse de un lado a otro.<br />
<br />
Ella debió haber estado viajando toda la noche, debía estar muy lejos de la edificación de las mujercitas desnudas porque nada a la redonda le parecía familiar. Cientos de miles de plantas de formas diversas abigarraban el horizonte de colores. Las raíces eran piernas ágiles, los brazos parecían ramas frondosas y las cabezas un conjunto de flores tan extrañas que nunca había visto jamás. Las insólitas plantas parecían sociables y se movían en grupos, como si tuvieran una actividad claramente definida. Daba la impresión que todas realizaban una tarea específica, pues cada una de ellas se mantenía inexplicablemente ocupada.<br />
<br />
Gadea se preguntaba si la planta había advertido su presencia, pues al menos no parecía incomodarle, tampoco a las otras flores que se aproximaban a observarla de cerca. Se sintió realmente aliviada, pero no por mucho tiempo, porque de repente las plantas comenzaron a correr despavoridas, parecía que perseguían a alguien, ella tuvo que asirse de un atado de filamentos que emergían de la flor para no caer. Durante mucho rato soporto la carrera hasta que las plantas se detuvieron, Gadea se asomó entre los coloridos pétalos para ver que pasaba, y vio en el suelo vaporoso, a un pequeño y raro animal despanzurrado entre las patas pezuñosas de una planta. -¡No quiero que me pase esto a mí! –dijo y tragó saliva- Se movió lentamente ocultándose bajo los pétalos de la flor, después de un rato asomó su cabeza y vio a lo lejos la edificación de la mujercitas, el corazón le palpitaba con tal fuerza, que temió que toda la vegetación circundante pudiera escuchar sus latidos.<br />
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Pacientemente observó que la planta caminaba por el sendero de un riachuelo humedeciendo sus grotescas extremidades, y justo se dirigía hacia la plegada muralla en la que se asentaban los nueve edificios, de los cuales, uno de ellos debía ser el Corporum-Esferae. Al aproximarse se dio cuenta que la cima del desfiladero estaba muy alta, y que ella se encontraba cada vez más en el fondo de la oscura garganta, donde la niebla se hacía visiblemente más densa. Peor aún, la planta desandaba sus pasos y retomaba de nuevo el camino hacia la espesa vegetación. –¡Noooooooo! -Gritó Gadea- al tiempo que un violento espasmo recorría todo su cuerpo, abrazó fuertemente sus piernas y rompió en llanto. De súbito sintió un golpe certero sobre sus espaldas y una fuerte presión que la ahogaba, de inmediato se elevó sobre los aires.<br />
<br />
Prácticamente volaba atrapada entre las garras de un ave colosal. Gadea pudo ver desde las alturas todo el majestuoso conjunto, grabó en su mente hasta los más mínimos detalles para el resto de su azarosa vida. Al pasar por el edificio central vio a Ollg y a otra mujercita en lo alto de una torre saludándola alegremente. Estaba feliz, ahora solo tenía que aterrizar con bien y encontrar el Corporum-Esferae.<br />
<br />
Su benefactora plumífera la arrojó prácticamente sobre una explanada en cuyo centro, el agua de una alberca giraba vertiginosamente creando enormes olas, que semejaban los brazos de un remolino. El ruido del agua era ensordecedor, se sentía aturdida y no sabía que camino tomar. Supuso que lo más razonable sería que en el edificio central se encontrara el Corporum-Esferae, pero desde su ubicación no había forma de ingresar al edificio, ya que éste se encontraba rodeado de una profunda fosa repleta de bruma, y de un extraño líquido de apariencia desagradablemente viscosa.<br />
<br />
De suyo parecía que la única comunicación posible con la construcción central, era a través de las tuberías. De tal modo reconoció que no había muchas posibilidades hacia donde dirigirse. Del lugar donde ella se encontraba distinguió tres avenidas, de las cuales descartó una porque se internaba en la espesura de entelequias abrumadoramente vegetales, así que debía de tomar cualquiera de los dos caminos restantes.<br />
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Descubrió que una de las avenidas pasaba frente a un castillo, el cual insólitamente, estaba construido a imagen y semejanza de las edificaciones que ella conociera en su mundo cotidiano. De tal modo se enfiló en esa dirección. La fortaleza no era muy grande y contrastaba notoriamente con todo lo orgánico del entorno circundante. El pórtico comunicaba de inmediato a una especie de santuario, dedicado casi en su totalidad a las plantas humanoides.<br />
<br />
Como un herbolario mural se exhibían en las paredes las imágenes a color, de aproximadamente ciento treinta y tantas especies vegetales verdaderamente inverosímiles. Cada una de las peculiares pinturas era explicada con un breve texto que dotaba a cada planta, de virtudes inusitadas para un mundo en el cual, lo único relevante era generar corrientes continuas de energía. Gadea retrocedió aterrada, hasta ese momento se dio cuenta que el texto estaba escrito en algún lenguaje para ella desconocido, y no obstante lo entendía todo perfectamente bien.<br />
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Al final de la sala, un pasaje conducía a un soberbio salón repleto de pequeños toneles decorados con círculos, puntos, líneas y franjas de colores que en conjunto, daban lugar a sencillas formas que se repetían alrededor de toda la superficie del tubo. Había además gran cantidad de algo que parecían colosales bombonas y cilindros de muchos grosores y tamaños, y algunos eran tan altos y tan elaborados como para construir majestuosos obeliscos. En las paredes, al igual que la sala anterior, los textos y las imágenes a color explicaban la procedencia de todos los materiales. Las flores, los troncos, las ramas y principalmente las raíces de las plantas humanoides, eran exclusivamente la materia prima de estos inusuales artefactos.<br />
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Gadea salió de la habitación completamente atónita. La última sala del castillo era en su totalidad gráfica. Los muros estaban cubiertos de texto y figuras donde aparecían las mujercitas desnudas, realizando su actividad cotidiana. En algunas representaciones las damiselas estaban congregadas en círculos y cada una de ellas portaba una pequeña estrella. Para fortuna de la joven Ancarola, en un costado del gran salón podía apreciarse un estupendo mapa del lugar trabajado en gran detalle, así pudo confirmar sus sospechas respecto a la ubicación del Corporum-Esferae, el cual estaba efectivamente al centro del Ditriae-Corporum, que era el nombre de ese extraño e incomprensible sistema.
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liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-40784677821325067232012-11-21T14:52:00.001-06:002012-11-22T21:02:24.206-06:00LAS MUJERCITAS DESNUDAS (Cap. 19)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUI9VSLZ5GIZKhcWRJ62TgPq9N0nuFGg75qhRKi7k24cSDVvl6HE5-3JPNBxFHhRPHZkBeXDmYjXGQ_VagarIXwpx3h4VP_tDqV9coUJFykvO9lPl4Agua1sgnofshaXvX4gmrl_LFPPI/s1600/c-26.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="380" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUI9VSLZ5GIZKhcWRJ62TgPq9N0nuFGg75qhRKi7k24cSDVvl6HE5-3JPNBxFHhRPHZkBeXDmYjXGQ_VagarIXwpx3h4VP_tDqV9coUJFykvO9lPl4Agua1sgnofshaXvX4gmrl_LFPPI/s400/c-26.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">ATERRADORA OSCURIDAD</span></strong><br />
<br />
Gadea salió de la biblioteca para alcanzar a Melissa, supuso que se habría adentrado por el túnel, así que se enfiló en la dirección correcta, no había andado más de cinco pasos cuando repentinamente se hizo la más aterradora oscuridad.<br />
<br />
Pamela alzó la vista, entrecerró el libro sin retirar sus pulgares de la página que recién leía, con los ojos entornados vio hacia un punto indefinido de la pared, por unos instantes su rostro abandonó la gentileza de sus finos rasgos y en su expresión atónita se dibujó un signo de estupor. Tenía la mente en blanco cuando escuchó un golpeteo insistente en el vidrio de la ventana, se estremeció de súbito al ver a un hombre fornido haciéndole señas. El hombre insistía hasta que Pamela le gritó desde el sillón.<br />
-¿Qué desea?
<br />
-Disculpe la molestia, soy de la compañía de luz. Hemos cortado temporalmente el servicio por una anomalía en el transformador de la zona.<br />
-¿No hay luz?
<br />
-No señorita, estamos trabajando en eso.
<br />
-¿Tardarán mucho?
<br />
-Cuatro o cinco horas, tal vez un poco más, perdone las molestias.
<br />
-No se preocupe. –dijo con cierta resignación y agregó- Gracias.
<br />
<br />
Vio alejarse al hombre a través del vidrio, todas las ventanas estaban cerradas y el aire acondicionado había dejado de funcionar. El termómetro marcaba cuarenta grados en el exterior y ya había subido la temperatura a treinta y un grados en el interior. Eran poco más de las cinco de la tarde así que con suerte, pensó que la luz llegaría a las nueve o diez de la noche. Sacó un refresco del refrigerador, le puso bastante hielo, rellenó con agua la charola de los cubos y la metió nuevamente al congelador, dudó por un instante, finalmente sacó la charola y la dejó sobre la mesa de la cocina.<br />
<br />
Encontró una linterna en la caja de herramientas y hasta entonces se percató que había suficientes velas decorativas esparcidas por toda la casa como para alumbrarse por varios días. Bueno –pensó- al menos no estaré a oscuras. Sentada nuevamente en el sillón, acompañada de un vaso de refresco helado, vio con cierto recelo el libro que había dejado abierto en la mesita de centro.<br />
-¿Sincronicidad? -Dijo en voz alta- ¡O una coincidencia significativa!<br />
<br />
Gadea estaba petrificada, se paralizó por completo, no se movía ni un ápice, el único sonido que escuchaba era el de su respiración. Mentalmente se repetía -Tiitameli, tiitamel, ¿dónde estás? Cuídate, te voy a encontrar. Con sumo esfuerzo levantó su brazo derecho, lo jaló lo más que pudo al tiempo que estiraba los cinco dedos de su mano, avanzó lentamente el cuerpo en esa dirección, con el otro brazo hacía movimientos desordenados intentando tocar algo que le indicara su posición en el pasadizo. Pensó que a su costado derecho, a corta distancia debía encontrarse el muro del túnel, así que caminó de lado contando cada uno de sus pasos… cuatro, cinco, seis. ¡Listo! su mano topó con la pared.<br />
<br />
En esa posición hizo algunos cálculos, -hacia mis espaldas está la biblioteca, puedo bordear el muro de la estantería y salir nuevamente al pasadizo, después deberé continuar en esa dirección hasta advertir la primera galería, desde ahí será fácil encontrar la salida pedir ayuda y regresar por Melissa. -Se repetía mentalmente visualizando cada uno de los puntos que debería alcanzar en su camino. Puso en marcha su plan, giró ciento ochenta grados intercambiando con rauda agilidad su mano derecha por la izquierda que ahora tocaba el muro– inició la marcha apurando el paso sin apartar en lo absoluto su mano de la pared, sentía sofocarse y la oscuridad empezaba a generarle una sensación de pánico.<br />
<br />
Había caminado un buen trecho y le inquietó no encontrar la primera esquina de la biblioteca, pensó que la había pasado inadvertida, pero no, al menos en algún momento debió toparse con el primer recodo. Instintivamente comenzó a trotar, prácticamente estaba corriendo como si algo o alguien la persiguiera. En su carrera se despojó de su capa arrojándola tras de sí, continuó la marcha vertiginosa hasta que sus pies se enredaron con algo y cayó violentamente al suelo.<br />
<br />
Sin poderse levantar se sintió extenuada, terriblemente abatida e inmensamente sola, por primera vez en su vida experimentó una brutal sensación de desamparo y profunda tristeza. Se acurrucó en el suelo protegiendo su cuerpo adolorido con sus manos adoptando la posición de un feto indefenso. Recargó su cabeza sobre la suave tela… de su capa. Efectivamente, había tropezado con su capa. -No es posible. –dijo mentalmente- tocando los bordes del paño que tan bien conociera. -La capa ha quedado atrás ¿cómo ha llegado hasta aquí? –se preguntaba al borde del desconcierto. ¿Dónde estoy? –sollozó- Tiitameli, tiitamel, por favor… no entiendo nada.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">LA PLAZA DE LAS PALOMAS</span></strong><br />
<br />
Melissa despertó con los primeros rayos del sol. A esa hora iniciaba el trajín del mercado frente a la plaza de las Palomas. Los recios hombres en un ir y venir por las calles del pueblo arrastraban sus carretones cargados de mercancía, algunos señores llegaban a caballo directo al bodegón de pitanzas, que a temprana hora encendían los fogones para preparar las empanadas de pescado, la deliciosa tarta de almendra o el lomo de cerdo con col. El gustoso olor a comida y el ensordecedor canto de las aves la ubicó lejos de la hacienda, repentinamente creyó ver a Gadea en el pasadizo de la mezquita.<br />
<br />
Cómo una súbita visión la vio tan real y abandonada que sintió pena por su querida hija. Pero no, no era posible, ni Apel ni Gadea ni siquiera su propia sombra sabían nada de lo que había ocurrido años atrás. Advirtió que estaba cansada y hambrienta y pensó que ya era hora de regresar a casa. Con gran esfuerzo pretendió enderezar su cuerpo pero se sintió demoledoramente pesada, trató de ayudarse con sus manos e intentó levantar tan solo una de sus piernas, pero fue totalmente imposible –soy una vieja achacosa. –Dijo para sí bastante enfadada- creyó que debía descansar un rato sus pies hinchados y decidió quitarse los zapatos, se inclinó y vio que en vez de piernas tenía en sus extremidades inferiores una gruesa raíz que penetraba profundamente en la tierra.<br />
<br />
Lo primero que pensó fue en pedir ayuda. –¡Ayuda, ayuda por favor!- nadie la escuchó porque el mudo sonido se quedó en lo más profundo de su pensamiento. Así pasó la mañana viendo como la gente de Pollença hacia su día cotidiano. A ratos dormitaba pero el gorjear de los pájaros y el viento que agitaba vigorosamente su fronda la mantenían bastante despierta.<br />
<br />
Enfrente estaba el mercado de la Asunción y justo delante de ella, atravesando la calle empedrada había un negocio de lencería y pasamanería. Del establecimiento vio salir a Nina Font acompañada de su prima Pilar. Las dos mujeres atravesaron la calle empedrada y se sentaron justamente en su banca. La rubia y más joven de ellas le comentó a la otra. –Querida Nina ¿te imaginas que linda se va a ver mi Ana Belén con su vestidito adornado con este pasa listón de seda? Algo contestó Nina pero Melissa no lo pudo escuchar porque empezaron a ladrar unos perros. -Qué raro. –Pensó la anciana- Pilar tuvo un varoncito pero el pobre crío murió de flema.<br />
<br />
Pamela se quedó de una pieza. No entendía lo que estaba pasando. Será el calor –pensó- ¡Y la luz que no llega!<br />
<br />
Gadea permaneció largo rato en el suelo tendida en esa patética postura. Bajo el demoledor silencio con su oreja pegada casi al piso creyó escuchar el ruido suave y acompasado de una multitud de pequeños pies que avanzaban hacia ella. Levantó la vista y vio a lo lejos el resplandor difuso de menudas lucecitas. De inmediato se incorporó y aunque en ese momento no pudo ponerse de pie, mantuvo su espalda erguida apoyada en sus piernas arrodilladas.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
IBAN COMPLETAMENTE DESNUDAS</span></strong><br />
<br />
La tenue emisión de luz se hizo cada vez más clara y pudo ver con certidumbre a unas mujercitas que pasaban de largo junto a su estropeado cuerpo sin molestarse tan siquiera en voltear a mirarla. Las pequeñas adultas median lo mismo que ella sentada en esa incómoda posición. Gadea observó que las insólitas damiselas portaban en su mano derecha una estrella luminosa e iban completamente desnudas.<br />
<br />
Como en un desfile alegórico las vio pasar una a una tan inmutables e inexpresivas que dudó lo que sus ojos veían. Debieron ser más de veinte, tal vez treinta y cuando creyó que había concluido el singular desfile atisbó en la cercanía a una rezagada que al pasar frente a ella le dirigió un vistazo que más bien parecía un examen de aprobación. Gadea aprovechó la dichosa circunstancia para preguntarle.
<br />
-¿Dónde estoy?
<br />
-¡Estás estorbando! –dijo secamente la inaudita mujer- y continuó su camino.
Gadea se desplomó en llanto, en su aflicción apenas se dio cuenta que las piernas le hormigueaban, las estiró sobre el suelo lo más que pudo masajeando con ambas manos una de sus rodillas. Cuando sintió un poco de alivio logró levantarse al tiempo que se acomodaba la capa sobre sus hombros. Amanecía, al menos eso creyó al ver que cierta claridad penetraba por las arcadas del ventanal de un largo pasillo donde parecía estar.
<br />
<br />
Se aproximó al pretil de una de las ventanas y vio que estaban cubiertas de una sustancia tersa, flexible, transparente y húmeda. Hacia afuera se podía ver una extraña ciudad de al menos nueve edificios con cúpulas y torres estrambóticamente adornadas. Las edificaciones parecían interconectarse entre sí por sinuosas avenidas y terrazas y en la parte superior de todas las construcciones salían gigantescos tubos que se arqueaban discretamente hacia arriba formando puentes de unión entre todas ellas. El cielo tenía una consistencia inusual, parecía un día nublado, aunque de hecho no había nubes, pero no alcanzó a ubicar el sol por ningún lado.<br />
<br />
Gadea especuló que ella seguramente se encontraba en lo alto de alguna edificación ya que no alcanzaba a distinguir el fondo de la superficie del terreno que estaba cubierto de una espesa bruma. Volteó hacia los extremos del pasillo, en ningún caso pudo distinguir el final ya que ambos lados aparentemente remataban en una curva. Su extrañeza se acrecentó al descubrir que el techo no muy alto, mostraba una superficie acolchonada. Una cantidad tal de pequeñas volutas de color azul parecían estar ensartadas en un arreglo ondeante y ciertamente riguroso.<br />
<br />
Avanzó con gran cautela por el insólito corredor que más bien parecía un enorme tubo en forma de anillo el cual paradójicamente no llevaba a ningún sitio. Todo el interior del pasillo era exactamente igual y solo el paisaje exterior revelaba en el lado opuesto de la ciudad una cantidad tal de bruma que a excepción de ciertas secciones parecía sin lugar a dudas la fronda colorida de un bosque entre la niebla.<br />
<br />
Gadea se preguntaba con gran extrañeza por donde habían entrado y salido las mujercitas, pues ella no advirtió nada que pudiera parecerse a un acceso, o a una puerta o al menos a algo similar a una abertura. El muro frente a los arcos de las ventanas aunque rugoso y plagado de pequeños orificios se veía bastante sólido, ensimismada en sus cavilaciones tardó en descubrir que estaba parada en un inmenso charco de agua azulosa el cual crecía a raudales al acumularse el líquido que brotaba de una especie de canaletas alineadas en lo alto y largo del muro.<br />
<br />
El nivel del agua subió de forma tan repentina que en breves instantes había llenado todo el espacio por completo. Gadea nadó desesperadamente a la superficie, al levantar su mano se dio cuenta que estaba a tan solo un palmo del techo, cuando el líquido alcanzó su máximo nivel, advirtió que las volutas de la bóveda devoraban con tal avidez el cerúleo líquido que en la proeza de tragarlo todo, la habían atrapado a ella manteniéndola completamente adherida a las insaciables ventosas de esa horripilante masa amorfa.<br />
<br />
Tras un rumor parecido a un resoplo, seguido de un fuerte estrépito descubrió que unas compuertas situadas en la parte baja del orgánico muro, se habían abierto dejando escapar vertiginosamente el fluido misterioso que junto con ella, avanzaba al centro de un tubo con la fuerza demoledora de un remolino. Todo fue tan expedito que no supo en que momento había ido a parar a una alberca donde se bañaban plácidamente algunas mujercitas.<br />
<br />
Al día siguiente Melissa descubrió que una pareja de mirlos construía un nido entre sus ramas, estaba viendo a los pajarillos cuando escuchó la voz de Nina Font quien se aproximaba a la plaza en compañía de su prima Pilar. Ambas mujeres se refugiaron del sol bajo su fronda. La de ojos gitanos y cabello oscuro le dijo a la otra. -Querida Pilar ¿crees que a mamá le guste la mantilla que le estoy bordando? Algo contestó Pilar pero Melissa no lo pudo escuchar porque empezaron a ladrar unos perros. -¡Qué raro! –pensó la anciana- Si la pobre de Inesita murió el año pasado.<br />
<br />
Pamela dormía profundamente en el sillón, no había encendido las velas y la linterna estaba apagada sobre la mesita de centro. El libro sin más, alentó sus páginas que fueron pasando lentamente una a una dejando escapar sus vagas presencias en el caótico sueño de Pamela. Afuera, las estrellas cubrían con un mágico resplandor el cielo y en una inusitada danza recorrieron el seductor espacio iluminando todos los confines del firmamento.<br />
<br />
No le quedó la menor duda. Era la misma damisela rezagada de mal genio la que no le apartaba la vista. Gadea más que aterrada se sintió grotesca, había caído de bruces en medio de la piscina, estaba hecha una sopa y tan vestida con todo y capa se sintió ridícula junto a las desnudas mujercitas.<br />
-¿No te das por vencida, verdad? –le dijo la mujer a Gadea en un tono de pocos amigos.<br />
-Perdón por molestar, al menos si me indicara la salida… -Imploró Gadea.
<br />
-Acabas de llegar, ¿y ya quieres irte?
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-No… sólo… que no quiero estorbar.
<br />
-Pues no estorbarás por mucho tiempo –le dijo duramente la mujer- en breve comenzarás a disgregarte.<br />
-¿A disgregarme?
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-Oíste bien. –¡Gritó!- afectas nuestro sistema y no puedes permanecer mucho tiempo aquí.
<br />
-¿Y hay una forma de salir? –gimió Gadea.<br />
-Si, hay una.
<br />
-¿Una? –Preguntó Gadea con gran nerviosismo.
<br />
-Si, tendrás que salir por el Corporum-Esferae… ¡y muy pocos lo logran! Pero antes de indicarte la salida –continuó la mujer- Debo decirte que me llamo Ollg ¿Cuál es tu nombre? –Le preguntó la mujercita alisándose el húmedo y largo cabello.
<br />
-Gadea… Gadea Ancarola.
<br />
-¡Ah! Veo que tienes dos nombres. –dijo Ollg nadando hasta la orilla de la alberca. <br />
<br />
Gadea la siguió y de un brinco, al igual que la mujercita salieron de la piscina. La joven Ancarola más que temor experimentaba una extraña sensación de aturdimiento ante la inverosímil situación que enfrentaba, de tal modo no se percató del hilarante ruido que hacían sus zapatos al caminar, ni tampoco de los charcos azulosos que dejaban a su paso sus ropas empapadas.
<br />
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/entelequias-vegetales-capitulo-20.html">CAPÍTULO 20</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6eI1fv-aoTfptb6bbr-xgLUDPTarchNNxhDIUcESzsO05_MlibBnc7FdodLETEXD9LYVVI1hG4rhUDMjbcXmAXNGMXgANXu7GAIOm0N-UD8q3W8zzQi0UdCc4KeCnuPNVr0ZicK24u_4/s1600/c-22.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="375" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6eI1fv-aoTfptb6bbr-xgLUDPTarchNNxhDIUcESzsO05_MlibBnc7FdodLETEXD9LYVVI1hG4rhUDMjbcXmAXNGMXgANXu7GAIOm0N-UD8q3W8zzQi0UdCc4KeCnuPNVr0ZicK24u_4/s400/c-22.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">EL AROMA PERFUMADO DE LOS AZAHARES</span></strong><br />
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En la época justa de floración el viento disemina el aroma perfumado de los azahares por toda la comarca de la hacienda, inundando a lo lejos con el fresco efluvio las tranquilas callejuelas del pueblo de Pollença, y aún más allá de la distancia, desde alta mar, en la cubierta de los barcos se aspira el aroma de las flores. Georg y Catalina a bordo de una imponente nave comercial sobre las aguas del mediterráneo, ven alejarse los riscos encumbrados de la sierra Tramuntana y con ellos abandonan en la isla sus viejos recuerdos que se desvanecen para construir un nuevo horizonte.<br />
<br />
En el prístino pasado de la memoria queda la presencia del primero de los Ancarola originario de Brescon un puerto al sur de Francia. Célebre aventurero insensible y en más de una ocasión brutalmente bárbaro quién se había asentado doscientos años atrás al noreste de la isla de Mallorca. Años más tarde su único hijo que le sobreviviera, Gaspar Ancarola, apodado el granjero limpiaría la mala imagen de su padre transformando los campos salvajes y rústicos en las más prodigas tierras de labranza. La generosa plantación del granjero se convertiría muy pronto en las manos de su hijo Ulrich en el más pujante comercio de la región que no tan sólo se limitaba a la mercadería de los productos del campo.<br />
<br />
Por primera vez en la historia de los Ancarola las mujeres de la familia aportarían su fatigoso trabajo y creatividad para fundar y emprender una gran industria. Ahora Georg, el último de los Ancarola amasaba para sí una vasta fortuna que junto con las familias de los Fugger, los Médicis y los Welser constituían el grupo prominente de banqueros capaces de influir en las grandes decisiones políticas de la época. Así, el último de los Ancarola veía crecer como la espuma sus aspiraciones comerciales al extender sus inversiones en el mundo de la minería, las especias, las propiedades inmobiliarias y las gemas. <br />
<br />
Su esposa, la astuta Catalina experimentaba en lo más íntimo de su ser un regocijo triunfal al acceder repentinamente en la selecta jerarquía de las damas encumbradas de la alta sociedad. Confiaba en su porte agradable, en su capacidad de escuchar y guardar silencio cuando era necesario y naturalmente en su inusual y exquisita belleza. Ataviada con un elegante vestido de damasco, cubría con las amplias y largas mangas de una blusa de seda sus delicadas y blancas manos, llevaba descubierta la cabeza ondeando el cabello rubio y rizado que volaba al vaivén del viento sobre la cofia tersa de una ligera capa. Sentía la brisa del mediterráneo acariciar su rostro mientras sus pensamientos se posaban en las hermosas comarcas de Almagro donde su esposo había adquirido una fastuosa residencia.<br />
<br />
Tan pronto llegaron a la finca Catalina tomó las riendas de la propiedad haciéndose personalmente cargo de cada uno de sus exquisitos espacios interiores y exteriores. Temprano en la mañana paseaba por el jardín y el huerto, supervisaba la cocina y el almacén de los víveres cuya única llave llevaba invariablemente colgando a su ajustada cintura. El recinto de almacenamiento estaba siempre custodiado y en su interior en extremo pulcro y con riguroso orden se guardaban los granos de cereales y legumbres secas como el garbanzo, las alubias, lentejas y las habas que descansaban en enormes sacos sobre tarimas apoyadas en el reluciente piso de cerámica.<br />
<br />
Del techo colgaban enormes ristras de mortadela, salchicha y morcilla que junto a los jamones, el tocino de puerco y las vejigas llenas de unto creaban un ambiente inigualable para el gusto de la vista y el olfato embelesando plácidamente los sentidos. Recipientes llenos de higos, alcaparras y aceitunas se guardaban junto a las repisas cargadas de quesos parmesanos puestos hábilmente a madurar en el extremo opuesto de los enormes barriles de pescado y carne conservados en sal. Catalina supervisaba la entrada y la salida de cada uno de los víveres, de los frascos de confituras, de las ánforas de miel, de los recipientes de jalea, de los cestos con almendras, dátiles y pasas, castañas y nueces. Todo, absolutamente todo, incluyendo las reservas de vino del país y el extranjero se encontraban encerrados bajo la gran cámara abovedada, suficientemente seca y agradablemente fresca como aprendiera Catalina desde hacía poco más de veinte años de las incansables mujeres de la hacienda, Melissa y Apel.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">UN HERMOSO CUADRANTE CON BRÚJULA</span></strong><br />
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En el muelle sigue la vida bulliciosa del puerto de Pollença y a lo lejos en el horizonte azul del mediterráneo, como un barquito de papel se aleja la nave llevándose al último de los hijos de la viuda Ancarola. Apel se persigna varias veces haciendo la señal de la cruz para que Georg y Catalina lleguen con bien al próspero pueblo de Almagro, ubicado en la Ciudad Real de las tierras de Castilla la Mancha. Aunque sabe que el viaje por mar es corto, cierra los ojos con fuerza porque no quiere pensar en naufragios, ni piraterías. Respira hondo mientras toma fuertemente del brazo a Melissa quién está por cumplir setenta y cuatro años.<br />
<br />
Gadea sigue de cerca a las dos mujeres que han sido el fundamento afectivo de toda su joven vida. Tras un breve recorrido por la zona costera, bajo el cielo apacible del mes de julio las hermanas Ferrater son saludadas con reverencial respeto por los lugareños y la gente venida al puerto. Las dos mujeres se adelantan mientras Gadea se entretiene con un comerciante extranjero que le quiere vender un raro artefacto. Vicente de Rusiñol, quién actuara como administrador de la hacienda desde hacía más de diez años, se percata de las intenciones del desconocido y toma cartas en el asunto.<br />
<br />
Demasiado tarde porque Gadea se muestra muy interesada en el objeto. Una pequeña caja rectangular de oro reluciente, con un bello grabado de formas arabescas en la parte superior de la tapa, guarda en su interior un hermoso cuadrante con brújula. Era la primera vez que ella veía un reloj de sombra portátil tan pequeño que podía guardarse en un discreto bolso. Rusiñol insta amablemente al desconocido para que se retire. Las criadas que cargaban sendas canastas con pescado y ostras y que guardaban cierta distancia de sus amas se acercan al grupo que había reunido ya varios curiosos. No se hicieron esperar Apel y Melissa que voltearon atraídas por la algarabía y el tumulto.
<br />
<br />
Rusiñol bastante contrariado les explica a las señoras lo que está ocurriendo. Apel se acerca a Gadea y le dice quedamente. –Debemos irnos. Las dos mujeres se apartan de la muchedumbre mientras Melissa le da instrucciones al encargado para que realice la transacción comercial del hermoso reloj de sombra que Gadea había guardado ya en uno de los bolsillos de su amplia falda. Desde el carruaje Gadea voltea para ver al extranjero, siente por primera vez que aletean mariposas en su estómago, su mirada se cruza a lo lejos con una sonrisa gloriosamente angelical que le dedica Antonello Guinelli, la única persona en el mundo que sería capaz de darle sentido a su sorprendente vida.<br />
<br />
Tras el inesperado incidente en el puerto las tres mujeres viajan en silencio de regreso a la hacienda. Apel piensa en Ulrich, lo recuerda con su gastado sombrero ancho y la holgada ropa de campo labrando el huerto mientras los gemelos André y Joan junto a Joaquím corretean unos gansos cerca de la improvisada cuna que permanece a la sombra de una techumbre. Ella se ve joven y frágil al tiempo que teje unos zapatitos de estambre para el pequeño Georg quien duerme plácidamente. Una lágrima rueda por su mejilla, sabe que el tiempo pasa sin tregua y piensa que es momento de que Melissa hable con su hija.<br />
<br />
Tan pronto llegan a la hacienda Apel se disculpa, desea descansar, le sugiere a su hermana que de un paseo con Gadea. Nuevamente en el carruaje Melissa le pide al cochero que se dirija hacia la mezquita. Habían pasado cuarenta y cinco años desde la última vez que sus ojos vieran la antigua edificación musulmana. Apenas era posible reconocer los bordes de la fuente del patio central del oratorio que se había roto con la fuerza de las raíces de un enorme árbol, la vegetación había crecido indiscriminadamente cubriéndolo todo como si el tiempo quisiera borrar lo acaecido con verde perenne.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">EL ESPLENDOR DE TIEMPOS PASADOS</span></strong><br />
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De la galería de los cadáveres aún quedaban algunos muros que un tanto demacrados no obstante mostraban la suntuosa decoración bizantina para que Gadea pudiera imaginarse el esplendor de tiempos pasados. Habían sucumbido al tiempo la torre del alminar que permanecía casi inalterable al igual que algunas arcadas del segundo piso. Nada quedaba ya de la mampostería del púlpito, ni de la hermosa escalera ornamentada. El pretil de hierro fundido con motivos vegetales estaba cubierto de una densa madreselva que fue necesario que Gadea y Melissa forcejearan durante largo rato para poder liberar el mecanismo oculto de la puerta. Finalmente dieron con el anillo móvil, cuando lograron zafarlo, estrepitosamente se escuchó el sonido áspero y crujiente de una puerta corrediza que dejaba al descubierto el pasadizo secreto.<br />
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Un ligero olor a musgo salió de la cavidad por donde penetraron los rayos cálidos del sol. Gadea se aprovisionó de la lámpara de aceite que habían llevado y con gran entereza fue la primera en bajar. La joven tardó en percatarse de que aún después de recorrer cierta distancia en el interior del túnel la luz del día seguía iluminando el pasadizo. Melissa reconoció los objetos de la primera cámara que permanecían inalterables tal cual como ella los hubiera dejado años atrás. Los atriles para el Corán y los muebles de madera tallada asombrosamente se veían libres de polvo y telarañas al igual que los pebeteros, la cerámica, las piezas de orfebrería, el arcón repleto de cosas diversas y cada uno de los objetos que ahí se encontraban parecían relucir ajenos a los efectos del tiempo.<br />
<br />
Gadea se aproximó a un cofre por donde asomaba un lienzo de seda, tocó delicadamente el género y sintió la tersa suavidad de la tela al contacto con sus dedos. Estaba tan fascinada con todo lo que sus ojos veían que siguió el recorrido por el túnel olvidando tras de sí la lámpara de aceite. Cuando llegó a la biblioteca se percató que Melissa exploraba las estanterías como si buscara alguna obra en particular, la vio tan absorta que no quiso interrumpirla.<br />
<br />
A Gadea le parecía extraordinario que en un solo lugar hubiese tantos libros, en su casa no había más de tres o cinco y nunca había mostrado interés por ellos, pero en ese momento, alguna extraña circunstancia le provocaba el tremendo anhelo de leerlos todos, más aún, sintió el profundo deseo de poder escribir un libro, no obstante que su incapacidad para socializar la habían recluido todos esos años en la hacienda limitando sus escasos estudios a las enseñanzas que le impartiera su tía abuela.
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<br />
La joven examinaba los enigmáticos ejemplares con ávido interés, en particular aquellos que tenían dibujos y signos extraños que ella no comprendía, se dio cuenta que las ilustraciones eran parcialmente suficientes para expresar algunas ideas sobre las personas, los animales o la tremenda cantidad de cosas trazadas en los textos que ella intentaba vislumbrar, de tal modo suponía que muchos pensamientos o asuntos particulares debieran contener aquellas elegantes letras garigoleadas.<br />
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Iba a preguntarle a Melissa con cuántos signos puede expresarse una idea pero al voltear a la estantería la anciana ya no estaba ahí. Melissa se había adentrado por el túnel hasta llegar a la galería de “Las lajas de los santos difuntos” caminó imperturbable a lo largo de las mesetas pétreas rozando con su mano extendida las pilas de roca, y al no advertir la presencia de los monjes ni la del magíster Prinio Corella se siguió de largo hasta llegar a la última galería que relataba a través de las pinturas murales la historia de la mezquita. Arriba de un bastidor vio encaramado al místico Ibn al-jarim quién en ese momento retocaba los bigotes encrispados de Jeremy Ancarola montado en un tremendo y bestial corcel.<br />
<br />
Melissa avanzó inconmovible hasta llegar al extremo del túnel, el aire fresco y la brisa le anunciaron la cercanía de las aguas del mediterráneo. Desde la boca de la caverna se arrastró por la espesa vegetación asiéndose fuertemente de las rocas, las ramas y las raíces expuestas de los árboles. Penosamente llegó a la playa y sin darse tregua se enfiló hacia el puerto de Pollença. Era tarde, la actividad del muelle había cesado, solo unos albatros revoloteaban por el cadavérico cielo mientras la mayoría descansaba como tótems espigados sobre tocones que despuntaban de las aguas del amarradero.
<br />
<br />
Sin descansar, con los pies adoloridos y las ropas ajadas avanzó a lo largo del paseo del malecón urgida de una prisa sobrehumana que la obligaba a seguir hasta el pueblo. Entró por la Purísima, la calle principal del villorrio apenas iluminada con la tenue luz de los faroles. Cruzó con premura el barrio de Hortelanos de cuyas ventanas algunos mesones y tabernas dejaban escapar el fulgor de una llama cerúlea, amarillenta y mortecina. Con la respiración entrecortada se detuvo un instante cuando divisó la torre de la iglesia de la Asunción, cortó camino por el callejón de Tejedores y caminó lentamente, casi arrastrando sus delgadas piernas hasta llegar a la plaza de las Palomas, donde encontró una banca cómoda para pasar la noche.
<br />
<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/las-mujercitas-desnudas-cap-19.html">CAPÍTULO 19</a><br />
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liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-5389910532958281982012-11-19T13:12:00.000-06:002012-11-20T15:51:17.554-06:00¡LO SABÍA! GRACIAS... (Capítulo 17)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7E14BmyBdrgK4LlVjuvPk7T7QqyND6s3vB_ZXHi2u_Lp79KTFR3A0y8wKuKVYXiaUju44C0Z1VEVcg5_YdFzE3BLh_-uA0O2Er0f8ScNhnBNFemunGhb3jQ-9GaP1-fJBEcvw-9BGWsU/s1600/c-25.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7E14BmyBdrgK4LlVjuvPk7T7QqyND6s3vB_ZXHi2u_Lp79KTFR3A0y8wKuKVYXiaUju44C0Z1VEVcg5_YdFzE3BLh_-uA0O2Er0f8ScNhnBNFemunGhb3jQ-9GaP1-fJBEcvw-9BGWsU/s400/c-25.jpg" width="355" /></a></div>
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">NUESTRA CASA HA QUEDADO ALGO PEQUEÑA</span></strong><br />
<br />
Rinnnnnnnnnngggg… rinnnng... Sonó el teléfono varias veces, Pamela tardó en contestar.<br />
-Bueno.
<br />
-Hola preciosa debes estar muy ocupada, espero no ser inoportuno.<br />
-Ferdinán, cariño, no al contrario, estaba por marcarte.
<br />
-Las obras de la construcción van muy adelantadas, en verdad vas a sorprenderte, no sabes cuanto deseo que ya estés por acá.
<br />
-Yo también me muero de ganas por verte y estar de nuevo en casa.
<br />
<br />
-¡Mmmmmmm! –Ferdinán titubeó.
-¿Pasa algo? –Preguntó Pamela intrigada.
<br />
-No… sólo que… nuestra casa ha quedado algo pequeña. –Respiró hondo y agregó pausadamente- En realidad toda la casa de las gárgolas la he destinado para el centro de investigación.
<br />
-¿Toda?
<br />
-Si… pero nuestra casa es muy linda y acogedora, te va a gustar mucho, está ubicada junto a la arboleda de los olmos. La sombra la hace muy fresca pero también le da el sol de la mañana y la brisa del lago. La vista es increíble… Pamela… Pamela… ¿estás ahí?
<br />
-Ferdinán debiste consultarme.
<br />
-Si, debí haberlo hecho.<br />
-No te preocupes cariño, te hubiera dicho que sí.
<br />
-¿En verdad? ¡Lo sabía! Gracias, te adoro.<br />
<br />
El esposo de Pamela sintió liberarse de un gran peso, había tomado decisiones significativas él solo, en el fondo le agobiaba cualquier negativa de Pamela que pudiera alterar su aventurado proyecto científico. Se sintió egoísta, estaba frente a una oportunidad única, estar frente al sueño de cualquier investigador de tener su propio centro de investigación lo había cegado. Ahora nuevos temores lo aterrorizaban. No podía arruinarse el plan de financiamiento, sería inadmisible que fallara el equipo de investigadores que había seleccionado con sumo cuidado.
<br />
<br />
Sería imperdonable que fracasara lo más importante, la esencia de toda esa loca carrera de anhelos, que sólo puede concebir la mente humana que contempla el futuro como una unidad del pasado y el presente, donde la materia y el intelecto se fusionan en la energía a través de las vibraciones físicas y mentales del ser humano, expandiéndose en el vértigo de lo más pequeño e insignificante a todo el universo. Él sentía abrir una ventana hacia una fuente creadora de inmenso potencial infinito. No podía seguir teorizando, las ideas convulsionaban día a día su cerebro. Estaba seguro que había llegado el momento.
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
ALGUNOS NÚMEROS AL AZAR</span></strong>
<br />
<br />
-Más tranquilo dijo con serenidad.
-En algunos días más empezarán a llegar los investigadores, mañana llega el primero, es un ingeniero en sistemas, experto en inteligencia artificial.<br />
-¡Excelente, me siento contenta por ti! –respiró hondo y agregó- me siento contenta por los dos.
<br />
-¿Y cómo va la lectura de tu libro? –preguntó Ferdinán con gran interés.
<br />
-Tengo mucho que contarte, precisamente te iba a llamar, necesito que me hagas un favor.<br />
-Lo que tú me pidas mi princesa.
<br />
-¿Podrías hacerme un programa?
<br />
-Si, dime.
<br />
-Tengo un sistema con las siguientes condiciones. –Hizo una pausa y aclaró- en realidad es un concepto de colores, pero por comodidad creo que se puede manejar como un concepto numérico.
<br />
-Espera un momento, voy a anotar.<br />
-Bien, pero no te preocupes, es muy simple. –Continuó Pamela recapitulando tranquilamente lo que iba a decir- Tengo un tablero numerado con 81 recuadros de nueve por nueve. Aunque desconozco el arreglo de los números, sé que hay nueve números de cada uno del 1 al 9.
<br />
<br />
-Ok. –Contestó Ferdinán asintiendo con aplomo.<br />
-Bien, por otro lado tienes seis semillas que arrojarás sobre el tablero.<br />
-¿Semillas?<br />
-Bueno, no sé como lo harás en el programa pero el asunto es que las semillas al caer “tocarán” algunos números al azar.
<br />
-Bien.
<br />
-Partiendo de los resultados de la primera tirada. –Continuó Pamela- deberás inferir la posibilidad de que caigan tres números de tu elección.
<br />
-Es decir. –Sugirió Ferdinán- según los números que hayan caído en la primera tirada, yo escojo por ejemplo: el 4, 7 y 9.
<br />
-Así es. –prosiguió Pamela las explicaciones del juego de Gadea- En este caso, por cada cuatro, siete o nueve que marquen las semillas tu obtendrás un punto y por supuesto si no cae ninguno de esos tres números, tienes cero puntos.
<br />
<br />
-De tal modo, en el mejor de los casos por cada tirada tengo la posibilidad extrema de ganar desde seis puntos hasta cero puntos, ¿cierto?<br />
-Cierto. –dijo satisfecha y continuó- ¿Podrías hacer un programa donde siempre ganaras? No importa la cantidad de puntos –agregó- lo importante es que siempre aciertes al menos un punto.
<br />
-¡uff! buen reto, pero creo que me ocultas algo, me puedes dar otro dato.<br />
-Por lo pronto no. –dijo Pamela un tanto maliciosa- trabaja con esta información y después lo platicamos, ¿ok?
<br />
-Ok, pero al menos me puedes decir el nombre que le pondré al programa.
<br />
-Baricoke. –dijo escuetamente y se despidió.
<br />
<br />
LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-pasadizo-secreto-capitulo-18.html">CAPÍTULO 18</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPkaEZShmdDgfHMb7U4EAwzxQqK5zNgVK7KKGGhhKoQwcL19-s3HjdSy5T64SBKA073S3xX2WU87IlVDlA0FQbCYq6PSMnXr4tEdDzAmw9XI228bFsFY92HD2aZFiakuVyFs9l7tHEteg/s1600/c-23.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="382" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPkaEZShmdDgfHMb7U4EAwzxQqK5zNgVK7KKGGhhKoQwcL19-s3HjdSy5T64SBKA073S3xX2WU87IlVDlA0FQbCYq6PSMnXr4tEdDzAmw9XI228bFsFY92HD2aZFiakuVyFs9l7tHEteg/s400/c-23.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">CUANDO REGRESE LO QUIERO TODO IGUAL</span></strong><br />
<br />
Georg Ancarola no tardó en enterarse del incidente, y tan pronto como le fue posible, en uno de sus viajes de negocios a Italia adquirió para regocijo y sorpresa de su hija una exquisita selección de teselas. Durante varias semanas Gadea abrió meticulosamente la caja que contenía los pequeños mosaicos policromos pero para decepción de todos los habitantes de la hacienda que esperaban la inminente aparición de una prodigiosa obra de arte, tan sólo pudieron observar como la niña se limitaba a ver las piezas durante largo rato.<br />
<br />
Habían pasado algunos meses y como Gadea no dio muestras de ningún don artístico extraordinario ya nadie esperaba al respecto ninguna sorpresa. Cierto Día Gadea no asistió a su habitual recorrido por los talleres de la hacienda, circunstancia que le extrañó mucho a Melissa pero creyendo que la niña estaría con su abuela no le dio ninguna importancia hasta que llegó la mismísima Apel a la factoría de fragancias preguntando por su nieta.<br />
<br />
-Gadea no ha venido para nada –dijo Melissa desconcertada.
-¿Cómo, no está contigo? -Añadió la mujer muy alarmada.
–No, pensé que estaría aquí. Cómo agua va salieron las dos mujeres a buscar a la niña. En cinco minutos habían movilizado a todos los peones y mujeres de la hacienda que daban gritos de Gadeeeeeeeeea por todos los rincones. Ante la alharaca Epifanía que había visto a la chiquilla salió al encuentro de Apel quién se dirigía presurosa, abriéndose atropellado camino por entre las plantas crecidas de berenjena.<br />
<br />
Pensó que seguramente Gadea estaría en el huerto de naranjos subida hasta lo alto de la rama de un árbol cavilando sobre la espesura de la fronda, o tal vez meditando en las perfectas líneas que se dibujan a la distancia en los terrenos del plantío y que suelen reunirse todas a lo lejos en un mismo punto, o en cualquier otra cosa que ella con frecuencia solía inquirir y que siempre obtenía por parte de su abuela como única respuesta un “no debes hacer preguntas de las que solo Dios conoce la respuesta”. Apel pensaba en su intrépida carrera que ya era necesario ponerle un correctivo a su nieta, tal vez suspenderle sus visitas al taller sería un buen castigo. Idea que desechó al instante porque estaba segura que sería desaprobada por su hermana Melissa.<br />
<br />
-Ama, ama -le gritó la esposa de Giraldo- la niña Gadea está junto al granero. Apel le gritó a lo lejos a Melissa quien de inmediato se movilizó seguida de un tropel de curiosos. La primera en llegar fue Apel, le siguió Melissa y en un santiamén, junto a las dos mujeres, prácticamente se había congregado toda la hacienda. –Gana el rojo -decía Gadea- que sentada en el suelo arrojaba unas semillas de albaricoque sobre una especie de tablero que había hecho con las teselas.<br />
<br />
Todos en silencio la escuchaban mientras veían como después de arrojar las semillas pacientemente contaba los colores que habían sido tocados por las ovaladas pepitas mientras que en otro tablero parecía registrar los resultados. De nuevo arrojaba las seis semillas que chocaban acompasadas sobre el teselado haciendo un ruido compacto, tenue y seco. Gadea suspiraba muy callada, y presto veía las semillas sobre la retícula colorida. Satisfecha, sin perder de vista el marcador -exclamó– amarillo, azul. Indicó los colores de su tablero en la guía del marcador y anotó en un pedazo de tela cruda unos números. Hasta ese momento descubrió que estaba siendo observada por todos los de la hacienda. Los miró sorprendida y sin más, ajena a lo que pasaba se levantó del piso. –No me toquen nada -dijo con gran elocuencia, voy al taller de fragancias y cuando regrese lo quiero todo igual.<br />
<br />
Como Gadea había tomado la costumbre de jugar en el piso del granero al “baricoke”, nombre que discurrió para su peculiar pasatiempo y dado que el otoño comenzaba a despedirse con un vientecillo un tanto frío y húmedo, Apel mandó pegar en la superficie de una mesita las 81 teselas del juego tal cual había sido inventado por su nieta. Además la solícita abuela le pidió al ebanistero que realizara un pequeño taburete de superficie un tanto inclinada donde debía pegar tres líneas de 9 teselas todas de diferente color. Las líneas quedaban paralelas una sobre otra separadas tan sólo una palma de distancia.<br />
<br />
Sobre ellas, Gadea ponía marcas que indicaban el registro y cálculo para cada turno. Una caja con cubierta contenía las teselas sobrantes de todos los colores. Dos sillas completaron el espacio lúdico infantil que junto a la ventana del salón de costura resultaba un espacio verdaderamente acogedor. De tal modo, a media tarde, Gadea se aferraba en delirantes contiendas con su peculiar juego y para beneplácito de ella, siempre ganaba.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">¿PUEDO JUGAR?</span></strong><br />
<br />
A Georg no le agradaba la idea de ver a su hija de tan sólo 5 años vivir una infancia tan retraída, frecuentemente le solicitaba a Apel y a Melissa, incluso a Catalina su circunstancial esposa y supuesta madre de la niña para que motivaran su interés por compartir otra clase de juegos en compañía de otros niños. Pero los intentos por parte de las mujeres de relacionar a Gadea con infantes de su edad habían fracasado, simplemente la nieta de Apel optaba por ignorarlos.<br />
<br />
El hijo de Apel permanecía cada vez menos tiempo en la hacienda, sus frecuentes viajes dedicados a la banca y al comercio lo mantenían siempre ocupado, no obstante, trataba de permanecer al menos algunos días de cada mes con su madre y su hija. Así, un día, bien entrado el invierno mientras Apel hacía una labor con hilos de seda en un bello entramado con encaje de bolillo, veía con nostalgia a su hijo Georg quién disimulaba leer cómodamente un libro apoltronado en un mullido sillón, no obstante, con el rabillo del ojo el banquero seguía cada uno de los movimientos de Gadea que parecía hablar con alguien imaginario con quién seguramente jugaba al baricoke.<br />
<br />
Sin pensarlo más, se acercó a Gadea y le dijo: -¿Puedo jugar?<br />
-Bueno pero tienes que aprender –contestó Gadea.<br />
-Si tu me enseñas yo puedo aprender.<br />
-¿Ves todos estos cuadritos de colores? -Preguntó la niña a su papá.<br />
-Si los veo, son ochenta y uno y hay de nueve colores diferentes, y todos juntos en ese hermoso arreglo que les has dado, forman tu mosaico.<br />
Gadea suspiró y dijo: -hummmm… bueno, voy a tirar las seis semillas sobre el tablero. Las arrojó justo del centro como si ya tuviera marcada la rigurosa distancia entre su mano y las teselas.<br />
<br />
–Ahora pon atención a los colores que han tocado las semillas. –Dijo con un tono flemático. Georg observó durante un par de minutos el arreglo de las semillas.
<br />
-¿Ya las viste? –preguntó Gadea.
<br />
-Si, ¿ahora que debo hacer?
<br />
-De esta cajita –dijo acercando una caja que contenía teselas de los nueve colores.
-Debes escoger tres colores diferentes que creas caerán en la próxima tirada –e inmediatamente agregó- Yo también escogeré mis tres colores. Hecho esto, tomó las seis semillas del tablero y las arrojó de nuevo.<br />
<br />
Ambos clavaron la vista en las teselas finamente pegadas en la mesita de ébano que remataba por los cuatro lados con un pequeño borde de la misma madera tallada. Un ligero vistazo fue suficiente para que Gadea dijera con aplomo: -Perdiste, yo gané dos puntos.
<br />
-¿Perdí? –Apenas alcanzó a decir Georg.
<br />
-¿Por qué perdí? -Agregó inmediatamente.<br />
-Tres semillas han caído en amarillo, dos en verde y una en azul claro –dijo la niña mientras señalaba con su dedito cada una de las semillas.
-Tú escogiste el rojo, el naranja y el violeta.<br />
-Ya veo –reconoció Georg- En cambio tu…<br />
-Yo escogí blanco, negro y verde ¿ves?
<br />
-Si.<br />
-Y como han caído dos verdes, gano 2 puntos.<br />
<br />
-Tuviste suerte, mucha suerte, bueno probemos de nuevo.
Gadea tiró nuevamente las semillas después de que ambos habían seleccionado sus tres colores. En el tablero las pepitas de albaricoque señalaban dos rojos, un azul claro, dos naranja y un blanco. Gadea había escogido rojo, naranja y negro y su papá amarillo, azul fuerte y violeta. Gadea ganaba nuevamente pero en esta ocasión se anotaba cuatro puntos. <br />
<br />
Georg supuso que el asunto de ganar o perder radicaba en la forma de arrojar las semillas, así que le interpeló a Gadea el deseo de arrojarlas él.
<br />
-Si quieres –dijo escuetamente la niña- Georg tomó las semillas y las frotó ligeramente entre sus manos, después de calcularlo un poco, colocó la mano derecha al centro del tablero y a corta distancia dejó caer las seis pepitas.<br />
<br />
Georg había seleccionado el negro, el azul claro y el naranja. La niña el blanco, el verde y el violeta. En el tablero habían quedado de la siguiente forma las semillas, una en rojo, otra en verde, una más en el azul claro, dos en el blanco y finalmente una en el violeta. Aunque Georg había acertado un color, Gadea ganaba nuevamente con cuatro puntos.
<br />
-¿Y siempre ganas? –le preguntó el hijo de Apel con cierta curiosidad.<br />
-Casi siempre
-¿Y con quién juegas?
<br />
-Con nadie.
<br />
-¿Entonces a quién le ganas?
<br />
-A las semillas –dijo sencillamente Gadea quién se levantó presurosa de su silla cuando vio a su tía abuela entrar a la habitación.
<br />
-Tiitameli, tiitamel le dijo y la abrazó.
<br />
<br />
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<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRbr-ZAIELohY24aH8_vQmHvDCJv9Y4tGVKsysHMgPD6xvX78JAjUhjexl85TH5lh_gJZVY0Us9DVNoByOAOEsXoy6FYEgkYtf3YqcJZ12RD17YV0or9MXAPTDRXIlu4E6Mj643_5dUB0/s1600/c-21.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="373" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRbr-ZAIELohY24aH8_vQmHvDCJv9Y4tGVKsysHMgPD6xvX78JAjUhjexl85TH5lh_gJZVY0Us9DVNoByOAOEsXoy6FYEgkYtf3YqcJZ12RD17YV0or9MXAPTDRXIlu4E6Mj643_5dUB0/s400/c-21.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<strong><span style="color: #660000;">UN CALUROSO MES DE SEPTIEMBRE</span></strong><br />
<br />
Con el ritmo de las arduas labores cotidianas se sucedieron los días y las noches de muchos años. En plena feria, en el puerto de Pollença y durante la vendimia de un caluroso mes de septiembre murió Ulrich Ancarola a la edad de 53 años. Los gemelos que atraídos por la vida de mar tentaron fortuna en un barco mercante dos años atrás, se enteraron de la terrible noticia algunos meses más tarde a bordo del “Victoire” cuando regresaban al puerto de Mallorca. Pero el barco mercante a los pocos días fue atacado por piratas berberíscos, causando numerosas muertes a bordo, André quedó levemente herido de una pierna y sobreviviendo los gemelos junto a la mayoría de la tripulación, la fatalidad quiso que aunque liberada la nave, un incidente hiciera estallar el polvorín sin que quedara ningún sobreviviente.<br />
<br />
El ecuánime Joaquím celebró las honras fúnebres por su padre y sus hermanos desde la torre albarrana del castillo de Alquézar en la provincia de Huesca donde no obstante los fatídicos acontecimientos escribía que:
<br />
<div style="text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
<em>
<span style="font-size: x-small;">Ni una morada fija, ni una forma que sea sólo tuya, ni una función peculiar a ti te hemos dado, Adán, con el fin de que según tu juicio puedas tener y poseer la morada, la forma y las funciones que tú mismo desees. Constreñido por ningunos límites, de acuerdo con tu propio albedrío, en cuyas manos te hemos puesto, ordenarás por ti mismo los límites de tu naturaleza. Tendrás el poder de degenerar en las formas más bajas de la vida, que son bestiales. Tendrás el poder de volver a nacer en las formas más altas, que son divinas.</span></em></div>
<br />
Así, retomando las palabras del filósofo y amigo personal Pico De La Mirándola, Joaquím Ancarola eleva su plegaria al cielo. Tiempo después el tercer hijo de Ulrich y Apel moriría tras la desastrosa caída de un caballo dejando tras de sí gran parte de su obra inconclusa. El menor de los hijos del difunto llegó a tiempo para dar el último adiós a su padre después de varios días de cacería por las faldas de los altos picos del Puig Major en la sierra Tramuntana.<br />
<br />
Como en todas las épocas de montería Georg Ancarola no acostumbraba andar solo, se hacía acompañar de una gran comitiva de monteros y gentilhombres que portaban regias ballestas más los diestros halconeros que junto a una muchedumbre de perros y neblíes marcaban con su paso a lo largo del monte, el sonido áspero del cuerno entremezclado con la armonía de los atabales, las bocinas y las trompetas. Pero no sólo de caballeros y escuderos Georg gozaba de buena compañía, algunas gallardas matronas seguidas de sus dueñas y doncellas hacían más agradable la diversión del campo. Ellas firmemente montadas con lujosas vestimentas penetraban ágiles por la espesura de la vegetación y gozaban del espectáculo sin miedo.<br />
<br />
Y así, en ese remedo de cacería, frente al ataúd de Ulrich Ancarola, los recién llegados de a caballo junto a las mujeres y los hombres del pueblo de Pollença vieron hundirse el féretro en la tierra disipando con él la vieja usanza de la casta del patriarca para dar paso a la estirpe señorial de cuyo tronco Melissa era el principio del linaje de una nueva alcurnia cuyas mujeres marcarían la historia de muchas generaciones sobre la tierra.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA</span></strong><br />
<br />
La estrecha relación entre Francesco Mussato, mejor conocido como Cítola Saborejo más espadachín que poeta y la bella Catalina Berti, quienes eran inseparables personajes del último de los Ancarola dio lugar en la comarca a un sin fin de cuentos e intrigas. A raíz de las difamadoras habladurías sobre la virtud del joven Ancarola, Apel se vio urgida a tomar medidas al respecto, pero una grave circunstancia la obligó a posponer temporalmente sus propósitos. Melissa con más de 50 años a cuestas se encontraba encinta.<br />
<br />
Meses atrás, unos salteadores habían perpetrado en la posada de Pinares donde ella, desde la muerte de Ulrich solía hacer de fijo, junto con Giraldo las diligencias para la vendimia. La afanosa mujer junto con otras doncellas de Pollença habían sido mancilladas. La viuda de Ancarola no tenía sosiego desde la muerte de sus hijos y su finado esposo, y ver a Melissa impertérrita en tan deplorable estado, la invadía de un sentido de infortunio del que creía nunca podría salir. Pero no hay mal que por bien no venga, y ante los inesperados sucesos casó a Georg con Catalina anunciando la ulterior llegada de su primer nieto. No fue un varón, sino una hermosa niña la que Melissa trajo al mundo.<br />
<br />
Pamela respiró hondo, sonrió en sus adentros a pesar de las lágrimas que rodaban por su mejilla, sollozó sintiendo para sí un singular gozo, por un instante creyó tomar entre sus brazos a la pequeña recién nacida, cerró los ojos y tarareó una canción de cuna que su madre aún siendo ella una espigada chiquilla de largas trenzas, solía cantarle.<br />
<br />
–Es igualita a Georg- afirmaba con orgullo Apel frente a propios y extraños. Le puso de nombre Gadea a la infanta que cuidaría como a la hija que nunca tuvo. Catalina no se ocupaba en lo absoluto de su marido ni de su apócrifa hija, en cambio Cítola Saborejo quién había dejado en el olvido su mala costumbre de hurtar en las plazas y tabernas de los pueblos, pasaba de malabarista y aventurero sin oficio ni beneficio a ser un músico y agudo poeta para el deleite personal de Georg Ancarola. Muy poco le duró el gusto al hijo de Apel pues el juglar, durante una justa huyó con un codicioso trotamundos mientras su protector dormía plácidamente la siesta en una tienda de la feria. Así otros cantaron la gesta del vagabundo malagradecido, saltimbanqui errante que placer da y placer quita cuando Georg dormita las chanzas del tamborero.<br />
<br />
Por mucho tiempo en Pollença desaparecieron las aparatosas monterías y la caza de cetrería quedó en el olvido. Catalina tuvo que relegarse a las actividades de la hacienda bajo el dominio de Melissa mientras que Georg después de unos meses de abulia despertaba a la vida con un inusitado ímpetu que lo llevó a la práctica del más elevado negocio bancario, la industria y el comercio, que aún incipiente cobraba gran fuerza en buena parte de Europa.<br />
<br />
Gadea era una niña taciturna, pero podía con gran facilidad cambiar su estado sosegado sin causa aparente por otro más alegre, aunque se sentía más a gusto en sus juegos solitarios que ella discurría valiéndose de cualquier instrumento o cacharro aparentemente inútil. Con sus enormes ojos claros y a la edad de cuatro años, observaba el trabajo diligente de las mujeres que separaban con mesura la cáscara de las naranjas según el espesor de la piel, el brillo, la frescura, el aroma y el tamaño de los poros de la badana que ya clasificados, los montones eran procesados en diferentes prensas.<br />
<br />
Muy a pesar de Apel, la niña disfrutaba durante algunas horas del día su estancia en el ajetreado espacio de intenso olor a cítrico, resinas y fragancias. Cerca de Melissa, Gadea fue adquiriendo una cabal y temprana educación que la consagraría en su vida adulta como una mujer de carácter firme, inteligente y solitaria. Aunque nunca destacaría públicamente en las ciencias humanísticas, la física, la alquimia y las matemáticas, ella llegó a involucrarse con tales conocimientos al grado que varios siglos después, sus escritos bellamente ilustrados, seguían inquietando a hombres y mujeres de ciencia que intentaban entender y descifrar su extraño legado.<br />
<br />
A temprana edad la pequeña dio muestras de su peculiar excentricidad para organizar los objetos en arreglos tales que ella misma se imponía. Apel y Melissa recordarían siempre con gran regocijo el día que el virtuoso maestro Juanelo Zúñiga ensayaba el diseño de un mosaico que sería elaborado en un muro de la estancia de acceso a la hacienda, teniendo como tema principal los campos de naranjas, las flores, las esencias y los instrumentos de faena que serían perpetuados junto a las mujeres que daban fortaleza y vida a tan balsámica empresa, cuyo nombre “Blau Turquí” destacaba como un hilo blanquecino fundido sobre el azul turquesa de los estilizados frascos de vidrio veneciano, en donde se envasaban las aromáticas fragancias.<br />
<br />
Pues dicho día, cuando Juanelo salió de la estancia dejando tras de sí, sobre un enorme bastidor al ras del suelo las teselas superpuestas y ordenadas indicando su justo lugar encima del esbozo del magnífico mosaico, no tardó la expedita inspección de Gadea que al momento intervino en la obra y para sorpresa de todos, la gran mayoría de las polícromas teselas estaban agrupadas en sendos montones, admirablemente separadas por su color, tamaño y textura. Del lado derecho los marrones, ocres, terracota, blanco y negro. Al centro los pequeños esmaltes rectangulares de fino cristal italiano con el que el artista había delimitado el marco de la obra y finalmente los rugosos esmaltes de oro y plata que puestos al revés reflejaban hermosos tonos de verde y azul brillante.<br />
<br />
Apel quedó boquiabierta frente al desbaratado mosaico que apenas unos minutos exhibía el primoroso acomodo de las teselas dispuestas en riguroso <em>Opus Musivum</em> para remarcar el suave contorno de las figuras dotándolas de un rítmico movimiento. La viuda de Ancarola no pudo pronunciar palabra mientras que Melissa veía con pena el desfigurado rostro de Juanelo Zúñiga frente al insólito incidente. Gadea permaneció en silencio, aún seguía sentada sobre la efímera obra del maestro cuando advirtió que Apel estaba a punto de emitir un sonido.
<br />
<br />
–No, n o o o, no he roto ninguna pieza- aseguró la niña casi tartamudeando. Apel se guardó para sí lo que iba a decir mientras que Melissa con estricta formalidad tomó del brazo al maestro y le dijo quedamente: -Estimado Maestro, el diseño de su obra es magnífica, nos ha encantado, puede iniciarla cuando usted disponga. Las dos mujeres salieron de la estancia tomando cada una, una de las candorosas manitas de Gadea.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">TODO MOVIMIENTO ES CAMBIO</span></strong><br />
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Pamela gesticuló una sonrisa que pronto se convirtió en sonora carcajada, -¿y bien…? Se preguntó ¿porqué…? Algunas reflexiones invadieron su pensamiento, desde el acto osado de una chicuela traviesa… -bastante inteligente, por cierto- Dijo para sí. Pero un run run de especulaciones se atiborraron en su cabeza hasta que le pasó la idea un tanto filosófica respecto a que “todo movimiento es cambio” Ya lo había dicho Aristóteles alrededor del año 335ac. Cuando abordó los conceptos para su teoría de la dinámica del cambio.<br />
<br />
Y con gran certeza se podía decir que Gadea en su inocente acto había realizado con la obra de Juanelo y las teselas los tres tipos de movimiento a los que se refería el sabio filósofo griego cuando enunciaba los movimientos cualitativos, cuantitativos y locales, ya que la sustancia o idea del mosaico en el nuevo acomodo había dejado de ser la misma, y por supuesto, la cantidad de teselas por conjuntos había cambiado y naturalmente éstas se encontraban en otro lugar.<br />
<br />
No obstante a Pamela parecía no quedarle del todo claro su apreciación al respecto, porque viéndolo desde otro enfoque, retomando las ideas de Aristóteles cuando afirma que <em>“en la producción de un objeto natural concurren cuatro causas”</em>, así pues, serían: las teselas la causa material, la causa formal estaría representada por el ordenamiento de las teselas, la causa eficiente sería la misma Gadea que había realizado la acción y por último la causa final que estaría representada por el objetivo de la acción.<br />
<br />
¿Y bien…? Pamela había llegado nuevamente al inicio de sus interrogantes. -La causa final era la más importante para Aristóteles porque todo agente actúa por un fin- meditaba al respecto tratando de encontrar alguna justificación razonable. Por supuesto Gadea no realizó ningún acto fortuito, ella seleccionó las teselas y las acomodó en una rigurosa categoría, -tal pareciera… que la niña buscaba un orden instintivo primigenio en vez de jugar a las muñecas- extraño pensamiento, reconoció Pamela. Sin embargo, no podía menos que aceptar el hecho como tal, ya que sería impensable suponer que en el arreglo pudo haber existido un patrón cuyo ordenamiento estaría trasmitiendo un mensaje.<br />
<br />
Durante varios días Pamela experimentó intensas sensaciones, marejadas de pensamientos internos que se prolongaban hasta el sueño en los cuales creía haber comprendido el significado de las teselas. Pero en los momentos de mayor lucidez en los que intentó reflexionar tales introspecciones, las imágenes tan nítidas antes vistas, se disolvían en una inquietante nube de niebla. Y más aún, no comprendía su imprevista cavilación aristotélica, a fin de cuentas otros argumentos más contemporáneos podrían haberla sacado de sus interrogantes.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-juego-del-baricoke-capitulo-16.html">CAPÍTULO 16</a><br />
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IR AL<a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-caos-capitulo-1.html"> PRINCIPIO DE SINCRONÍA</a>
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liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-89142195834053556162012-11-18T12:57:00.002-06:002012-11-18T14:26:15.288-06:00ESPÍRITU VOLÁTIL (capítulo 14)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_hn5OYxn3Q4YgHrA9obA2NXucn3Xs1QXHw5e5dglT4XqFThRdAAYTZl1YR9lRchHCt2Qbq36nRPuyVJIBydYuPXPAMK8gc587yAdpZkcHruEmDTUngNNT1nGqeWDPoopSg76U8EJ7NUY/s1600/c-18.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="370" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_hn5OYxn3Q4YgHrA9obA2NXucn3Xs1QXHw5e5dglT4XqFThRdAAYTZl1YR9lRchHCt2Qbq36nRPuyVJIBydYuPXPAMK8gc587yAdpZkcHruEmDTUngNNT1nGqeWDPoopSg76U8EJ7NUY/s400/c-18.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">CUARENTA Y CINCO GEMAS</span></strong><br />
<br />
Pamela experimentó una especie de aturdimiento que la mantuvo por breves instantes prácticamente inmóvil, mas de repente, se percató de una sensación estremecedora que de súbito la obligó a controlar su arrobado cuerpo que se abalanzaba como un resorte desarticulado hacia la habitación de su improvisado taller. Sí. ¡Ahí estaban las perlas! Las mismas que el Magister Prinio Corella le había entregado a Melissa cinco siglos atrás en el mismo instante de expirar su último aliento.<br />
<br />
Las tocó una a una con sutileza, deslizando suavemente sus dedos sobre ellas. Nueve perlas negras daban inicio al riguroso arreglo en la parte superior de su precioso estuche. En contraste, seguían la línea de las gemas nueve perlas azules de un tono índigo claro, donde el nácar de la superficie como pequeños espejos curvados reflejaba en fragmentos el destello de múltiples colores. A continuación, sin inmutar la misma perfección en tamaño y redondez de las dieciocho anteriores se alineaban también nueve perlas, pero sorprendentemente, éstas poseían un intenso color rojo tornasolado que resultaba bastante inusual en este tipo de concreciones que la naturaleza a veces y para fortuna nuestra suele crear.<br />
<br />
Junto a las perlas encarnadas prolongaban la hilera de la arqueta otro grupo de nueve perlas iridiscentes que exhibían magníficamente un matiz glauco tan cerúleo que no obstante su palidez, por momentos parecían refulgir con el mismo delicado fulgor que acostumbran arrojan las insólitas y esféricas esmeraldas cuando estas han sido prodigiosamente redondeadas. Finalizaba la columna de cuarenta y cinco gemas con otro tanto de nueve perlas níveas, que de tan blancas parecían inmaculadas con el justo candor nacarado de un espejo albugíneo, donde la luna llena se repetía en cada una de ellas.<br />
<br />
-Por una justa razón debo tener yo estas extravagantes perlas- Se repetía mentalmente Pamela - .y sólo hay una forma de saberlo- se decía retomando con tal ansiedad la lectura del epítome que parecía relatar cada una de las epopeyas vinculadas con el contenido, los personajes y los hechos que se circunscribieron en el tiempo de la premonición y la vida de su legado materno.<br />
<br />
Atardecía y a lo lejos del horizonte marino, próxima a la superficie del agua, emergía de entre sutiles franjas de nubes una gigantesca luna, cuyo primoroso círculo dorado dejaba caer sobre el mar una estela luminosa que al vaivén de las olas se fragmentaba espejeando el reverbero de cristales zarcos y ambarinos. Pamela veía como esta visión maravillosa y cambiante, a intervalos parecía eternizarse con tal quietud deslumbradora que ni una sola hoja osaba moverse de los árboles, ni la vastedad del mar, ni los brazos de las espigadas palmeras, ni siquiera el latir de su corazón realizaba movimiento alguno porque el tiempo se había detenido.<br />
<br />
Y lo mismo era un siglo que un segundo, al igual que el espacio imperceptible o el inmensurable infinito, todo, absolutamente todo, se había comprimido en la extensión ilusoria de un lacónico instante. Pamela reaccionó de súbito ante el temor de lo incomprensible, y de un manotazo que asestó con furia contra la mesa del estudio logró finalmente liberarse del embrujo del astro, y temiendo caer nuevamente en su fascinación corrió de un certero impulso las cortinas. En ese álgido momento tuvo la certeza de encontrarse nuevamente en la solitaria intimidad con su libro y desandando el tiempo a través de la lectura viajó hasta la ruinosa construcción de Pollença edificada siglos atrás por la hermética cofradía de unos cuantos místicos musulmanes.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">UN SENCILLO EPITAFIO</span></strong><br />
<br />
Junto a la laja en la cual descansaban al descubierto los restos del místico Ibn al-jarim, el último sufí que testimonió la historia de la mezquita, Melissa entona una plegaria por el alma del venerable doctor absolut y con un sencillo epitafio sella la base de la lastra con la siguiente leyenda que indica escuetamente tan sólo una fecha, un nombre y unas líneas:<br />
<div style="text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
<em>
"1415-1498" "Magister Prinio Corella"</em></div>
<div style="text-align: center;">
<em>
"ENERGÍA, INMORTALIDAD, CONCIENCIA TELETRANSPORTADA"</em></div>
<br />
-He cumplido- dijo en voz alta -con tu primera petición al pie de la letra, y dejo en el laude de tu inscripción sepulcral la clave para localizar el manuscrito de tu Magna Obra tal cual me has encomendado. Melissa sonríe con un gesto evocador, se aleja tan sólo unos pasos, voltea vacilante, se despide primero de Ibn al-jarim -sobreviviste al ataque sedicioso de Jeremy Ancarola. Seguidamente se despide de todos los místicos. -Sobrevivirán al recuerdo de estas catacumbas. Finalmente se despide de Corella -sobreviviste al asalto decretado por tu "protector" el Abad Jacobo de Grinaldi, sobrevivirán... sobrevivirán... repetía mientras se alejaba por el túnel del pasadizo que conocía tan bien como la palma de su mano en cada uno de sus resquicios, sus meandros y sus más recónditos secretos.
<br />
<br />
Bajo la sombra y al amparo de los muros desgarrados de la mezquita, sin ningún apuro ni presión por parte de nadie, Melissa se toma dos años para cumplir con la segunda encomienda que le hiciera su mentor antes de morir. Durante ese tiempo se entrega a la lectura introspectiva de algunas obras y tratados de astrología, filosofía y matemáticas. Así mismo se ocupa en releer algunos manuscritos de alquimia, artes mágicas, ocultismo y otros tantos documentos encontrados entre los libros que Corella conservó celosamente en su accidentado baúl hasta el final de su vida.<br />
<br />
Melissa creyó oportuno dejar testimonio de todos los hechos notables que su prodigiosa memoria le trajo al momento con tal vivacidad que en un par de meses escribió un breve y revelador manuscrito donde iniciaba relatando su niñez a partir de los siete años encontrándose abandonada en la explanada de la Ermita de Sant Miquel. Nunca escribió, ni comentó con nadie, nada que permitiera advertir alguna pista o indicio sobre su lugar de origen, sus padres o su familia. Tal vez era lo único que ella no podía o por alguna extraña razón no quería recordar. Al concluir su breve biografía anexó al final un enigmático texto relativo a la clave que alguien seguramente, con gran perspicacia y talento, tendría que valerse para decodificar con sabiduría la Magna Obra de Corella.<br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<em>CLAVE secreta de Melissa para iniciarse en el Magno Tratado Alquímico del Magister Prinio Corella:</em></div>
<div style="text-align: center;">
<em></em> </div>
<div style="text-align: center;">
<em>
Entre la vigilia y las tinieblas sólo reina la cerrazón del entendimiento que se traduce en perturbación corrosiva y se aviva entre la hoguera y la brasa. Y es calamitoso y aciago, endrino y cadavérico, insensato y porfiado la afrenta del esplendor quimérico. Mas el orden mismo del universo se marca en el verbo primigenio y acoge la luz del aliento que irradia en su energía eterna la etérea exhalación de la omnisciencia.</em></div>
<br />
Melissa destruyó el manuscrito original de Corella invadida por una temible incertidumbre. Temía no haber sido lo suficientemente sagaz para apartar al insensato de los oscuros secretos alquímicos, y al mismo tiempo, sumida en el arrebato de mares de confusión, sentía cómo un angustioso flagelo de vaguedad se apoderaba de ella frente al temor de que su expresión hubiese sido en extremo enmarañada, destinando el supremo mensaje del Magíster, al oscuro encriptado de su propia inteligencia en la noche del olvido.<br />
<br />
Durante meses vagó sin propósito alguno por los inermes dominios de la mezquita. Caminaba con cierta pereza en la proximidad de un vetusto tejo hablando cosas incoherentes para sí. Sobrecogida, al escuchar su voz sintió que el viento dialogaba con ella en un murmullo de voces distantes que de súbito acallaron sus palabras enmudeciendo el sonido en su garganta. Inútilmente trató de emitir tan sólo un vocablo, un signo, cualquier aspaviento sonoro, pero ni un débil sollozo desgarró el aire pegajoso comprimido en sus pulmones. Por un instante empezó a dudar de su propia existencia, de la liviandad de su frágil cuerpo, de su espíritu volátil, de su rostro desposeído de una imagen especular vertida por cualquier superficie reflejante. Ni el agua diáfana, cautiva en la fuente cristalina del patio central del oratorio le devolvía su apariencia humana.<br />
<br />
El tejo imponente crecía frente a ella con sus frondosas ramas encorvadas hacia abajo, que se hundían firmes en la reciedumbre de la tierra, y al penetrar poderosamente en ella las viejas cortezas torcidas del árbol, surgían a la superficie del suelo convertidas en nuevos tallos que Melissa adivinaba cómo vástagos de una sobrehumana entelequia que manaba del centro de su ser. Ella era la savia viscosa que corría por sus propias venas, era el mismo tejo majestuoso del que emergieron uno a uno los 12 estolones de rugoso aspecto femenino ondeando suaves al viento los largos follajes de espesas cabelleras. Y así vio, la espiral del tiempo y el espacio en una repentina cascada de eventos que se sucedían en la oquedad de la ausencia, porque todo se desvanecía tan pronto era, y después nada, hasta que un fulminante resplandor cegó dolorosamente sus ojos.<br />
<br />
Su hermana Apel la cuidó con dedicación y ternura desde el día que Giraldo la encontró inconsciente a la vera del tronco de un árbol. Jamás volvieron a separarse. Cuando Melissa recuperó totalmente la salud se dedicó con tal efusión a la manufactura de los productos derivados de las naranjas que tan bien se daban en los fértiles campos de la hacienda de Ulrich Ancarola. Su cuñado incrementó la diversidad de sus mercaderías poniendo a la venta las mermeladas del cítrico agrio, extractos, confituras y sobre todo aceites esenciales que Melissa obtenía prensando la piel de la fruta a la que adicionaba algunas sustancias que sólo reveló algún tiempo después a Mimia Fleur Mori, la más cercana de sus asiduas colaboradoras.<br />
<br />
Gozó de gran fama por toda la zona del mediterráneo el aceite petigrain que ella obtenía de las hojas y ramitas tiernas de los naranjos, ésta preciada esencia le era muy solicitada para la elaboración de fragancias del mismo modo que el aceite de neroli que obtenía de las lozanías del cítrico, el cual indistintamente sus consumidores usaban como condimento o en diversos productos que elaboraban los expertos artífices en sus balsámicos talleres.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/cavilacion-aristotelica-capitulo-15.html">CAPÍTULO 14</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6wTWm3uuV7WOhHgnza_4Uywtvg2uZuha26TI0LMr1zGD7x83mbvRbDE0jWtGfhmhwM_L9_s6firC4HNq22e0urUp8gDDhxuFg3xs2aqqTXU3HUQ2lm8KF5lj4nUPmRB4tlWda-ojumW8/s1600/c-16.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="377" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6wTWm3uuV7WOhHgnza_4Uywtvg2uZuha26TI0LMr1zGD7x83mbvRbDE0jWtGfhmhwM_L9_s6firC4HNq22e0urUp8gDDhxuFg3xs2aqqTXU3HUQ2lm8KF5lj4nUPmRB4tlWda-ojumW8/s400/c-16.jpg" width="400" /></a></div>
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<br />
<strong><span style="color: #660000;">LAS LAJAS DE LOS SANTOS DIFUNTOS</span></strong><br />
<br />
Habían pasado algunos meses del trágico incidente en la sierra Tramuntana del cual ya nadie en la plantación tenía memoria. Epifanía, la joven esposa de Giraldo se había hecho cargo de los cuatro críos de Apel, de tal modo que Melissa podía permanecer semanas enteras alejada de la hacienda sin que nadie advirtiera su ausencia. Consecuentemente, mientras Corella se enfrascaba durante horas hundido entre los libros del pasadizo hasta las orejas, la virgencita negra, apelativo con el que el Magister solía llamarle a Melissa, (después de rememorar su insólito encuentro en la explanada de la ermita del Santo Cristo de piedra, durante las festividades de Consagración de la virgen negra dieciocho años atrás) deambulaba meticulosa a lo largo del pasadizo secreto.<br />
<br />
Fue así como descubrió la tercera galería que ella designó con el nombre de "Las lajas de los santos difuntos” por las mesetas pétreas apiladas unas sobre otras donde descansaban los restos de al menos setenta monjes cuyas fechas de expiración, las más vetustas tenían una antigüedad de más de un siglo. La última galería, bastante amplia y prolija en lámparas adoquinadas en lo alto de las columnas, estaba repleta de pinturas murales que relataban la historia de la mezquita.<br />
<br />
Concluyó la obra el místico Ibn al-Jarim, quién sobrevivió al ataque sorpresivo de Jeremy Ancarola gracias a que en ese momento, al punto de subir al oratorio, el monje tropezó con una escudilla llena de aceite resbalando de tal forma que fue a parar con gran estrépito entre unos enormes cacharros de losa y punzante metal provocándole la abrupta caída una grave contusión en la cabeza. Cuando se recobró el sufí, alcanzó a escuchar el maremágnum desatado en la ermita. Herido e impotente se resguardó tras el pasadizo y sin poder hacer nada esperó la noche. Cuando entró en la galería encontró los cuerpos inertes de los que en vida habían sido sus piadosos compañeros. Con gran esfuerzo bajó los cadáveres a las catacumbas y limpió las huellas de sangre del piso con paños embebidos en almizcle.
<br />
<br />
El otro extremo del túnel se abría de forma natural frente a las aguas del Mediterráneo a lo largo de una gruta que penetraba caprichosamente casi trescientos metros al interior de las entrañas de la sierra Tramuntana. La boca de la caverna situada a una altura no mayor que lo alto del mástil de un navío estaba cubierta por una espesa vegetación enraizada entre los resquicios de enormes rocas que ocultaban por completo la entrada. Los místicos musulmanes cavaron más de tres kilómetros continuando el pasadizo hasta llegar al sitio donde erigieron finalmente la mezquita.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">LA ENIGMÁTICA PIEDRA FILOSOFAL</span></strong><br />
<br />
Prinio Corella sobrevivió dos años al ataque de sus agresores quienes no tuvieron el denuedo de condenarlo públicamente como hereje. Creyéndolo muerto, pronto lo olvidaron con el supuesto de haber borrado al pie del acantilado hasta el último rastro de su calamitosa huella. Qué lejos estaban de sospechar que durante ese tiempo el Magister instruía a una joven de sorprendente sagacidad e inteligencia en la comprensión y escritura del latín, hebreo, y árabe, así como del significado simbólico y secreto de ciertos caracteres antiguos. La otrora niña abandonada de la ermita devoró con tal devoción las obras de Averroes, Ibn Arabi, Raimundo Lull, al-Jwarizmi, Paracelso, y de otros tantos sabios árabes y grandes filósofos griegos, egipcios y persas que pronto pudo establecer doctas conversaciones con el venerable anciano Magister Corella quién temiendo le aconteciera sorpresivamente la muerte, planeó con sabiduría y prudencia la venerable y selecta transmisión de su extensa Magna Obra.
<br />
<br />
Transmutar los metales viles en oro no le significaba su búsqueda más embriagante, al menos este hecho innegable no lo anteponía como una circunstancia en sí frente a la enigmática Piedra Filosofal. Era el elixir de la inmortalidad el fundamento arrebatado de su perentorio y último aliento. Corella quien más de una vez estuvo muy cerca de la muerte impulsado por una investigación recalcitrante, consumió en momentos de profundo éxtasis porciones de polvo de jade, de té y ginsen mezclado con sustancias de apariencia extraña y metales preciosos que preparaba en la soledad de su inviolable aposento en el monasterio de los Franciscanos en Oxford.<br />
<br />
Pero de la misma forma que la práctica de la transmutación del plomo en oro, le fue muy a menudo un secreto simbólico y químico circunscrito en la transformación espiritual del hombre, sabía que la inmortalidad que confería el elixir no era siempre la respuesta de la vida eterna en el sentido propiamente dicho, si no la consciencia transportada a través de una connatural energía mas allá del espacio y el tiempo tangibles.<br />
<br />
Pamela detuvo la lectura solo unos instantes para percatarse que afuera, en la playa, el sol del mediodía se encontraba sobre el cenit, su cuerpo se estremeció al escuchar las doce campanadas del reloj que reverberaron con un eco que impactado sonoramente sobre las paredes del salón daba la sensación de que el tiempo se hubiese detenido. En cierta medida este sobrecogimiento intemporal la transportó instantáneamente al lugar y a los hechos que las imágenes del texto recreaban magistralmente en su imaginación.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">
LOS CUATRO INICIADOS</span></strong>
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<br />
Frente a las aguas azules del mediterráneo, muy cerca de la embocadura de la gruta, Melissa ve llegar a lo lejos a los cuatro iniciados que Corella ha convocado para cumplir con la Gran Enseñanza Hermética. La joven sin pronunciar palabra trepa diestramente el solapado peñón seguida por Eliphas el Magnífico, físico célebre, teólogo y médico polaco. Tras él, taciturno y cauteloso, casi a horcajadas sobre las raíces sujetas entre las rocas escala el pretil de la caverna, el sabio astrólogo Cosme de Menfis dejando caer a su paso, piedrecillas y arena que Arnaldo el filósofo suizo evade con movimientos certeros de su cuerpo. Al final de la columna humana perdida entre el escollo plagado de arbusto y ramas, asciende por el risco Jonathan Von Debra, el eximio alquimista Siciliano quién recientemente había recobrado su libertad tras un penoso destierro en cierto convento de París.<br />
<br />
El extenso pasadizo sorprende a los visitantes por su imponente y lúgubre belleza plena de epopeyas, arte y misticismo. El Magister Corella recibe a los sabios extranjeros en la infausta galería de los cadáveres donde permanecen encerrados cuarenta y cinco días con sus noches entre rinconeras repletas de libros que reúnen la ciencia oculta y misteriosa que guarda el Magno Secreto que sólo ellos son capaces de descifrar. Los cinco hombres se mueven ligeros y sigilosos entre las mesas atestadas con redomas, crisoles, retortas y gran cantidad de cucharillas y pinzas amontonadas entre los cacharros de barro vidriado y los numerosos alambiques que esperan la acción de la obra junto al mortero.<br />
<br />
En el suelo abundan los fuelles esparcidos junto a los estantes atiborrados de recipientes conteniendo polvo de azufre, vinagre, orina, arsénico, aceite animal, plata, oro, salitre, alumbre calcinado, y mercurio, entre otras raras sustancias que serán vertidas ya sabiamente elaboradas en los vitriolos de cuello largo con espátulas y varillas de madera, que esperan junto a los recipientes de sublimar provocando insanos vapores que el calor de los hornillos desprende mordazmente.<br />
<br />
Melissa espera con serena paciencia el desenlace hermético de los iniciados. No muy lejos, ella escucha el ir y venir de los hombres recluidos en la amplia galería que antaño fuera refugio y cadalso de los monjes árabes que buscaron en la mezquita no tan sólo momentos de oración, paz y confort, si no que, con profunda veneración se dedicaron al estudio y a la práctica oculta de la alquimia. Sólo Jonathan Von Debra sale momentáneamente a recibir las viandas que desde temprano Melissa elabora en el fogón de una opulenta cocina. El aroma del pescado, las especies, la fruta y el queso de cabra pierden su perfume al contacto con las fuertes emanaciones que los metales al fuego desprenden.<br />
<br />
Del interior de la tierra se engendran y surgen los siete metales alquímicos, oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño, que asociados en la bóveda del cielo con el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Venus, Saturno y Júpiter se entronizan con las voces enronquecidas de los alquimistas, cuando éstos oran para que su alma se purifique al igual que la materia en la gran armonía del universo.<br />
<br />
El último día, con el venturoso e inexorable hallazgo de la "quinta essentia", cesa el rezumar de los aparatos, el fuego y las sustancias que se han sabiamente preparado. Y así, universal como se escribiera en la Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto, el Magister Prinio Corella vislumbra en lo hondo de su espíritu que la luz de: <em>Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para hacer los milagros de una sola cosa.</em> Melissa ve partir a los cuatro iniciados que taciturnos recorren su camino por la confluencia de las aguas del mar Mediterráneo, para llegar a las tierras lejanas de donde habían partido.<br />
<br />
En la soledad de la mezquita, junto a su lecho mortuorio Melissa escucha con atención la última voluntad del venerable anciano quién con voz entrecortada y casi sin aliento le susurra muy cerca del oído. -Deberás prepararme una cripta en la galería de las lajas de los santos difuntos, deseo que mi abatido cuerpo descanse en compañía de los extintos monjes árabes. Melissa asiente con los ojos húmedos, al tiempo que acomoda un grueso almohadón bajo la encanecida cabeza del moribundo.<br />
<br />
Con gran esfuerzo el hombre levanta su mano señalando con el dedo índice una pequeña caja de ébano. Melissa se incorpora, toma la caja y la coloca entre las manos temblorosas de Corella. -Este texto- dijo el anciano sacando un grueso de papeles, -contiene los fundamentos de la Magna Obra, habrás por la gracia de Dios y la virgen Negra de reformar la estructura del documento incorporando de tu propia inteligencia una parte igual de texto.<br />
<br />
-Habrás de cuidar- continuó el hombre con voz suplicante, -de no añadir, modificar o quitar nada de su esencia, todo esto de tal modo que tu lenguaje logre apartar al insensato y que no sea tu expresión tan enmarañada que se pierda en la noche oscura del olvido. Cuando concluyas, -continuó pausadamente Corella, oculta el manuscrito dejando una señal en clave para su localización e interpretación.<br />
<br />
Melissa abatida y confusa creyó necesario hacerle al anciano un sin fin de preguntas, y en ese momento apremiante y doloroso sólo logró recordarlo como al paciente mentor que le explicaba con tal alegría, modestia y sencillez todas las cosas del mundo, de la ciencia, de los libros y del mismo universo que ella, con cabal resolución anhelaba infatigablemente comprender. Sin embargo, permaneció en silencio sintiendo como su pecho se oprimía ante la misión que el Magister le acababa de confiar. -Por último- dijo el postrado anciano -antes de despedirme debo entregarte algo- Corella sacó de entre sus ropas una alforja de piel de oveja, apenas alcanzó a entregársela cuando expiró su último aliento.
<br />
<br />
Melissa tomó el talego que hacía un ruido chocante entre sus manos, lo abrió con lentitud, con temor y extrañeza hasta que afloraron exactamente cuarenta y cinco perlas brillantes y esplendorosas, cuyo nácar de tan inusual colorido dotaba a las gemas de una belleza verdaderamente indescriptible.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxhN3MStItXA3MQ7V58jseZfxKmU_5VGRNs5wdPwkBrQ3p5VVK__QH01FjrxcFH5C0U-AeM04VBkS_klftdwoUfcEY13w5vihsgj63OLrsYHXGvP7DnJTYGbP4Mq4-3SyqAskUiKFL0ps/s1600/c-15.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="386" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxhN3MStItXA3MQ7V58jseZfxKmU_5VGRNs5wdPwkBrQ3p5VVK__QH01FjrxcFH5C0U-AeM04VBkS_klftdwoUfcEY13w5vihsgj63OLrsYHXGvP7DnJTYGbP4Mq4-3SyqAskUiKFL0ps/s400/c-15.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">LA ZONA DEVASTADA DE ORACIÓN ÁRABE</span></strong>
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La vetusta edificación que habrá de servir de refugio al presunto desahuciado prácticamente se encuentra en ruinas, había sido construida durante la ocupación musulmana siglo y medio atrás por mandato del célebre monarca Amir al-Yusuf como un refugio de oración, paz y confort. Hecha de grandes bloques de piedra arenisca era originaria de la época en que el dominio árabe había reinado sobre la isla de Mallorca. Comandados por Jeremy Ancarola y un tropel de cuarenta hombres fuertemente armados con yelmos, escudos, hachas de guerra y algunas espadas damasquinas, tomaron por sorpresa la mezquita dando muerte a los nueve místicos sufíes que se encontraban en ese momento haciendo oración.<br />
<br />
Los cuerpos de los musulmanes fueron colocados uno junto a otro en el piso de una espaciosa galería ubicada frente al patio central del oratorio donde se vertía el agua cristalina de una fuente. Un par de naves se comunicaban en el interior de la galería teniendo como único acceso una puerta tallada de madera que la caterva atrancó cuidadosamente por fuera. Ante el éxito de la impetuosa embestida. La pequeña hueste de Ancarola y el mismo Jeremy se embriagaron hasta el amanecer bajo la protección de un puñado de guardias apostados en puntos claves de la mezquita, sin omitir evidentemente, la encumbrada cúpula de la torre del alminar.<br />
<br />
Pasados dos días del brutal atentado, Ancarola ordenó hacer una impresionante pira donde se les prendería fuego a los cadáveres y para sorpresa de todos los ahí presentes, al abrir la galería, esta se encontraba totalmente vacía, sólo un ligero olor a almizcle y una aterradora sensación de frío y humedad permaneció en ese sitio durante varias décadas, inclusive algunos trashumantes de la región montañosa aseguraron haber visto con sus propios ojos el alma en pena de uno de los místicos vagando tras las arcadas del segundo piso. De tal modo el egregio señorío de la extirpe de los Ancarola se construyó bastante alejado de la zona devastada de oración árabe, y ahora Melissa traía supuestamente a bien morir en este reducto abandonado y misterioso a un individuo del cual no sabía ni siquiera su nombre.<br />
<br />
Pero Prinio Corella decide no morir a causa de las múltiples fracturas y lesiones propinadas en casi todo su cuerpo como cada cual había presagiado, inexplicablemente una fuerza superior le permite al anciano burlar no tan sólo a la muerte sino también a sus despiadados agresores que por orden explícita de su –presumible protector- el abad Jacobo de Grinaldi, debieron darle muerte.<br />
<br />
Aunque su recuperación es lenta el infortunado “doctor absolut” sabe indicarle a Melissa los enigmáticos preceptos a seguir en la compleja y paciente elaboración de pócimas, grasientos emplastos, amargos brebajes, bálsamos milagrosos y aromáticos ungüentos que ella misma prepara con tal superioridad que hubiese sido capaz de provocar la envidia de cualquier sanador experto. Cada tercer día la joven limpia el cuerpo del anciano con un linimento alcanforado en hojas de plántago cuidando de no humedecer los lienzos que envuelven las fracturas previamente recubiertas de un seboso emplasto amasado con tres tipos diferentes de hiervas, huevo y migajas de pan mojado, que en menos de tres días había endurecido lo suficiente como para mantener al Magister Prinio Corella prácticamente inmóvil.<br />
<br />
Del mismo modo Melissa provee los alimentos del anciano escalfados con porciones generosas de legumbres, vegetales, frutas y abundante jugo de naranja. Con cierta eventualidad incluye en la rigurosa dieta del Magister algo de pescado, almendras y aceitunas verdes, pero lo que nunca falta en la cesta de los víveres es una exquisita porción de queso de cabra, una hogaza de pan de centeno recién horneado y un vaso de vino tinto de Malvasia. Todo esto sin omitir los brebajes y remedios que el mismo Corella sé auto prescribe cuidando de observar meticulosamente los pasos del arte y la ciencia con que Melissa en nombre de Dios modestamente prepara.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">¡POR AQUÍ SALIERON LOS CADÁVERES!</span></strong><br />
<br />
No habían pasado ni tres meses de su pronta recuperación y ya el doctor absolut recorría de palmo a palmo cada uno de los recónditos espacios de la vetusta mezquita. Apoyado de un bastón paseaba por la galería de los cadáveres cuando se percató que uno de los muros de la pared del fondo estaba orientado hacia la Meca y que éste se encontraba descollado por un gran nicho o mihrab que conservaba aún en todo su esplendor la suntuosa decoración de las construcciones bizantinas.<br />
<br />
Junto al mihrab, a la derecha, aún quedaban los restos de mampostería de lo que pudo haber sido el púlpito y más adelante una escalera aún ricamente ornamentada conducía a un podio cubierto por un baldaquín de tejado cónico. El Magister solía permanecer largo rato en la sala de oración sentado frente a la pared ornamentada con mosaicos de cerámica de vivos colores dorados, azules, terracota y ocres, cuyos motivos geométricos y texturas se repetían hasta el infinito trenzándose en una gran variedad de formas sobre la abigarrada superficie, donde el fenómeno de horror vacui creaba una apariencia estupendamente armoniosa.
<br />
<br />
Meditaba el buen hombre frente al muro alguna reflexión en el instante mismo en el que un mosaico se desprendió de la pared haciendo un ruido inesperado que le hizo fijar su atención en un punto específico de la maraña de cruces y estrellas entrelazadas. Torpemente Corella se aproximó al muro y observó que la gran profusión de líneas sobre la superficie camuflajeaba perfectamente una grieta irregular que ascendía hasta la altura de un hombre.<br />
<br />
Un pretil de hierro fundido con motivos vegetales corría a todo lo largo en la parte inferior de la pared, y a unos centímetros del lugar donde había caído el fragmento policromo, el anciano descubrió un grueso anillo móvil sujeto a una varilla que penetraba en un punto específico del muro, con gran sagacidad el viejo observó que la argolla abrazaba ex profeso un par de ramas retorcidas de la vid de hierro. Prinio Corella forcejeó un rato hasta que logró zafar el anillo de metal. Seguidamente y de forma estrepitosa un burdo mecanismo deslizó abruptamente hacia atrás una puerta corrediza dejando al descubierto un pasadizo que bajaba algo más de tres metros del nivel del piso.<br />
<br />
-¡Ah!- exclamó atónito el Magister –por aquí salieron los cadáveres. La historia se la contó al detalle Melissa, tal como se la habían contado a ella, pero a ninguno de los dos les satisfacía la misteriosa desaparición de los místicos. Así que el haber encontrado el resquicio secreto fue un alivio para ambos. Esperaron un par de días para bajar, menos denso el aire y provistos con antorchas de aceite llegaron a la antesala de un extenso túnel.<br />
<br />
La primera cámara del subterráneo contenía diversos objetos religiosos de los cuales predominaban los incensarios y las lámparas de la mezquita, varios atriles para el Corán y algunos muebles de madera ricamente tallada. Entremezclados con objetos personales había veinte pebeteros y quince grifos elaborados en bronce, dos astrolabios, dieciocho jarras y veintitrés jofainas de cerámica vidriada, algunas piezas de orfebrería en oro puro, tres alfombras y cinco almohadones de lana, un bracero y un hermoso arcón donde se almacenaban pomos colmados de henna, aceite de violetas, perfume de almizcle y jazmín, y algunos panes de jabón arcilloso para el cabello, además de cuatro cofres repletos de telas de seda bordada que revelaban de forma incuestionable el rico y profuso arte típicamente musulmán.
<br />
<br />
Quinientos metros más adelante hallaron una segunda cámara que había sido sin lugar a dudas la biblioteca clandestina de los místicos musulmanes. El túnel en su totalidad se encontraba recubierto con bloques de piedra, sillares y mampostería a lo largo del piso. El arco del techo y las paredes se encontraban seccionados a intervalos regulares por regias columnas decoradas con un friso de estuco en el que dominaban los detalles epigráficos trastrocados con adornos de cuerdas entrelazadas.<br />
<br />
En dicha librería subterránea era notable el orden inflexible de las obras dispuestas a lo largo de la estantería de piedra, donde destacaban un número importante de temas especializados en religión y ciencias. Sorprendía la exquisita encuadernación de los libros prodigiosamente conservados y los espléndidos dibujos figurativos, simbólicos y ornamentales que empavesaban los tratados de medicina, botánica, agronomía, astrología, jurisprudencia, filosofía, matemáticas y principalmente alquimia entremezclados con una profusión insospechada de manuales y tratados de magia.<br />
<br />
Todo un tesoro en el arte de la sabiduría y el ocultismo que marcaría dramáticamente los últimos años de vida del Magister Prinio Corella y de la misma Melissa y de toda su exigua descendencia.<br />
<br />
Pamela detuvo un instante la lectura cuando se sintió estremecer por una tremenda sensación especulativa, incitada seguramente por la última frase del texto que acaba de leer. Cerró los ojos e imaginó a la niña abandonada de la ermita convertida en mujer, tal vez esposa y amorosa madre. Pero no, esta imagen le resultaba prácticamente imposible. Continuó absorta inmersa en el abandono del regio manuscrito, pero ahora con mayor avidez por el íntimo anhelo de disipar su curiosidad ante una ¿exigua descendencia? Si, así decía de forma literal el texto.<br />
<br />
Se preguntó si esto tendría algo que ver con ella, ¡no, por supuesto que no! Los hechos que en ese momento ella leía, habían acontecido cinco siglos atrás. Un repentino escalofrío recorrió su cuerpo, levantó los ojos del libro, exploró con la vista a su alrededor comprobando que efectivamente estaba sola, no obstante le aterraba la sensación de ser observada por algo o alguien a quien ella ciertamente no podía ver.
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgR9QtXoohxWU9pk85P8VaadWBT-HWNBWZ79AIXnZBVB_nysjwwVJsa63RG2TtHIS3xXjE5jO5i8mcMcN4iX95_HR8nfs7ZoXUFPY-9bbB55Yfbhwirgy8I27SCHLRUZ4nWMUCIDC3hEx0/s1600/c-17.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgR9QtXoohxWU9pk85P8VaadWBT-HWNBWZ79AIXnZBVB_nysjwwVJsa63RG2TtHIS3xXjE5jO5i8mcMcN4iX95_HR8nfs7ZoXUFPY-9bbB55Yfbhwirgy8I27SCHLRUZ4nWMUCIDC3hEx0/s400/c-17.jpg" width="382" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">LOS CUATRO HIJOS DE ULRICH Y APEL</span></strong><br />
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Al cobijo del verde páramo en la vertiente de la montaña, Melissa crece salvaje como una planta agreste. Es inusitada y extravagante y a la menor provocación y sin decir agua va, suele ser excesivamente pertinaz. Su peculiar y exacerbado dinamismo no aniquila en absoluto su exquisita belleza, no obstante, muy pocos jóvenes hidalgos de la plácida comarca y del pujante señorío de Pollença pretenden osar sus ojos en los de ella. En cambio Apel, su pequeña y fortuita hermana, es gentil, dócil, inocente y devota al extremo piadoso de la santidad. De tal modo, la pequeña Apel provista de dones tan preciados no tarda en conquistar el corazón de Ulrich con quien se desposa al cumplir los diecisiete años.<br />
<br />
No bien completado el primer año de su matrimonio, nacen los gemelos André y Joan, pero la precaria salud de la joven madre y la reciente muerte de la señora Ferrater obliga a Melissa, -la otrora niña olvidada de la ermita- a fincar su residencia definitiva en la hacienda de los esposos Ancarola dedicándose por completo en cuerpo y alma al cuidado solícito de Apel y de sus robustos mellizos quienes exigen con vehementes rabietas el desvelo cotidiano de la inquebrantable Melissa.<br />
<br />
El tercer hijo de los Ancarola, quien sería mejor conocido por el apelativo del ecuánime Joaquím, nace exactamente el mismo día que los vigorosos gemelos cumplían dos años y ni más ni menos, veinticuatro meses más tarde Apel da a luz a un nuevo crío quien recibe el sagrado sacramento del bautismo con el nombre de su abuelo paterno Georg. Los cuatro inquietos varones Ancarola mantienen siempre ocupadas a las dos mujeres que ven transcurrir sus días en la rutina doméstica de sol a sol. En cambio Ulrich se dedica por completo a las actividades propias del huerto donde crecen fragantes las finas hierbas junto a las berenjenas, alcachofas, endibias, espárragos, la regia granada roja, el melón verde, la cidra y los suculentos albaricoques de sabor ligeramente acidulado.<br />
<br />
A la par de la cosecha de frutos y hortalizas la gran cantidad de olivos y naranjos que se prodigan en sus tierras le permiten al señor Ancarola comerciar sus productos en las ferias y en casi todas las plazas de los pueblos de Mallorca, pero lo que más fortuna le rinde al pujante señorío es la transportación y venta del cítrico y las aceitunas en los barcos mercantes del puerto de Pollença.<br />
<br />
Cuando Georg cumple un año, los gemelos celebran su primer lustro y Joaquím arriba a su tercer aniversario, motivo por el cual el matrimonio Ancarola organiza una ferviente incursión a la ermita de Sant Miquel donde dan gracias al Cristo de piedra y a la virgen Negra por la salud y bienestar de sus cuatro hijos y por todos los dones y bienes recibidos.<br />
<br />
Melissa y Apel dejan que los niños jueguen en la explanada del santuario al cuidado de Ulrich y Giraldo, el leal sirviente de la familia mientras ellas disponen las viandas que han llevado para tal ocasión. El día transcurre placenteramente y antes del atardecer parten los paseantes de regreso a la hacienda. El rechinar rítmico de la carreta y el trote lento de los caballos arrulla a los niños quienes se han quedado profundamente dormidos en los brazos y las piernas de ambas mujeres.<br />
<br />
Al internarse en la franja del acantilado Ulrich aminora el paso de los animales, en esa zona es tan tupida la fronda de los árboles que prácticamente nunca penetra la luz del día. Por unos instantes se hace total oscuridad, y en el silencio del crepúsculo vespertino se escucha claro el rumor de la cascada apenas atenuado por el rastro sigiloso de la carreta. Repentinamente, se escuchan gritos e improperios de hombres encolerizados, la penumbra y más adelante una curva del tortuoso sendero no les permite ver casi nada. Giraldo da tremendo saltó del galerín y en escasos segundos se encuentra al pie de la curva atisbando a lo lejos, Ulrich lo observa cauteloso desde el carromato que ha detenido apresuradamente.<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">ABAJO EL MAR EN COMPLETA CALMA</span></strong>
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<br />
Sólo Melissa se percata de los hechos y mantiene la calma para no alarmar a su hermana ni a los pequeños quienes pernoctan en la parte trasera de la carreta. El griterío y las voces por unos minutos se violentan y después de un breve silencio se escucha el estruendo de un objeto pesado rompiendo de cuajo las ramas de los árboles. Instantes después el galopar de caballos en retirada devuelve el aliento al sirviente que le hace señas a su patrón para que éste avance.<br />
<br />
Al llegar al lugar de la escena descubren incrédulos que entre las ramas que vuelan sobre el acantilado se halla milagrosamente suspendida una galera. Diligente y con sobrado arrojo Giraldo baja un poco más de medio metro hasta alcanzar el carruaje. Una de las ruedas aún gira mientras las otras tres han quedado atrapadas entre dos enormes troncos que lanzan sus arreboladas frondas al despeñadero. Abajo el mar en completa calma parece anhelar impaciente la caída violenta del armatoste que sostiene en vilo un baúl y el cuerpo de un hombre salvajemente herido.
<br />
<br />
-Hay un hombre, parece que está muerto. Anuncia a gritos Giraldo.
-Apel se ha despertado y reza en voz baja para que la virgen Negra se apiade del alma de tan infortunado ser.<br />
-Debemos recoger su cuerpo para darle santa sepultura agrega Melissa al tiempo que busca las sogas con las que su cuñado suele amarrar las canastas de la mercadería.<br />
<br />
Atan las cuerdas a la carreta que Melissa avanza meticulosa mientras que Ulrich y el sirviente bajan asidos de los troncos llevando en el otro extremo de la soga una parihuela improvisada con la que izan el cuerpo ultrajado del desconocido. Cuando lo depositan sobre el meandro descubren que al hombre aún le quedaba un aliento de vida para implorar humildemente y por el amor de dios por sus escasas pertenencias.
<br />
<br />
-El baúl... -balbucea el hombre entre gemidos y muecas de intenso dolor.
Ulrich ve caer la noche y lo peligroso de la empresa, no obstante, sin pensarlo más, Melissa y Giraldo bajan por los troncos de los árboles hasta la galera donde se mece calmosamente el arcón. Sujetada fuertemente por el mozuelo Melissa alcanza una empuñadura del baúl que al acto sujeta anudándolo con firmeza a un extremo de la cuerda. Ulrich jala desde arriba y en un abrir y cerrar de ojos que a Apel le parece un siglo, todos quedan a salvo y con el baúl rescatado apresuran el paso hacia la hacienda.
<br />
<br />
Pamela sintió un golpe en el estómago y tal resequedad en la garganta que se levantó del sillón para prepararse un poco de café. En unos minutos regresó a la estancia con una tasa humeante de la aromática bebida. De nuevo se arrellanó cómodamente en el sofá y continuó ensimismada la lectura. <br />
<br />
...Cuando llegan a la propiedad el esposo de Apel decide instalar al maltrecho hombre en una abandonada mezquita que se encuentra en el linde de sus vastas tierras. No sabiendo quién es el desdichado personaje ni porque ha sido víctima de tan brutal ataque, obliga a Ulrich a tomar precauciones, además el amo de la hacienda conjetura erróneamente que el anciano de talante bastante decrépito y en tan lamentable estado no vivirá ni un par de días. El señor Ancarola dispone también que el moribundo deberá quedar al cuidado de Melissa quién no manifiesta objeción alguna al respecto.
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnDrV2nJ5HYQXNTJgz5yWbWYOJhISPt7ebq-Ch_Fbu-s52dQTyAxSNC11q75LM2y275QeL0rXiUM9GIe8HKMMf1eWiv7T4KAaEddmnYZFxgd2sIfQXMQbuNcegSDXhMTVMrzBdaqYVDD4/s1600/c-6.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="385" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnDrV2nJ5HYQXNTJgz5yWbWYOJhISPt7ebq-Ch_Fbu-s52dQTyAxSNC11q75LM2y275QeL0rXiUM9GIe8HKMMf1eWiv7T4KAaEddmnYZFxgd2sIfQXMQbuNcegSDXhMTVMrzBdaqYVDD4/s400/c-6.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">ARTE EXOTERRA</span></strong><br />
<br />
Pamela se consideraba una artista transhumánica. En menos de un año se había comprometido férreamente con la cultura estética y creativa del transhumanismo cuyo objetivo era fusionar la ciencia y la tecnología en la manifestación de nuevas experiencias intelectuales y sensitivas. Como activista inflexible de esta nueva corriente exploraba el universo con la misma devoción que lo hace un científico, un filósofo o un matemático, depurando al artista del sentido estrictamente tradicional. De tal modo se inició, no sin grandes dificultades en el arte Exoterra, cuyo objetivo inmediato era establecer una propuesta cosmológica impregnada de su propia visión de la realidad. Así surgieron entre sus pertrechos cotidianos los láseres, hologramas, el video, el diseño computacional, las comunidades virtuales, la nanotecnología, la robótica y la inteligencia artificial que compartiría incansablemente con su gran compañero y amado cónyuge.<br />
<br />
-Qué lejos se está de los seres humanos que expresaron sus ideas con pedernal sobre la piedra sólida. -Pensaba Pamela frente a la computadora donde bocetaba los grandes rasgos de su nueva obra. Reflexionaba apasionadamente sobre los artistas de fin de milenio que imprimen su huella a través de proyectos electrónicos expertos logrando la interacción de sus ideas. -Hay que reinventar el arte a través de la tecnología que permita la manifestación multidimensional del espacio y el tiempo- concepto que la obligaba dramáticamente a sensibilizarse ante una nueva forma de percepción.<br />
<br />
Ese era su preclaro objetivo. El artista usa la tecnología, la inteligencia, la creatividad y la estética, para producir un cuerpo de arte que tiene un propósito definido, que es vital, que revela el pasado, el presente y el futuro. El desarrollo de máquinas inteligentes extremas conmueve nuestra visión del arte. Más que nunca, el arte se desarrolla vigoroso, optimista e inherente en el mundo alrededor nuestro. Los actuales componentes de los artefactos y los nuevos tipos de redes del transhumanismo pueden evolucionar a distancia como los vasos capilares de nuestra cultura. Es el arte del siglo XXI, la manufactura de la artesanía espacial del cosmos, creada por nuevos y versátiles individuos que buscan la inmortalidad para trascender las limitaciones de la condición humana fusionando la parte biológica del ser con las virtudes que otorgan las máquinas inteligentes.<br />
<br />
Pamela sabía bien lo que anhelaba, tenía muy claros sus objetivos, -lo demás es talacha- declaraba en voz alta para sí. -Y en ella se te va la vida -reconocía el hecho como una experiencia harto vivida. Trabajó un par de semanas en la concepción de su obra “La niña del Cristo de piedra”, proyecto multimedia que concluyó seis meses después con sorprendente repercusión en el medio artístico exoterra.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">UNA CITA SECRETA</span></strong><br />
<br />
Un miércoles muy temprano, Romelia y Yara salieron para Tesiutla, regresarían tres días después con el señor Perilló. Se aproximaba la fecha del examen de la muchacha quién se había aprendido de memoria, de pasta a pasta todos los libros de las diferentes asignaturas para concluir su educación primaria. Las dos mujeres partieron emocionadas ante la expectativa de ver de nueva cuenta la casa de las Gárgolas, no obstante, antes de marcharse llenaron de inútiles y abrumadoras recomendaciones a la dueña, quién se olvidó por completo de acatarlas.<br />
<br />
Pamela deseaba estar sola y aprovechó tal circunstancia para dedicarse por completo, en la proximidad del embrujo marino, a la lectura de su precioso libro. Sin desayunar, cómodamente tumbada entre los mullidos cojines de su cama y con las cortinas descorridas del amplio ventanal, viendo como las olas acariciaban la dorada costa de la playa, con gran emoción, como quién se prepara para el advenimiento de una cita secreta, exquisitamente anhelada, abrió con desmesurada delicadeza el regio manuscrito, y en silencio con gran exaltación comenzó a leer...<br />
<br />
<strong><span style="color: #660000;">LA FAMILIA FERRATER</span></strong><br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<em>Els raigs del sol es filtren fatigosament enmig de la aromàtica espessor dels xiprers</em></div>
<br />
Los rayos del sol se filtran fatigosamente en medio de la aromática espesura de los cipreses, mientras que el húmedo aire matinal sube sinuoso desde la playa hasta la copa encumbrada de los árboles. El viento arremete con fuerza golpeando los cortantes acantilados de la montaña, al tiempo que la familia Ferrater acelera rauda la marcha. La desamparada Melissa camina tras ellos a una distancia no mayor de veinte pasos. De cuando en cuando Apel, la primogénita de Pere y Marcia, sin soltar la mano tutelar de su madre voltea discreta para ver si la enigmática criatura de la ermita aún les sigue.<br />
<br />
De repente al voltear Apel, tropieza dejando caer una cestita con frutas silvestres que lleva en su mano derecha y que el bárbaro ventarrón al punto esparce la frutilla. Melissa se detiene al ver a la pequeña abatida en el suelo. La cesta rueda dando tumbos hasta tocar casi sus pies, momentáneamente cesa la carrera de la canastilla, y al momento que la niña abandonada del Cristo y la virgen Negra la iba a levantar, sale la cesta disparada por una nueva ráfaga de viento yendo a parar a unos arbustos cerca del acantilado. Melissa corre hasta el mismo sitio en el que ha quedado atrapada la cestilla. La ventisca arrecia enredando la burda falda de la niña entre sus frágiles piernas mientras los largos cabellos agitados por la ventolera le hieren los ojos.<br />
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Con gran entereza trepa por las aviesas raíces de un enorme ciprés que crece en el brocal del precipicio. Desde lo alto ve la marejada fustigando la húmeda meseta pétrea donde las olas golpean con furia emitiendo un ruido ensordecedor. El viento estruja la rama que Melissa trata de alcanzar. Se encarama un poco más por la troncha bulbosa del árbol asida fuertemente a uno de sus tiernos vástagos. Los Ferrater presencian a lo lejos petrificados el suceso y con un Jesús en la boca ven como la niña de la ermita alcanza finalmente la cestilla. Apel sonríe con el rostro embriagado de ternura, se suelta de la mano de su madre y corre al encuentro de Melissa. Ambas niñas se toman de la mano y se unen al grupo que llega a Pollença cuando el viento ya había amainado.<br />
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-Chicuela atrevida – dijo Pamela para sí– que susto me has pegado –suspiró y continuó ensimismada la lectura.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">MAGISTER PRINIO CORELLA</span></strong><br />
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El Magister Prinio Corella tenía su residencia en el magnífico monasterio de San Salvador enclavado en la región montañosa de Puig de Randa. Al igual que su admirado Raymundo Lulio nace en Palma de Mallorca en 1415, exactamente un siglo después de la muerte del gran filósofo, alquimista, astrólogo, cabalista y matemático español. Corella, Hijo primogénito del Senescal de Mallorca, fue superlativamente beneficiado por la fortuna de su familia de quien recibió vastas tierras y una educación privilegiada. Estudió latín, griego, árabe y hebreo en Aix (Francia). Después pasó a estudiar medicina en Montpellier, donde más tarde fue catedrático y rector de la universidad.
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Siendo muy joven se doctoró en medicina a la edad de veinticinco años. Poco tiempo después alcanzó el título de doctor en Teología y Magister o maître és-arts. Ampliamente reconocido como una mentalidad descollante de su época se distinguió en el campo de la física, la filosofía, la alquimia, y la astrología. Por sus profundos conocimientos en todas las ramas de la ciencia, sus adeptos dieron en llamarle “doctor absolut”. Hizo numerosos descubrimientos químicos e inventó algunos aparatos de física.<br />
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Honrado como una verdadera personalidad científica a los sesenta y tres años, dos meses después de las fiestas de consagración de la virgen Negra en la ermita, viaja a Oxford e ingresa a la Orden de Franciscanos. De forma dramática, recluido en el monasterio su suerte le es adversa, sus profundos conocimientos, todos sus escritos, las prácticas de magia y los numerosos experimentos de laboratorio le son atribuidos irremisiblemente por sus superiores a un pacto satánico y de forma categórica y tajante acaban por ser calificados de inadmisibles herejías.<br />
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Prinio Corella logra escapar de sus acusadores e inicia un largo peregrinar que dura dieciocho fatídicos años por Austria, Polonia, Moravia, Transilvania, Hungría, París y Roma, lugares donde sin excepción se incrementa el número de sus inflexibles discípulos e irremediablemente el de sus implacables perseguidores. Cansado y enfermo regresa a Mallorca al monasterio de San Salvador, bajo la irresoluta protección del abad Jacobo de Grinaldi.<br />
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Pamela cerró por un instante los ojos, apenas un parpadeo, afuera el mar estaba en calma, sólo algunos albatros cruzaban el cielo con gran donaire cuando a lo lejos un barco desgarraba la monotonía del horizonte marino. Los rayos del sol entraron a plomo por el ventanal de la recámara. La dueña se incorporó pensativa, casi fuera de sí y con el libro entre sus manos se encaminó descalza por el pasillo hasta la cocina. Sacó del refrigerador la comida preparada que Romelia había dispuesto en envases herméticos, la calentó unos minutos en el horno de microondas.<br />
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Mientras comía reclinó escrupulosamente el libro sobre la repisa de las especies, tomó cada bocado con deliberada parsimonia sin apartar la vista del título dorado “Sincronía”. Con la luz del sol las letras resaltaban aún más sobre la bruñida piel atezada del arcano vademécum. Todo le era tan familiar y a la vez tan ajeno, no obstante cada dibujo, cada rasgo de la preciosa caligrafía, cada paisaje sutilmente descrito en el libro, y cada uno de los peculiares personajes, todo yacía en algún lugar remoto de su memoria. Trató de evocar sus recuerdos más prístinos, pero nada, ni siquiera en el letargo de una fortuita ensoñación se invocaron las recónditas imágenes, harto conjeturadas que ella ansiaba descifrar.<br />
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Después de un breve descanso que más bien acontece como un suceso reflexivo, un lacónico instante de introspección, acaso contenido en un tiempo y un espacio para ella aún desconocidos, y sin proponérselo, casi de forma maquinal Pamela prosiguió la lectura en la solitaria comodidad de la estancia. Encendió el aparato de sonido, muy discreto, tenues como un susurro se escucharon diáfanos los acordes del adagio de Albinoni, suspendiéndose una a una las melancólicas notas en el espacio ocluido frente a la vastedad del mar, al compás sugestivo y misterioso de cada letra cuidadosamente trazada, con tal dispendio y maestría como si las líneas garigoleadas de la escritura catalana asemejaran un fantástico jardín repleto de símbolos cuyos pétalos viajaran a la deriva del viento.<br />
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Y así, al punto aparecieron las imágenes de la sierra Tramuntana con sus manifiestos personajes y sus, hasta ahora, incomprensibles historias que Pamela devoraba absorta en la privacidad de sus pensamientos.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/parece-que-esta-muerto-capitulo-11.html">CAPÍTULO 11</a><br />
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IR AL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-caos-capitulo-1.html">PRINCIPIO DE SINCRONÍA</a></div>
liliammorihttp://www.blogger.com/profile/00251970702905769406noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8977538821501407254.post-63096635119199470622012-11-16T22:43:00.000-06:002012-11-16T23:23:42.039-06:00LA SIERRA TRAMUNTANA (capítulo 9)<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSavbNCblezbxz4kEAGwiDGgs8GlNXXezm3n43lyUM3IT3fRGyN-4cIS_qs5QtTXvO2KDlW8t9gBXsIjdbj3mXfg4dXRHHVoJ-RXMZ06Mc44luju3D3LD9KGPgipkJP-4sCBHAzGckVIU/s1600/c-5.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="348" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSavbNCblezbxz4kEAGwiDGgs8GlNXXezm3n43lyUM3IT3fRGyN-4cIS_qs5QtTXvO2KDlW8t9gBXsIjdbj3mXfg4dXRHHVoJ-RXMZ06Mc44luju3D3LD9KGPgipkJP-4sCBHAzGckVIU/s400/c-5.jpg" width="400" /></a></div>
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<strong><span style="color: #660000;">ÁNGELES Y DIABLOS</span></strong><br />
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Pamela inició esa noche la lectura de su precioso libro “Sincronia”. La primera página desplegaba el título enmarcado en una viñeta algo borrosa color sepia con símbolos vegetales muy abstractos, simétricos y laboriosamente entrelazados. Con el siguiente epígrafe daba principio la primera página del antiguo y misterioso ejemplar.<br />
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<div style="text-align: center;">
<em>No hi ha futur sense interrogants... El temps les coses aclareix. Maig 1478.</em></div>
<div style="text-align: center;">
<em></em> </div>
<div style="text-align: center;">
<em>
Sobre les altes muntanyes…</em></div>
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Sobre las altas montañas, al extremo este de la sierra Tramuntana en la costa norte de la isla de Mallorca, la ermita de Sant Miquel se alza a 540 metros del nivel del mar y desde sus amplias terrazas se ven al norte las azules aguas del Mediterráneo. El pequeño edificio con su torre, campanario y sacristía de planta octogonal, esta construido totalmente de piedra arenisca. Remata el mesurado espacio una bóveda de media naranja revestida en su interior con tejas adosadas, y al exterior la esférica superficie se encuentra recubierta por piezas polícromas de cerámica.<br />
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En la fachada una tosca puerta de madera adopta en la parte superior la forma de un arco de medio punto. Este único acceso esta enmarcado por pilastras y protegido por un bastimento sobre el cual hay un pequeño rosetón flamígero de estilo predominantemente gótico. En su interior, sobrio y oscuro, bajo los gruesos nervios de la bóveda, una imagen de la virgen Negra espera el inicio de la romería.<br />
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Con las primeras luces del alba, se escucha a lo lejos el fragor mezclado de cánticos y rezos, que la multitud arrobada en la fe de la Cruz y la virgen Negra, ejecuta al unísono con piadoso orfeón de voces discordantes, estremeciendo hasta las ánimas nocturnas aposentadas en el camino tortuoso de la montaña. Flanqueado de barrancas y descollados precipicios a la vera de un estrecho sendero, el tropel anuncia su cercanía con el rumor cacofónico de alguna plegaria entremezclado entre el balar y el campanilleo rítmico de las ovejas.<br />
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El fértil paisaje de vetustos árboles de ciprés y olivos se abre abruptamente en la explanada de la colina al frente de la ermita de Sant Miquel. A lontananza, los danzantes preludian con flautas de arcilla, gaitas y tambores la aparición de los peregrinos de una singular procesión disfrazada de ángeles y diablos, seguida por un grupo de jóvenes mujeres vestidas con túnicas descoloridas en tonos de azul sombrío, portando sobre su cabeza pesadas canastas con panes y flores silvestres.
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Amanece y los primeros rayos del sol incitan el bullanguero fervor de los bailarines llegados de Llucmajor, quienes ejecutan frente a los devotos espectadores, arriesgadas pirámides humanas, mostrando con soltura y contento al equilibrista más joven que en lo alto despliega una cesta repleta de almendras y albaricoques prodigados en sus frondosos campos al sur de Mallorca. El ruido retumbante crece alrededor de los grupos de aldeanos que se disponen a lo largo y ancho de la explanada de la ermita aliñando la vendimia de quesos, aceitunas, ajos, salchichas, agasaje, buñuelos, pastel de higo y melones y típicas figurillas hechas de madera de la aceituna, original del pueblo de Alfabia.<br />
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El campanilleo de las ovejas y el silbido de las siurells hechas de arcilla caracteriza el jolgorio brioso de los danzantes venidos a pie desde Portol, que no amaina ni en garbo ni en fuerza ni aún después de 15 horas de agreste viaje serpenteando las fatigosas veredas. Cuando el sol apenas toca con sus rayos la Cruz de piedra, la sombra del santo monumento levantado junto a la ermita se proyecta en ese momento varios metros al amparo de los danzantes que alternan sus bailes de gaitas y tamborileos con voces y corrillos típicos de las regiones aledañas.<br />
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Repentinamente, se hace el silencio en el instante en que el Magister Prinio Corella, sale de la ermita acompañado de varios monjes portando una pequeña imagen en talla de madera de la virgen Negra. Corella oficia la Santa Misa y bendice las ofrendas y los animales domésticos, y todos los bienes interiores y exteriores, para que así, -el milagro de la gracia divina prodigue por siempre-. El Magister concluye su apoteótico sermón con estas solemnes palabras -"Nuestros corazones íntegros son de Nuestra Señora y Nuestra Señora es íntegramente nuestra”.<br />
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En ese momento, el campanario de la ermita, Santuario del Cristo y de la virgen Negra, tañe su campana con aires de fiesta estallando exultante el fervor público de las alegres consagraciones. Con la algarabía cesa el rumor de la cascada en la montaña y el murmullo de los manantiales se trastoca con la música estridente que acompaña a los bailarines. En un pandemónium de gentes hilarantes, los chiquillos corretean por la explanada mientras sus madres venden pan dulce relleno de espinaca picante. Otras más anuncian a gritos la cosecha de naranja de las arboledas que abundan en la montaña. Algunos puestos improvisados ofrecen ungüentos y plantas medicinales para curar todos los males de la tierra incluyendo las dolencias del alma.<br />
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El jugo de naranja apaga la sed de los ajetreados caminantes, pero los hombres jóvenes y viejos prefieren refrescarse con licor de Binissalem de pujante tradición romana o mejor aún, los más curtidos se reconfortan con buenos tragos de vino de Malvasia afamado desde el tiempo de los moros en toda la región de la sierra Tramuntana.<br />
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Los primeros peregrinos parten con la luz de la luna antes del amanecer del día siguiente. Cuando el sol despunta en el alba, sólo los estragos de la romería son el mudo testigo de las fiestas anuales a la venerada virgen Negra. Y ahí, en medio de esa tempestiva soledad, aparece como una súbita revelación, frente a la Cruz de piedra, una preciosa niña. El Magister Prinio Corella, quien está a punto de iniciar su camino de regreso al monasterio de San Salvador voltea a la explanada para dar un último adiós. En el recinto sus ojos se encuentran con los de ella, la niña permanece de pie, a contra luz, ondeando sus largos cabellos dorados como una premonición que habría de recordar vívidamente el clérigo dieciocho años después.<br />
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Pere Ferrater presencia la insólita escena. Él, su cuñada, su esposa y su hija Apel se retiraban, y tras de ellos Melissa, la pequeña de siete años, la hija de nadie, la olvidada en la ermita, la inocente infeliz de la virgen Negra, la criatura abandonada del Cristo, la niña patrona de los peregrinos los sigue apaciblemente en silencio, sin decir una sola palabra, sin expresar temor, pena ni sufrimiento.<br />
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Pamela despertó aún con los ojos llenos de lágrimas, se vio reflejada en un lacerante espejo de circunstancias similares, amó infinitamente a esa niña y a la distancia de más de quinientos años sintió su desventura como propia. Las heridas las cura el tiempo y la suya era reciente, al menos eso pensaba ella.<br />
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<strong><span style="color: #660000;">EN EL PUERTO DE TURRITELA</span></strong><br />
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-Buenos días amor -dijo Ferdinán en tono afectuoso, quién regresaba de dar un paseo por la playa.<br />
-¿Qué hora es Fer?<br />
-Es mediodía. ¿Estuviste despierta hasta tarde? <br />
-Si, leí un poco el libro.<br />
-¿Y?
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-No sé que decir... sería prematuro de mi parte cualquier interpretación -Pamela titubeó ante la pregunta perentoria de Ferdinán e intencionalmente evadió todo tipo de comentarios, no obstante con gran habilidad manifestó su anhelo de trabajar en un proyecto circunstancial de última hora.<br />
-Pero me he propuesto traducir la obra al español -dijo complacida -creo que es urgente rescatar el texto, el papel es muy antiguo y las ilustraciones han perdido su color original, son muy bellas y muy rebuscadas, me recuerdan el estilo arabesco de motivos vegetales, muy abstractos, más bien geométricos o epigráficos.<br />
-Que interesante.
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-Si, En realidad es admirable, algunas figuras tienen el toque decorativo que asumió el arte islámico, aunque no me atrevo a aseverarlo, porque evidentemente hay una fuerte influencia de elementos griegos y romanos. ¿Crees que sea una buena idea amor? -Pamela interrogó a su esposo adjudicándose de antemano la consabida respuesta.<br />
-Me parece un proyecto magnífico y auténtico pequeñita, y siendo tú la propietaria de la obra y además una gran artista, sabrás darle un toque genuino sin afectar la esencia original de los dibujos y el manuscrito. <br />
-Pamela asintió con gran entusiasmo, en los últimos meses había divagado en una serie de proyectos que no llegaban a concretarse. Había estado experimentando con arquetipos multimedia para una exposición de arte exoterra, así que creyó conveniente dividir su tiempo en ambas empresas de suyo bastante complicadas.<br />
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Ferdinán salió para Tesiutla a media tarde del domingo, se verían el próximo fin de semana. La dueña ansiaba que la obra de la casa de las Gárgolas terminara cuanto antes, no porque le incomodara su estancia en el Puerto de Turritela si no porque la ausencia de su esposo le afligía como una triste nube gris que desfigura despiadada la salida del sol.
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LEER EL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/la-enigmatica-criatura-capitulo-10.html">CAPÍTULO 10</a><br />
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IR AL <a href="http://sincroniaenlared.blogspot.mx/2012/11/el-caos-capitulo-1.html">PRINCIPIO DE SINCRONÍA</a></div>
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